¿Quién no ha fantaseado con matar? ¿Quién no ha soñado, en sus primeros años, con eliminar a poderosos adversarios y obtener gloria y reconocimiento por ello? Convertirse en juez, jurado y ejecutor. En héroe a golpe de espada o de arma automática, según preferencias.
Matar es una atrocidad, lo sabemos. Por eso, en nuestros juegos infantiles incluimos siempre una causa justa, una circunstancia que nos obligue a actuar para salvar a otros (y si es a esa persona que nos gusta, mejor). El bien y la justicia siempre están por encima de todo… en la infancia.
Las líneas que delimitan lo correcto y lo incorrecto se vuelven difusas con los años. Llega un momento en que asumimos que no seremos héroes, que nunca salvaremos de ningún villano ni a la humanidad, ni a ese ser por quien suspiramos. En que tomamos consciencia de que no mataremos a nadie porque, al margen de nuestra moral, no tenemos valor para hacerlo o para afrontar las consecuencias. Pero para entonces tampoco necesitamos inventarnos a los malvados como hacíamos de pequeños; ya tienen cara, nombre y apellidos. Así que, a no ser que alguna filosofía Zen haya calado fuerte en nosotros dotándonos de infinita serenidad y paciencia, nos damos, de vez en cuando, el gustazo de imaginarnos cometiendo un crimen. Ya no fantaseamos con la causa justa sino con el plan perfecto y es entonces cuando sentimos la pulsión de la que habla José Luis Pascual en el magistral prólogo de esta novelette. La idea, nacida como juego, puede revolotear por nuestra mente durante días y asaltarnos en momentos inesperados. Puede suponer una terapia contra la tensión, o toda una tentación.
Trasladar esas fantasías al papel y darles apariencia de ficción no es demasiado novedoso. Escribir sobre una asesina (Marina) que planifica el asesinato de su amante (un ser maravilloso, dicen) o lo que es peor, que se decide a cometerlo sin plan alguno, es algo ya visto. Lo realmente original de esta obra del inefable Francisco Santos Muñoz Rico, es que él juega a ser su esposa (aquí degradada al papel de “querida”) y decide terminar con la vida de su otro yo, (sí, ese ser maravilloso, ese Fran idealizado o todo lo contrario).
El humor está presente desde la primera hasta la última línea del texto, pero la trama no resulta surrealista o forzada en ningún momento. El insigne @franky_le_marchant consigue, desterrando el drama aunque no los excesos, que sintamos posible el universo que ha inventado y hagamos nuestros los cuestionables procesos mentales de su protagonista. Además, el selecto grupo de secundarias (convertidas también en potenciales asesinas o víctimas) eleva el entretenimiento a umbrales muy superiores a los alcanzados por cualquier fiesta regada con cerveza Desperado. Pero lo mejor es poder esperar (y desear) el homicidio del ilustre autor a sus propias manos, bueno, a las de su esposa convertida en amante.
¿Puede contagiarse una idea? ¿Puede ser aislada, controlada y eliminada o tiene la capacidad de reproducirse y mutar como un virus? Si queréis saberlo, abrid unas cervezas (de la marca que más os guste) y leed La asesina.
¿Te ha gustado esta reseña? ¿Quieres descubrir más libros como este? ¡Hazte mecenas de El yunque de Hefesto! Hemos pensado en una serie de recompensas que esperamos que te gusten. Y cuando lleguemos a la cifra de diez (entre todos los niveles), sortearemos mensualmente uno de los libros reseñados en: www.elyunquedehefesto.blogspot.com (Sorteo solo para residentes en España).
También puedes ayudarnos puntualmente a través de Ko-fi o siguiendo, comentando y compartiendo nuestras publicaciones en redes sociales.