Me cuesta mucho conectar con la forma de escribir de Cixin Liu. No tiene un estilo subyugante de los que te atrapan o te obligan a subrayar frases (si eres de l@s que hacen eso). Sin embargo, su imaginación y el no saber que giro dará la historia o por qué caminos nos conducirá, es lo que me ha hecho aventurarme con esta segunda parte de la Trilogía de los tres cuerpos.
La primera parte, “El problema de los tres cuerpos”, al contrario que a la mayoría, no me deslumbró. El argumento y el atractivo de descubrir una civilización alienígena no compensaban para mí la falta de profundidad en los personajes principales ni el entretenimiento injustificado del autor con algunos secundarios. Sin embargo, las premisas de las que debía partir esta continuación si eran atrayentes. ¿Cómo detener una invasión alienígena cuya tecnología no se podría igualar en los 400 años de espera antes del contacto? ¿Cómo intentarlo además, sabiendo que todo lo que ocurriese en este planeta sería visto y oído por los Trisolarianos y que el único resquicio a su control sería el pensamiento humano mientras no fuese expresado de ninguna forma?
Esta segunda parte de la trilogía rompe con la línea argumental de la primera. No va directamente de un punto A a un punto B, sino que es un volumen lleno de especulación científica, filosófica y sociológica. Durante los primeros dos tercios del libro acompañamos principalmente a cuatro personajes: los Vallados, unos hombres en los que se deposita toda la esperanza de la especie humana de manera cuasi mesiánica y a los que se otorga unos poderes y libertad de acción nunca vistos. Pero en realidad los planes (más o menos creíbles), aventuras y desventuras de estos “salvadores” son sólo una excusa para explorar innumerables posibilidades filosóficas, sociales y tecnológicas que van desde los avances militares al control mental o la evolución dirigida (entre otras). Cixin Liu ha volcado en esta novela ideas suficientes para argumentos de, al menos, otras diez. Además, uno de los defectos del libro anterior, los personajes planos, es uno de los puntos fuertes de esta, o al menos el de Luo Ji, el más creíble y humano de todos. Con él se desvía de la exploración de posibilidades científicas y se centra en las filosóficas.
El último tercio del libro es realmente espectacular. Cambia de ritmo, de estructura, abandona la especulación filosófica para volver a deslumbrar y desembocar en una conversación de la que la novela toma su título. Esta parte me ha recordado el sentido de la maravilla de alguna obra de Asimov (al que cita durante la novela al igual que a Clarke, la película Cube y algún que otro referente cultural de las últimas décadas). Y el final, no menos sorprendente, podría ser autoconclusivo lo que me hace preguntarme por qué derroteros transitará “el fin de la muerte” la tercera y última parte.
Durante la lectura de esta novela, cuando un@ se abstrae del momento puntual en que se encuentra, es cuando se advierte la grandiosidad y el enorme alcance de esta trilogía. La de caminos explorados y la de mensajes expresados. A cada giro argumental te hace detenerte a analizar lo expuesto y sus posibles consecuencias o para hacerte preguntas existenciales como ¿es mejor luchar sin probabilidad de victoria o asumir la derrota y disfrutar el tiempo que te quede? ¿compensa sacrificar el presente por la posibilidad de un futuro grandioso?.
Cixin Liu, como escritor chino actual, deja sutiles mensajes políticos y de visión social. Como digo, sutiles. Sin caer en provocaciones ni ofender a quien no se empeñe en sentirse atacado. Las sociedades orientales y sus reflejos literarios siguen siendo una asignatura pendiente para los que nos hemos pasado la vida con otro punto de vista político, social y cultural, pero creo que poco a poco, esto irá cambiando. En cuanto a esta lectura, me ha desbordado con tantas ideas estimulantes. Espero no estar en lo alto de la curva y afrontar el descenso con el final de la trilogía.