
El autor bonaerense nos obliga, en este infierno de calor y miseria, a compartir el recorrido vital de “el niño dengue”, un insecto humanoide que sufre el rechazo y la repulsión de cuantos le rodean y que percibe el temor que provoca en su propia madre. Y demuestra, gracias a este personaje, pero también a su antagonista, que los autores latinoamericanos se atreven a lo que no se atreven los demás. Que siguen siendo críticos, trasgresores y originales. Qué hacen de la crudeza arte y del arte, alegato.
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