Vivimos una época caracterizada por la saturación, el exceso y la incomunicación. Todo es arrastrado a una escalada sin fin. Cada cosa tiene que superar a la anterior. En la literatura y el cine nos venden lo mismo una y otra vez aplicando un barniz de “mejora”. Se crean productos que impactan, que impresionan y asombran. Pero no se innova. En el género fantástico, tan en boga durante las últimas décadas, se vuelve continuamente sobre las mismas historias ¿Para qué arriesgarse con otros conceptos? Encantan las espadas, los guerreros y los seres infrahumanos que merecen la muerte. El bien contra el mal. Lo humano contra lo demoníaco. Luces. Ruido. Explosiones. Angustia y un final feliz.
No, por mucho que traten de darle mil vueltas y de diversificar universos, no se evoluciona. Nos han alejado de la esencia, porque esa es la inevitable consecuencia de transformar cualquier cosa en un producto de consumo masivo. Conectamos más con Thor y con seres salidos del imaginario de Tolkien, que con los oriundos de nuestra tierra. Y este no es un alegato nacionalista. No se trata de decidir qué mitología es más rica o valiosa. Se trata de recordar que aquellas criaturas que alguna vez inventamos (o en las que creímos), tenían una función. Una razón de ser y “existir”. Los breoganes, las ninfas, los gnomos, las sílfides y las dríadas eran seres con los que los hombres y mujeres soñaban cuando aún tenían presente el alto coste de las hazañas bélicas. Cuando lo que de verdad les interesaba era establecer un puente con la naturaleza que les rodeaba, a la que amaban y a veces temían. Afianzar un vínculo con el mundo al que pertenecían y no terminaban de comprender.
Hoy, todas estas criaturas están pasadas de moda y recurrir a ellas, aunque sea como entretenimiento, nos parece propio de niños y ancianos. Estamos renunciando al más rico de los universos fantásticos porque nos han arrancado las raíces que nos conectaban con la naturaleza y con nosotros mismos. Ahora necesitamos ruido y explosiones. Necesitamos soñar con salvar, a golpe de espada, un planeta que en realidad ni respetamos ni protegemos. Porque es más fácil correr, luchar y matar, que escuchar, sentir, pensar y amar ¿Qué será de nosotros cuando nos percatemos de que no tiene sentido combatir a las huestes del mal mientras los bosques arden?
Deja que el viento se lleve mis cenizas es una maravilla. Así de simple. 154 páginas cargadas de pasión, ternura y denuncia social. 9 relatos luminosos, intensos, dolorosos, íntimos e inspiradores. Y el AMOR (con mayúsculas) está presente en todos ellos. Incluso en los más terribles. Amor entre padres, madres e hijas. Entre abuelas y nietos. Entre adolescentes que no pudieron terminar el camino que habían iniciado y entre hermanas que tendrán que enfrentarse juntas a la locura.
Todas estas narraciones contienen, independientemente de su tono, algo hermoso y algo triste, nostálgico o melancólico. Situaciones que se pueden vencer o no. Que se han de aceptar como inevitables o que se deben combatir. Inés Arias de Reyna escribió los nueve cuentos en diferentes momentos de su vida, tratando de conectar consigo misma, o de enfrentar su estado de ánimo y sus preocupaciones. Quienes los lean se percatarán de que la autora conoce perfectamente lo que es el amor, la pérdida, la angustia y el dolor. Descubrirán su lado más combativo y el anhelo que siente de justicia (o venganza) frente al maltrato, el engaño y la intolerancia. Pero también, su naturaleza inclinada a la paz y a la redención.
No os hablaré de las historias por separado. Únicamente os diré que mis favoritas son la primera, la última (me gustaría saber si la autora leyó El tapiz de Malacia del maestro Aldiss) y aquella en la que el fuego abrasa solo a quien debe hacerlo. Creo firmemente que este es el mejor libro de relatos que he leído en lo que va de año. La prosa de Inés es tan mágica, elegante y sencilla como las criaturas de las que nos habla, y los sentimientos que transmite son más estimulantes que cualquier escena de acción. Leed este libro. Acompañad a una niña perdida tras la muerte de su padre. Alimentad el fuego de la venganza y permitid que quien haya acabado con la vida de su compañera, se autoimponga una condena eterna. Defended vuestros ideales contra los intolerantes aunque os acusen de fanáticos. Luchad. Amad. Llorad por los bosques en llamas. Y dejad que el viento se lleve todas las cenizas.
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Me ha encantado este libro. Me ha arrastrado al verde mágico, al de mis sueños de niña, despierta, y al de mis realidaded cuando estaba dormida. Invita y transforma. Una maravilla.
Es una antología mágica, poética. Fue una auténtica sorpresa para mí, un refugio en una época tormentosa de mi vida.