Para Julia, seudónimo de la narradora de esta novela, el “año cero” fue 1993, el más dramático de la crisis económica en que se vio inmersa Cuba tras la caída de la Unión Soviética. Esa época de cortes de luz y teléfono, de falta de alimentos y de perspectivas de futuro, donde cada uno intentaba adaptarse lo mejor posible a la situación, se denominó “Período Especial”.
Tal y como la protagonista le cuenta a un interlocutor sin nombre, La Habana de aquel año es su punto de confluencia con otros cuatro personajes, interrelacionados en el pasado y el presente, que tienen un objetivo común: encontrar un documento perdido que demostraría la invención del teléfono por Antonio Meucci, un italiano, en la capital cubana hacia 1860. [Sí, esto es real, fue él y no Graham Bell el primero en conseguir transmitir la voz por medio de la electricidad]. Todos se implican en la búsqueda de este particular Grial, por unos motivos u otros, aunque para ellos hacerse con dicho documento también implica una salida a la triste realidad que viven, un pasaporte directo a una vida mejor.
Sin embargo, que nadie espere una trepidante aventura por las calles de capital caribeña ni una novela de ritmo frenético, no estamos ante un thriller. Karla Suárez no busca componer un Best Seller al uso ni una aventura con más adrenalina que sentimiento; lo que pretende con su obra es rendir homenaje a un genio ignorado por la historia durante más de cien años y, sobre todo, sumergirnos en la manera de ser de unos hombres y mujeres representativos del pueblo cubano, que tratan de seguir adelante a pesar de todo, buscando sentirse vivos, amar y ser amados, mejorar y tal vez no herirse demasiado los unos a los otros por el camino.
Julia, matemática de profesión y de mentalidad práctica y analítica, nos plantea la búsqueda del documento como una ecuación de cuatro incógnitas (Ángel, Bárbara, Euclides y Leonardo). Todos sospechando de todos, proyectando sus estrategias en una partida cuyas posiciones cambian constantemente, buscando alianzas secretas o rompiéndolas con cada uno de los pequeños giros de la historia que se intercalan, una y otra vez, con apuntes sobre la vida del inventor.
Con una prosa sencilla y cercana, de tono irónico y humor contenido, la autora nos transporta a una Cuba agonizante donde las reuniones de amigos y conocidos no tienen fin, donde la vida triunfa sobre el pesar y donde el sexo, espontáneo y natural, funciona como válvula de escape y vehículo de expresión entre personas que ocultan rencillas, rivalidades o necesitan vencer a la soledad o la decepción.
Afortunadamente la vida no se puede plantear en términos matemáticos y aún queda margen para la sorpresa y las bromas del destino. Gracias a esto, tras una serie de batallas incruentas y derrotas inadvertidas por mezclar el amor con la búsqueda del éxito o con la consecución pequeñas venganzas mientras pierden de vista la partida que realmente importa (la de la vida), puede que alguno de los protagonistas consiga resolver el enigma aunque sea por mera intervención del azar.