Cuando alguien querido fallece siempre deja un vacío con el que hay que aprender a vivir. El dolor por la pérdida puede ser insalvable, sobre todo cuando sucede de forma inesperada. Nadie está preparado para algo así, y menos si se trata de un suicidio. Este caso es doblemente duro pues no basta con superar el duelo, también hay que plantearse en qué se le falló a quien se quitó la vida y si se le podría haber ayudado. Puede ocurrir que una nota aclare las cosas. Que condene o absuelva moralmente a quienes le rodeaban. Tal vez se trate de un simple adiós sin rencor, de una confesión o de sus últimas voluntades. En este último caso ¿las respetaríais siempre? Si esa carta, maldita y terrible, fuese la de vuestro hermano reconociendo sentirse cansado y muy asustado, pidiéndoos expresamente que no investigaseis, ¿seríais capaces de acatar su deseo?
Gus es un hombre feliz. Enamorado de Myriam, de su barrio y de sus libros, tiene una vida sencilla y equilibrada. Nada parece poder desestabilizarle, ni siquiera el hecho de haber perdido su trabajo a causa de la crisis económica. Nada, hasta que Cares, del que nadie había tenido noticias en año y medio, aparece ahorcado en un piso de Lavapiés. Con demasiado tiempo para pensar y la pesada losa de la culpa aplastando su corazón, no puede dejar de darle vueltas a la misteriosa nota de despedida de su hermano ¿Qué fue aquello tan terrible que le sucedió? ¿De qué huía? Gustavo necesita respuestas, pero estas pueden arrastrarle a un mundo de sombras y pesadilla.
Insomnio es toda una declaración de amor. Amor a la literatura de Lovecraft, de Stephen King y de Bécquer entre muchos otros. Al cine y la música rock. A la vida familiar. A Madrid en general y a Vallecas en particular. Y todos esos afectos, muy bien conjugados, han dado como fruto una historia absorbente que combina tanto situaciones cotidianas con episodios sobrenaturales, como seres malignos dignos del genio de Providence con aterradoras presencias que recuerdan a impactantes películas de los ochenta. Sin embargo, esta no es una narración que busque atemorizar a través de «sustos” puntuales o giros de guion. Se trata, en realidad, de una obra que va generando una atmósfera cada vez más opresiva y en la que es imposible no empatizar con su personaje principal (probable alter ego del autor).
No es una novela perfecta. Su principal defecto radica en la creación de unos personajes principales demasiado ideales y sin claroscuros. Además, algunos diálogos resultan algo acartonados. Sin embargo, el estilo fluido y coloquial del omnisciente narrador favorece mucho a la empatía de la que hablábamos antes. Asimismo, la capacidad innata de Sergio Moreno para poner en el mismo plano lo ordinario y lo extraordinario (virtud que también evidencia en El olor de las hojas muertas), no es algo al alcance de cualquiera. El resultado, por tanto, es formidable y sorprendente; al finalizar la lectura, la necesidad de seguir profundizando en la obra del madrileño es incontenible.
¿Tenéis pesadillas? ¿Habéis observado alguna vez sombras junto a vuestra cama? En este libro encontraréis respuestas. Tal vez demasiadas. Todo aficionado al género de terror debería leerlo para comprender que acercarse en exceso a la llama termina quemando. Que las traiciones más dolorosas son las que llegan de quienes ya no están entre nosotros. Que incluso los espíritus bienintencionados pueden ser aterradores, y que a los malvados les gusta jugar y ser tramposos.
Hay puertas que no se deben cruzar ni para salvar aquello que más se quiere. Si lo hacéis, si atravesáis ese umbral, ningún rito os asegurará la salvación. Pero si ignoráis mi advertencia, dejadme ayudaros. Recordad estas palabras:
Umbrarum Carnifex