Era el verano de 1939 y un grupo de jóvenes entusiastas por la literatura y la ciencia preparaba con ilusión su asistencia a la primera convención mundial de ciencia ficción, la Worldcon, que iba a celebrarse en la ciudad de Nueva York en el marco de la Exposición Universal. Sin embargo, en la mañana en que la convención abrió sus puertas, a algunos miembros del grupo se les informó de que no se les permitía la entrada debido a su posicionamiento político. Tras la controversia generada, finalmente tuvieron que ser admitidos en el evento. La Worldcon contó así con la presencia de este grupo de “futurianos” que iba a revolucionar la ciencia ficción, llevando al género a su Edad de Oro. Esta es su historia.
Ciencia ficción: esperanza, pulp y fenómeno fan
Antes de empezar pongámonos en contexto: el mundo seguía experimentando los efectos de la Gran Depresión mientras se dirigía hacia la Segunda Guerra Mundial, pero al mismo tiempo se encontraba en una etapa de desarrollo asombrosa gracias a los importantes descubrimientos científicos y a la innovación tecnológica que permitían soñar con un mañana mejor para todos. Se popularizaba la radio y comenzaban las primeras emisiones de televisión. La aviación empequeñecía el globo y se realizaban los primeros experimentos con cohetes bajo la promesa de lograr ese sueño eterno de la humanidad de alcanzar las estrellas. La Gran Depresión llevó a muchas personas a buscar formas de entretenimiento evasivas que ofrecieran una visión alternativa o esperanzadora del futuro. La ciencia ficción proporcionaba un refugio ideal al presentar mundos futuristas donde la tecnología era capaz de solucionar todos los problemas (incluidos los de la época).
En ese ambiente se popularizaron las revistas pulp como Amazing Stories (fundada por Hugo Gernsback en 1926) y Astounding Stories (editada por John W. Campbell a partir de 1937), dos personajes y dos revistas cruciales en la difusión de la ciencia ficción. Estas publicaciones ofrecían una plataforma ideal para que nuevos escritores publicaran sus trabajos, llegando a un público creciente y entusiasta. Los lectores comenzaron a organizarse, intercambiaban cartas a través de las revistas, creaban fanzines y establecían comunidades activas de fans.
El origen de los Futurianos
El caldo de cultivo estaba preparado. En 1937, en Nueva York, surge el grupo de los Futurianos como una escisión de la Liga de Jóvenes Escritores de Ciencia Ficción (Science Fiction League), movidos por un enfoque más progresista y radical que otros clubes. Los futurianos eran un grupo diverso de escritores que se había conocido en los años anteriores a través de las revistas pulp, en las que trataban de publicar sus relatos y artículos. Se había organizado en torno a su pasión por temas como la exploración del futuro, la ciencia y la tecnología, la exploración espacial o la sociedad y la política.
Inicialmente, apenas eran un pequeño grupo de lo que hoy llamaríamos geeks, la mayoría estudiantes o recién salidos de la universidad, que acabó viviendo en una casa común para compartir gastos. Invertían sus ahorros en publicar fanzines y revistas con materiales de imprenta que se iban pasando de mano en mano. Se entretenían inventando juegos y canciones, contándose historias e incluso tenían una especie de culto propio.
La sociedad futuriana nunca fue demasiado numerosa, pero de este pequeño grupo salieron algunos de los escritores de mayor talento que ha dado la ciencia ficción: Frederik Pohl (líder del grupo), Donald A. Wollheim, James Blish, Damon Knight, Cyril Kornbluth, Judith Merril, P.M.S. Blackett (ganador del Nobel de Física en 1943) y un tal Isaac Asimov. Casi nada. Imagina sus caras cuando un día llaman a la puerta del apartamento comunal de los futurianos en Nueva York y se presentan los servicios secretos, el FBI. De pronto, varios agentes serios y armados hasta los dientes entran en la vivienda para investigar posibles actividades terroristas. Resulta que alguien había informado a las autoridades que había un grupo de jóvenes hablando sobre política, cohetes, viajes espaciales y tecnologías futuristas. Con la paranoia pre-Segunda Guerra Mundial todo levanta sospechas, pero los agentes del FBI no encontraron allí espías soviéticos o terroristas planeando algún atentado. Revisaron minuciosamente el apartamento solo para descubrir pilas de fanzines, manuscritos de novelas y dibujos de naves espaciales, nada que pareciera demasiado peligroso. Wollheim tuvo que jurar que ellos solo eran escritores de ciencia ficción y todo aquello del apartamento historias, revistas e ideas para libros. Pasado el susto inicial, a los futurianos les debió entrar la risa floja porque estuvieron haciendo bromas de la situación. “Bueno, muchachos,” decía Frederik Pohl, “parece que nuestros escritos son tan buenos que hasta el FBI los considera una amenaza”.
Tendencias políticas
Pero lo cierto es que varios miembros de los futurianos tenían un posicionamiento político activo de izquierdas que les causó problemas. Por ejemplo, Frederik Pohl había formado parte de las juventudes comunistas (aunque para 1939 estaba bastante desencantado a raíz del pacto de no agresión entre la URSS y los nazis). También Donald A. Wollheim, uno de los miembros fundadores, estaba muy involucrado en movimientos de izquierdas. En general, la mayoría de los futurianos creían que la ciencia y la tecnología podían mejorar la sociedad y reflejaban estas ideas a través de la ciencia ficción. Consideraban la literatura no solo como un entretenimiento, sino como una herramienta de cambio social. La ciencia ficción les permitía explorar y promover sus ideas políticas.
Este activismo político fue fuente de algunos conflictos al chocar con otros grupos de aficionados y escritores de ciencia ficción más conservadores. Internamente, también surgieron algunas disputas ideológicas sobre la manera de integrar sus posiciones políticas en su trabajo y en la gestión del grupo. Sus creencias socialistas y comunistas los hicieron blanco de sospechas y durante la era del Macartismo algunos de los miembros llegaron a estar bajo vigilancia. Esta estigmatización les hizo perder oportunidades por parte de algunas organizaciones e industrias que no deseaban ser relacionadas con el comunismo, especialmente durante la época de la caza de brujas de McCarthy.
Worldcon y la nueva dimensión de la ciencia ficción
Hablando de conflicto y de política, regresemos a la primera edición de la Worldcon. Uno de los principales organizadores de la convención fue el escritor Sam Moskowitz, quien tenía una posición política más conservadora y no compartía ideales con los futurianos, a lo que se unían algunas rencillas personales con alguno de sus miembros. Los futurianos veían a Moskowitz como alguien que trataba de controlar el desarrollo de la ciencia ficción de acuerdo con sus propias ideas, mientras que Moskowitz consideraba a los futurianos como una amenaza a la cohesión de la comunidad y temía que usaran la convención como plataforma para sus ideales políticos. Total, que Moskowitz decidió vetar la entrada a los más revoltosos (Pohl, Wollheim, John Michel y Robert A. W. Lowndes). Sin embargo, la presión de la comunidad, la intervención de algunas figuras importantes del género y el miedo a los efectos que la prohibición podía ejercer sobre la unidad de la comunidad de la ciencia ficción hizo que Moskowitz se replanteara su postura inicial, admitiendo finalmente a los futurianos a los que había negado el acceso. Puede que hubiera además algún tipo de pacto para la readmisión. En cualquier caso, la convención fue todo un éxito. Contó con la presencia de unas 200 personas (un número importante para un evento de aquellas características en la época), entre las que se encontraban algunos de los mejores autores de ciencia ficción de entonces.
Con la Worldcon, Sam Moskowitz contribuyó a organizar un evento que ayudó a consolidar la ciencia ficción como una forma literaria válida y canalizó un fenómeno fandom que no ha dejado de crecer hasta hoy. También realizó una labor impagable como editor de revistas y antologías (con una amplia variedad de autores y estilos) y como historiador del género, dando testimonio de su evolución a lo largo de los años.
Por su parte, los futurianos acabarían implicándose en la organización de las futuras ediciones de la Worldcon y colaboraron en la creación de nuevos eventos. Sus ideas sobre la relevancia social y política de la ciencia ficción ayudaron a ampliar los límites del género, atrayendo a un público que descubría historias sobre temas novedosos (robótica, inteligencia artificial, exploración espacial, organización social). Muchos futurianos acabarían convirtiéndose en escritores, editores y figuras relevantes en la ciencia ficción. Donald A. Wollheim, por ejemplo, fue fundamental en la creación de Ace Books, una de las editoriales más influyentes. Frederik Pohl editó revistas referentes del género como Galaxy e If, donde promovió el trabajo de nuevos autores. Los futurianos se reunían regularmente para discutir y criticar el trabajo de los demás, lo que ayudó a elevar la calidad de su escritura. No solo fueron escritores de enorme talento que cimentaron la Edad de Oro de la ciencia ficción, sus ideas visionarias anticiparon e influyeron en desarrollos científicos y tecnológicos que hoy ya forman parte de nuestra realidad cotidiana.
Un artículo de Alberto de Prado
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