Vivimos una época en la que la tecnología avanza exponencialmente. Nuestra unión, nuestra comunión con ella es cada vez más íntima. Disponer, en la palma de la mano, de aplicaciones que hace décadas habríamos creído imposibles ya no nos asombra. Pensamos que todo es posible y que el futuro es esplendoroso. Sin embargo, nada carece de límites. Nada puede crecer, evolucionar o expansionarse sin sufrir etapas de estancamiento o, incluso, retroceso. ¿Qué ocurrirá cuando la tecnología deje de desarrollarse y ya nada cambie, cuando la vida sea la misma generación tras generación?
Antes de la electricidad y los algoritmos teníamos dioses y demonios. Ellos nos daban las respuestas que necesitábamos, fuesen ciertas o no. Ahora, todo va tan rápido que casi no tenemos tiempo de hacernos preguntas. Pero, cuando este avance, cuando esta carrera de descubrimientos e invenciones se detenga, ¿Dónde encontraremos el consuelo a las nuevas cuestiones y miedos que nos asalten?
Tendemos a olvidar y a repetir patrones. Fue Arthur C. Clarke quien dijo que una tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia. De hecho, no ha pasado tanto desde que confundíamos algunos fenómenos físicos con sucesos místicos. ¿Estamos realmente a salvo de la superstición y el oscurantismo? ¿Sabremos, cuando todo se detenga, reconocer la ciencia o la tecnología oculta detrás de lo que otros consideren magia?
Kláiner es “El hereje”. Un luchador excepcional consagrado a acabar con los verjóngers, bestias humanoides que cada noche aparecen en Volkenskap y exterminan a quienes se encuentran a su paso. Las autoridades políticas y eclesiásticas le buscan ya que, incapaces de encontrar una explicación a estas presencias (y menos aún una solución), han concluido que nadie debe enfrentarse a lo que es, sin lugar a dudas, un designio divino. Sin embargo, nada parece preocupar demasiado al joven hasta que conoce a Ibyra y todo su mundo cambia.
La simiente de la Esquirla, primera parte de la tetralogía El hueco al final del mundo y novela finalista del Premio Guillermo de Baskerville (organizado por Libros Prohibidos), es una Space Opera adictiva y arrolladora. Una obra de las que te atrapan y no te sueltan, de las que captan nuevos adeptos a la ciencia ficción y recuerdan, a quienes llevamos unas cuantas lecturas a nuestras espaldas, algunos de los clásicos con los que tuvimos la suerte de toparnos. Rodolfo Martínez demuestra, con este proyecto tan ambicioso, estar en su mejor momento. Ha elaborado un worldbuilding complejo y estimulante, digno del mismísimo Jack Vance. Y la estructura e impecable planificación de este primer volumen, hacen presagiar una saga épica e inolvidable. Pero que nadie se alarme; la trama es muy asequible y se hace corta; los numerosos personajes captan toda la atención (no siempre la simpatía) del lector y el autor maneja excepcionalmente los arquetipos más habituales en torno a la figura del héroe y su camino iniciático. Además, cuenta con un as en la manga: Cegé, una IA creada a partir de un cerebro gelificado que no podréis olvidar.
No importa si preferís a Tolkien, Clarke o Vance. Si sois creyentes o ateos. Si amáis la ciencia o la fantasía. En Duniya encontraréis vuestro hogar. Pero cuidado, la vida allí no es fácil. Cuando se ha olvidado el pasado y hace mucho tiempo que nada evoluciona, pensar en el futuro carece de sentido y lo único importante es no ser elegido en la Lotería de Dios. Porque si eso pasa, solo El hereje podrá salvaros.
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