No es fácil echar la vista atrás y asumir que te han robado toda tu vida. Que te han esclavizado hasta que dejaste de ser útil y que todo podría haber sido de otra manera. Es preferible defender el sistema con convicción, como si lo hubieses diseñado tú mismo. Autoengañarse, pensar que producir es nuestra misión en la vida porque es para lo que hemos nacido, hace que uno se siente menos estúpido. Al fin y al cabo, los que dictan las leyes son los que están arriba. Y si están arriba, por algo será. Seguramente ellos sepan mejor que nosotros lo que nos conviene. Son los que nos dan el alimento y permiten que fecundemos a nuestras hembras. Así que no dudéis, seguid las normas y si veis algún alienígena, denunciadlo. No importa que los que mandan comercien con ellos, sus razones tendrán. Son, además de feos, mala gente. Y si se toman la molestia de venir hasta aquí, lo harán para invadirnos o para matarnos. ¡Defendamos nuestro planeta! ¡Defendamos nuestro modo de vida! ¡Acabemos con esos bichos de dos brazos!
¡Vaya mierda de planeta! es la cuarta de las “novelas de a duro” de Alan Dick, Jr. Una Space Opera delirante que habla de amistad entre seres de distintas especies (sólo amistad, que nadie se vuelva loco), de lo inhumano del capitalismo sin control, de avaricia, intolerancia y fanatismo. Cierto es que los humanos nos llevamos la palma sobre estas cuestiones en cualquier universo que se precie, pero en todos los planetas cuecen habas. Todas las razas de seres inteligentes tienen sus pardillos y estos son los más difíciles de desprogramar. Si no me creéis, hablad con un jubilado de cuatro brazos que se haya pasado la vida en las minas extrayendo un preciado mineral. Lo más probable es que esté dispuesto a defender su modo de vida con uñas y dientes.
Alfonso M. González, digo, Alan Dick Jr (no sé por qué siempre los confundo), ha elegido abordar temas sociales en esta nueva y divertida entrega. Nos recuerda lo estúpidos que somos, hemos sido, o podemos llegar a ser. Lo hace en primera persona, dando voz a cada uno de sus personajes (independientemente del número de brazos que tengan), priorizando la diversión por encima de todo y dejando en el lector un agradable regusto a humor clásico como el que nos regalaba Harry Harrison.
Aunque me muera de ganas, después de leer esta novela no diré eso de ¡Proletarios del universo, uníos! No quiero que nadie se ofenda y además, tanto los obtusos como los malvados que aparecen en ella, encajarían en cualquier sistema político-económico conocido. Sin embargo, sí diré: ¡Lectores del universo, uníos! Como ya defendí en la reseña de Paralelamente, hay que recuperar el gusto por estas historias de menos de cien páginas que buscan entretener y divertir por encima de todo. Y más si están tan bien escritas y son tan «desengrasantes» como la que nos ocupa. Así que, si no conocéis aún las obras de Alan, no tardéis en hacerlo. Desvelan tantos secretos que no me extrañaría que los hombres de negro las sacasen de circulación.
Podéis adquirir esta, y el resto de obras de Alan Dick, Jr en:
PREVENTA – ¡Vaya mierda de planeta! – Extras exclusivos – Gigamesh
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