En el artículo anterior exploramos la literatura victoriana y la obra de Bram Stoker partiendo de su novela La guarida del gusano blanco. Esta historia fue llevada al cine en 1988 por el director Ken Russell, quien adaptó libremente la trama original, incorporando elementos de la leyenda popular inglesa de Lambton Worm sobre un gusano gigante o dragón. El resultado fue una obra de terror con tintes cómicos, protagonizada por Hugh Grant (antes de alcanzar la fama por sus papeles de galán en comedias románticas y por cierto escándalo sexual, ejem) y Amanda Donohoe (protagonista de Mentiroso compulsivo junto a Jim Carrey). La película no vale gran cosa, pero cuenta con una buena labor de maquillaje y se deja ver.
No recuerdo muchos más detalles de esta adaptación cinematográfica, ya que hace mucho tiempo que la vi, pero mientras leía la novela de Stoker, recordé esta y otras películas de terror. Las que más me han gustado, salvo honrosas excepciones, son adaptaciones de novelas: desde las típicas de Stephen King, como El resplandor, It o Carrie, hasta otros mitos del género como El silencio de los corderos o El exorcista, sin olvidar las de monstruos clásicos reciclados una y otra vez (y casi siempre con éxito) como Drácula o Frankenstein.
Por razones evidentes, el cine siempre busca historias que despierten emociones intensas (¿hay alguna emoción más intensa que el terror?) y la literatura es una fuente inagotable de inspiración. Hoy os traigo unas cuantas películas, más clásicas que unas natillas con galleta maría e igual de apetecibles, para hablar sobre el libro o el relato que les dio origen.
La mosca – la película que nació en Playboy
Pues sí, resulta que La mosca, el relato más famoso de George Langelaan, fue publicado por primera vez en 1957 en las páginas de la revista Playboy. Puede resultar extraño que un relato de ciencia ficción aparezca en una revista erótica, pero esto le permitió llegar a un público más amplio. Solo un año después se estrenó su primera adaptación cinematográfica, protagonizada por Vicent Price y dirigida por Kurt Neumann,a la que seguiría El regreso de la mosca (1959) y La maldición de la mosca (1965). Posteriormente, en 1986, David Cronemberg realizó una nueva versión (una obra maestra en mi opinión, aunque menos fiel a la historia original) que tuvo una secuela, La mosca II (1989).
Pero volvamos al relato en cuestión. En La mosca de Langelaan, el científico André Delambre sufre una transformación gradual después de mezclarse accidentalmente con el ADN de una mosca durante un experimento. Desde luego, la idea es impactante (y un tanto desagradable), ya que estos insectos simbolizan el caos y son portadores de la descomposición y la muerte. Lo interesante es que no se queda en la superficie, sino que explora temas tan fascinantes como la capacidad de libre albedrio, la relatividad del tiempo o cómo la realidad puede cambiar por completo al introducir en ella un pequeño cambio. El vuelo de la mosca representa la inestabilidad mental y la pérdida de la propia identidad, un paralelismo con las consecuencias de la obsesión de Delambre por desarrollar un dispositivo que logre la desintegración/reintegración de la materia.
La vida de George Langelaan también da para película. De padre británico y madre francesa, escribió la mayoría de sus obras en francés. Durante los años 30 y 40, trabajó como periodista y, con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, actuó como espía británico. Contaba en sus memorias que se sometió a una cirugía plástica para cambiar su rostro antes de lanzarse en paracaídas sobre Francia, donde fue detenido y llevado a un campo de prisioneros. Sentenciado a muerte por los nazis, logró escapar y participó en el desembarco de Normandía. Tras la guerra, comenzó a escribir relatos de ciencia ficción, pero también humorísticos y policíacos.
Las manos de Orlac – Terror, ciencia ficción y novela policíaca.
Esta novela de Maurice Renard contó con dos adaptaciones, una muda de 1924 y otra sonora de 1935. Ambas son altamente recomendables si os gusta el cine expresionista y los thrillers psicológicos.
En la novela, el reconocido pianista Stephen Orlac sufre un terrible accidente ferroviario en el que pierde ambas manos. El doctor Cerral le práctica, con aparente éxito, el trasplante de las manos de un recién fallecido que resulta ser un asesino. Como podéis suponer, a partir de aquí la cosa se complica. Puede parecer un argumento típico para una peli de serie b, y lo es en cierta medida, pero hay que considerar que era una obra novedosa para su época. Su terror naturista y ficción científica, envueltos en una trama policíaca, son una deliciosa mezcla de géneros con escenas grotescas, el arquetipo del “mad doctor”, giros inesperados y misterios por resolver.
Renard se basó en algunos de los conocimientos médicos y psicológicos más avanzados de su época para desarrollar la trama de su novela. La posibilidad de realizar trasplantes complejos, como el de manos, y sus connotaciones éticas estaban en discusión en aquel momento en el campo de la medicina. Pese al reconocimiento de las adaptaciones cinematográficas, las producciones de Renard sufrieron incomprensión y un posterior olvido, como suele suceder con muchas obras del género fantástico, pero es autor de una ficción extraña, interesante y sorprendente.
Las diabólicas – Inspirando a Hitchcock
En 1955, el director francés Henri-Georges Clouzot se adelantó al mismísimo Hitchcock para hacerse con los derechos de esta novela de Pierre Boileau y Thomas Narcejac. Clouzot la convirtió en una de las mejores películas francesas de la historia, sentando las bases de lo que debe ser un thriller de suspense. Vamos, que te mantiene atento a la trama, te sorprende con giros enrevesados y te deja con el culo torcido tras un final inesperado.
Película y novela parten de la misma premisa básica, aunque con diferencias muy significativas, sobre todo en el final. En ambas la trama principal consiste en que dos mujeres conspiran para asesinar al abusivo y ambicioso marido de una de ellas. El libro es un clásico de la novela negra francesa con un carrusel de giros imprevistos. Fernand Ravinel, es un hombre de carácter débil y atrapado en una existencia opresiva. Junto a su amante, la enigmática doctora Lucienne Mogard, elabora un plan macabro: asesinar a su esposa. Pero el crimen perfecto no existe y descubrirá que los fantasmas de sus propias acciones pueden ser muy reales.
Pierre Boileau y Thomas Narcejac (Pseudónimo de Pierre Ayraud) fueron dos mentes maestras del suspense y el terror que crearon su magia literaria de una forma insólita: a través de la correspondencia. Nunca se reunieron para escribir, pero eso no les impidió convertirse en los grandes renovadores de la novela negra francesatras la Segunda Guerra Mundial. Juntos escribieron más de 40 títulos, incluido algunos referentes del género como Sudores fríos, que Hitchcock transformaría en la legendaria película Vértigo. Además, continuaron la icónica serie de Arsène Lupin de Maurice Leblac con cinco novelas consideradas como “oficiales”. Pero es Celle qui n’était plus (La que ya no estaba, reeditada como Las diabólicas) el «magnum opus», la obra cumbre de este tándem creativo del crimen y la intriga.
Al margen de sus obras conjuntas, Thomas Narcejac es autor de uno de los mejores ensayos que existen sobre novela negra: Una máquina de leer: la novela policíaca. Por su parte, Pierre Boileau es autor de otra famosa novela de ciencia ficción que ha dado lugar a una extensa y célebre saga cinematográfica: El Planeta de los Simios.
Un artículo de Alberto de Prado
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