He tardado bastante en leerme este libro porque no comparto la opinión general sobre la anterior obra de Weir, El Marciano. Ya sé que me arriesgo a un linchamiento popular cuando digo que el libro que parece gustarle a todo el mundo es una novela muy plana, sin sorpresas (y que nadie me diga que no sabía desde el principio como acabaría). Toda la línea argumental es una excusa para exponer, mejor dicho, alardear de conocimientos científicos. Cierto que los chistes acompañados de ciencia aplicada al alcance de todos es una mezcla atractiva (sí, yo también era fan de MacGyver), pero si lo analizamos como obra literaria… pues eso, que algun@ acabaréis con mi triste existencia en estos días (merecidamente, por supuesto)
Dicho lo cual y habiéndome quedado a gusto, diré que llegué a Artemisa tarde y con mucho temor. Y en pocas páginas me encontré inmerso en una Space Opera que repetía la misma fórmula del éxito; mucho humor y sobreexposición de conocimientos científicos, sólo que esta vez sí dentro de una auténtica trama literaria. Concretamente una trama juvenil, no sólo por la corta edad de Jazz, la protagonista ideal de este tipo de novela, sino también por un argumento no muy complejo y unos secundarios de manual (los buenos parecen sacados de la guía Disney de personajes entrañables y de los malos se desentiende. Con que sean malvados es suficiente.)
Por supuesto que también hay aciertos como algunas acciones de Fidelis Ngugi, la “jefa de la ciudad”, o poner a Kenia en el mapa de la ciencia ficción (¿por primera vez?). Es innegable que la descripción de Artemisa, la ciudad lunar, es fascinante al principio. Pero este libro es como un tobogán; primero subidón con chistes que dan frescura y cierto enganche ante el asombro y la curiosidad generados por la descripción pormenorizada de como sería la vida en nuestro satélite. Luego la trama por sí sola no mantiene ese impulso inicial y deja al lector a la espera de un final cargado de ritmo, y ahí llega la bajada….
Aunque reconozco que como novela es mejor que el Marciano, a pesar de ser más infantil, el último tercio me ha resultado bastante tedioso. No quiero parecer desagradecido y aprecio sinceramente el curso gratuito de soldadura en vacío impartido por el señor Weir (que ocupa no sé cuántas páginas), pero tanto tiempo a golpe de soplete hacen que quieras salir pitando aún sin traje espacial y esa sensación ya acompaña hasta el punto final.
En todo caso, lectura recomendable como entretenimiento entre otras más densas, o para amantes de líneas argumentales en desuso desde hace tres décadas. Y hasta aquí mi reseña. Os dejo, tengo que redactar mi testamento.