
¿Quién no ha deseado ser el ejecutor de su propia venganza? ¿Quién no ha sentido, cuando el sistema judicial no ha estado a la altura de lo que esperábamos, que ese era el único camino para alcanzar la calma tras la tormenta? Pero, aún en el caso de considerarnos víctimas, ¿Qué o quién nos confiere autoridad y capacidad para valorar los motivos y actos de los demás? ¿No es nuestra visión también subjetiva?