La obra de Javier Serra es un soplo de aire fresco en el género superpoblado de las distopías actuales. Lo es porque, a pesar de su amenidad, su corta extensión, y su escasez de personajes, contiene una serie de cargas de profundidad enraizadas en nuestro presente. Y porque una vez terminada y asentada la novela, te enfrenta a la triste realidad que vivimos y que nos hace sentir marionetas de los poderes. Pero no nos hunde con ello; nos llama la atención ante nuestro fatalismo y nuestra pasividad devolviéndonos algo de esperanza.
La trama gira en torno a dos personajes principales cuyas vidas confluyen para cambiar las de millones: Gareth Huxley y Michael de Petros, también conocido como ‘Acetileno Mick’. Dos hombres aparentemente antagónicos. El primero un atleta involucrado en el activismo social y político. El segundo un ser de dudosa moral que intenta escalar posiciones sociales, fama y fortuna como compensación a todas las carencias sufridas en su infancia. Sus personalidades son también muy diferentes; mientras Gareth es un hombre modélico, cultivado y con valores, de Petros mantiene una postura cínica, agresiva y aparentemente sin complejos ni remordimientos. Todo esto se refleja perfectamente en la exposición de los pensamientos de cada uno y en su forma de expresarse. Sin embargo, las similitudes y los paralelismos son evidentes, tanto en el transcurso de sus vidas como en gestos puntuales, y Serra incide en ellos y los remarca constantemente.
Los capítulos, con el formato de entrevista periodística, van alternando ambas vidas. A través de ellos conoceremos un futuro muy próximo en el que los Estados Unidos han tenido que integrar a otros países en su territorio e intenta no ser engullido por el gigante chino.
El argumento gira en torno a la idea del control de masas, pero de la forma más directa y amoral posible: la creación de un sistema tecnológico con el que inducir en la población conductas, deseos, necesidades y sobre todo sumisión.
Estamos tan acostumbrados a gobiernos que mienten, manipulan, y tergiversan datos, a organismos económicos y políticos totalmente deshumanizados que acostumbran a cambiar de color pero no de metas, y a medios de información que nos cuentan verdades parciales o mal enfocadas para generarnos una opinión o conducta determinada que realmente, nadie puede dudar de que si una tecnología así fuese posible, se aplicaría bajo el ideal maquiavélico de que “el fin justifica los medios”. El personaje de De Petros será el instrumento utilizado por Serra para, con su visión cínica y oportunista, criticar la democracia, el sistema y a la masa obediente.
Con constantes guiños a la filosofía, una evidente simpatía hacia el activismo, tocando tangencialmente temas como el bullying o el fenómeno fan, y sirviéndose de unos personajes arquetípicos, el del héroe y el del villano, el autor desarrolla una historia amena y más profunda de lo que parece, que deja una puerta abierta a la libertad y la redención mediante la acción y la actitud. Y de regalo una pregunta:
¿Realmente nos importa que nos manipulen?