Rosa Sanmartín siempre ha vivido vinculada a la literatura. No busca la fama. Sabe que el dinero es difícil que llegue si las grandes editoriales no apuestan por ella. Tampoco pretende impresionar construyendo frases bonitas que queden para la posteridad. Ella escribe porque lo necesita como necesita respirar, porque al crear sus personajes vive sus vidas, porque tiene muchas historias que contar y muchas lacras que denunciar. Es una autora sincera, honesta, y muy cercana. Y es valiente. ¿Queréis conocerla?
H – Un relato te impulsó a estudiar Filología. Después de doctorarte has sido ensayista, profesora, editora, entrevistadora… parece que intentabas escapar a tu destino ¿por qué tanto rodeo ante lo que parecía inevitable? ¿Fue tu especial relación con los hermanos Machado la que desvió tu camino?
R.S – Me encanta pasear y distraerme con el paisaje. Caminar, observar, atender, escuchar. Supongo que entretenerme es algo innato en mí; soy capaz de distraerme con cualquier cosa que llame mi atención. Así que, bueno, supongo que elegí el camino largo porque es en el que más te puedes entretener. La verdad es que nunca pensé que acabaría escribiendo novela, porque en la facultad me especialicé en la investigación teatral y hacer el salto me llevó años. Tampoco creo que fueran los Machado los que me desviaran, ellos sólo eran un camino un poco más largo, más costoso. Mi primera idea fue hacer una investigación sobre mujeres en el teatro del siglo XX, pero cuando se lo planteé al profesor Josep Lluís Sirera me dijo que tendría que hacer una codirección. Entonces le dije: “Dime si esta opción es válida, porque también me interesa el teatro de los Machado y lo de tener que buscar otra persona que me codirija la tesis es una opción que no me planteo”. Aceptó. Él era así; si tú habías tomado una decisión la respetaba, aunque ello le supusiera el triple de trabajo.
Defendimos aquella tesis y me propusieron publicarla. De ahí viene mi contacto con la familia Machado, con quienes hice dos publicaciones sobre manuscritos inéditos (Las Adelfas y Adriana Lecouvreur). ¿Fueron los Machado un desvío? Me parece que no. Al revés, fueron el detonante. Como era tan difícil encontrar editoriales que te publicaran investigación, monté una (Alupa Editorial) con la única intención de hacer este tipo de ensayos. Pero después se presentó la ocasión de publicar novelas y también lo hice. Lo cierto es que decir que me desvié del camino no sé si es real, pero que tomé el más largo (quizá también el más divertido), no lo voy a negar. Me gusta pasear, qué le vamos a hacer.
H – Sin embargo, aunque has pasado gran parte de tu vida vinculada al teatro, has decidido escribir novela ¿Te resulta más fácil a la hora de crear historias? ¿Esperas llegar a más gente? ¿Te permite desarrollar mejor tu estilo narrativo?
R.S – Escribir es complejo, pero escribir teatro lo es más. Lo mismo que expresas en cien páginas, aquí tiene que caber en cuarenta, lo que implica sintetizar al máximo diciendo lo mismo. Creo que eso contesta a tu pregunta. Aunque la realidad es que nunca pensé ni en escribir teatro ni en escribir novela y he hecho ambas cosas. A mí me gustaba más leer y analizar cada detalle. Mientras estábamos en la universidad había compañeros que ya escribían (poesía, teatro o narrativa); en cambio yo, ni me lo planteaba. Escribir algún relato cuando te lo pide tu profesor de bachillerato es divertido; si te dice que lo haces bien, hasta te gusta; pero de ahí a Escribir (así, con mayúsculas), va un abismo. Yo leía a los clásicos, obras de la literatura que han llegado a nuestros días después de siglos y, evidentemente, me veía muy lejos de conseguir una cosa así. Después comprendí que grandes de la literatura hay unos pocos, y que querer ser como ellos hasta tiene un cierto punto de narcisismo. Tanto en la novela como en el teatro (después de algunos ensayos) caí por pura casualidad y ambas escrituras me gustan. Pero es cierto que con la novela puedo desarrollar mejor todo lo que hay en mi cabeza, puedo contar una historia con más detalle. Me gusta contar historias, eso resumiría tu pregunta (o mi respuesta).
H – Como comentábamos antes, has escrito numerosos relatos durante toda tu vida. ¿Crees que el relato es indispensable en la formación del futuro novelista?
R.S – No sabría decirte si es indispensable, pero sí que a mí me ayudó. Contar una historia en quince folios supone ir a la esencia (pasa como con la escritura dramática); no puedes encandilarte en dibujar paisajes, escenas, anécdotas o se te iría de las manos y acabarías por no contar nada. Sintetizar para mí es imprescindible a la hora de narrar. A veces creemos que dar una explicación y otra y otra ayuda a los lectores; justificar cada cosa que has escrito como si de ello dependiera la veracidad de lo que acabas de decir. Me parece que, en ese sentido, cometemos un error. Lo importante es contar la historia de tus personajes, leerla y saber que puedes sentir lo mismo que ellos, que puedes llorar o reír con lo que les ocurre. Esa es la esencia de la escritura, o al menos lo es para mí. Por eso me sirve tanto escribir relatos, porque es una manera de contar solo lo que los personajes sienten, sin distracciones. Mostrar la profundidad de una protagonista en relatos que tienen cinco páginas te enseña mucho sobre cómo escribir.
H – Es hora de confesar secretos: Acabas de publicar una maravillosa novela (Cuando la vida te alcance), con Nou Editorial. Curiosamente ellos publicaron el año pasado No te fíes, una obra que muchos tienden a clasificar como Chick-Lit, pero que tiene ingredientes para todo tipo de público. Dicen que su autora, Sarah Miller, tiene 6 manos. ¿Qué puedes contarnos sobre eso?
R.S – Sarah Miller es el producto de esas casualidades de las que te hablaba antes, de mi manera de llegar a la escritura. Durante una Feria del Libro, Pepa Morató me propuso publicar en mi editorial una novela new adult, pero me dijo que le hacía ilusión si podíamos compartir la escritura. En aquel momento pensé que se refería a que le hiciera una revisión, un testeo mientras ella iba escribiendo. Nada más lejos de su propuesta. Sin darme cuenta me vi hablando casi a diario por teléfono con ella, buscando estructuras, personajes, situaciones con las que sentarnos a escribir. Cuando más o menos lo teníamos todo claro, nos reunimos en mi casa para cerrar la trama, los personajes, los puntos de giro. Mientras hablábamos nos comenzaron a surgir dudas sobre vocabulario universitario y ahí entró Paula. Le preguntamos sobre un par de cuestiones y, de pronto, comenzó a hacer sugerencias, propuestas, tramas que no habíamos planteado pero que nos gustaban mucho. Empezamos a escribir juntas y fue una experiencia increíble, aunque muy costosa. Nos reuníamos una vez por semana y debatíamos cómo serían los capítulos siguientes. Si ponerte de acuerdo con tus personajes sobre lo que va a ocurrir ya es complicado a veces, imagínate que esos personajes sean manejados por tres personas diferentes. Cuando nos habíamos puesto de acuerdo y dejábamos zanjada la trama, la escribíamos por separado. En la siguiente reunión casi nada de lo pactado aparecía en nuestras propuestas. Consensuar cada página, cada situación fue complejo, pero muy, muy divertido. Para mí fue un aprendizaje muy sano; debías ceder en muchas ocasiones, y en otras, tus propuestas salían adelante, aunque con eso hubiera que hacer una vuelta atrás a todo lo que se había escrito hasta el momento. Para las tres fue una época muy divertida, crecimos mucho como escritoras, pero también como personas.
H – Pues os felicito. La novela está muy trabajada, tanto en argumento como en su prosa. Nadie diría que hay tres cerebros detrás. ¿Planeáis repetir la experiencia?
R.S – Vamos a repetir, sí. De hecho, estamos en ello. Es cierto que lleva trabajo conseguir que salga adelante, porque queríamos mantener la esencia de nuestra primera escritura: reuniones (que ya no pueden ser semanales), escritura independiente, puesta en común… Con todo, aunque cueste, vamos a llevar adelante la novela que ya tiene casi cuatrocientas páginas. Nos parecía que Sarah Miller podía seguir creciendo y como nos lo pasamos tan bien, nos apetecía repetir. No te fíes nació con una trama cerrada, pero hay algunos personajes que queríamos que continuaran ahí y qué mejor manera de hacerlo que con otra novela. La ambientación es diferente, aparecerán nuevos protagonistas, recuperaremos otros, pero la historia será independiente de la anterior. Eso sí era algo que teníamos claro desde el principio. Hemos tenido mucho cuidado en no desvelar la trama de No te fíes si lees este último en primer lugar; aunque para ello tengamos que dar un pequeño rodeo merece la pena. Pronto tendremos a Sarah Miller con otra historia, dispuesta a poner su vida patas arriba, como ya lo hizo en No te fíes.
H – Cuando la vida te alcance es un torbellino de emociones. Habla de maltrato, de desencuentros familiares, de amistad, de amor… es una novela con unos personajes magníficos cuyo mundo interior queda perfectamente plasmado. ¿Por qué este tema para tu primera novela en solitario? ¿Fue un proceso doloroso? ¿catártico? ¿pudiste distanciarte en tu día a día de la historia que estabas creando?
R.S – Cuántas preguntas y qué difícil la respuesta… Es cierto que Cuando la vida te alcance es un torbellino de emociones; también lo fue para mí escribirla. Los personajes son como tú y como yo, a cualquiera nos podría pasar lo que le pasa a Helena Sabater, lo que le pasa a María Andreu, lo que le pasa a David. Es parte de la vida. Personalmente me gusta escribir historias así, que cuenten un pedacito de vida y después se marchen. Son temas recurrentes en casi todo lo que escribo: el amor, la muerte, la amistad, la familia. El maltrato vino después. Es una realidad a la que no se le puede dar la espalda y supongo que necesitaba darle voz. Fue muy difícil, la verdad. He tenido la suerte en mi vida de no sentirme nunca maltratada, ni en el trabajo, ni con mis amigos, ni en la familia, ni con mi pareja; al revés, siempre me he sentido muy bien tratada, con confianza, sin que nadie dudara de mí. Es algo recíproco, nunca dudo de las personas que están a mi alrededor. Por eso fue tan difícil escribir esa etapa de Helena Sabater, porque era muy dolorosa. Aunque yo no lo haya vivido, sé cómo se siente una persona menospreciada y que hace oídos sordos a tus consejos; sé el miedo que se pasa cuando no puedes ser tú, cuando llegan a ningunearte de tal manera que acaban contigo, con lo que tú eras antes. Por eso fue muy duro, mucho.
El resto de la historia fue también difícil de escribir; bueno, más que de escribir, de sentir. Ver los conflictos familiares, las amistades rotas, los miedos… Al final son sentimientos que fluyen de dentro, sentimientos con los que lidiamos a lo largo de nuestra vida. Casi nada de lo que aparece en esta novela estaba planteado al empezar a escribir. Dejé que fuera sucediendo, que sus protagonistas me dijeran qué querían hacer. Eso también tiene su dificultad, porque había muchos momentos en los que yo le gritaba a Fifín, o a Helena, a Carlos, y ellos no me escuchaban. Es casi lo mismo que pasa en nuestra vida, que a veces no nos escuchan, o no escuchamos. Más o menos, así fue el proceso. Dejarme llevar por lo que ellos querían, aunque me pareciera fatal lo que estuvieran haciendo. Pero era su vida y debía dejarlos hacer. Sus errores debían ser suyos, y sus aciertos también. Las decisiones que tomaron son las mismas que nosotros vamos tomando en nuestro recorrido y, en mi opinión, son las que te hacen crecer, ser como eres.
Por eso me costó decirles adiós. En la primera presentación me preguntaron si pensaba rescatar a algunos de ellos en otras novelas. Si te soy sincera, lo pensé, porque pasar ese tiempo con los protagonistas y después dejarlos marchar era doloroso, parecido a cuando te despides de alguien que sabes que no volverás a ver; pero hubiera sido traicionarme a mí misma y a mi forma de contar las historias.
H – Cualquiera que te siga en redes sociales sabe que Tara, la perrita del libro, existe. Es inevitable preguntarte si hay una Helena Sabater, si hay una Fifín, un Andrés, una María… ¿y cuánto de ti, de tu propia vida, encontraremos en la novela?
R.S – Tara es casi la co-protagonista en la novela, ya lo sabéis; de hecho ella cree que es la protagonista y por eso sale en redes tanto, o se enfada y os manda mensajes cuando Helena cobra protagonismo absoluto. ¿Los demás personajes? De alguna manera existen, sí. Claro que hay una Helena Sabater, lo podemos ver en los telediarios, en la calle, con nuestros vecinos. Al igual que existen demasiados Andrés.
En mi caso, además, sí los hubo; alguien me contó esa historia, la esencia, aunque la fui desdibujando y creando de nuevo con los libros y las investigaciones que iba leyendo. Me interesaba más que Helena fuera una persona fuerte para mostrar que el maltrato no es solo de una clase social, y que no necesariamente se necesita un moretón para ser una persona maltratada. Esa es la parte de Helena que, de alguna manera, sí existe. La otra son muchas Helenas en una sola. Lo mismo para Fifín y Jaime, los padres; o para María, o Carlos. Quería mostrar una serie de cuestiones sociales que no podían salir de otra manera: las relaciones familiares, las amistades, el amor, o por qué a veces criticamos el rol de la mujer, pero cuando llega el momento lo repetimos hasta la saciedad; por qué somos las propias mujeres las que seguimos utilizando ese lenguaje machista que no nos ayuda a avanzar como sociedad. Es cierto que vamos dando pequeños pasos, pero creo que necesitamos crecer mucho para conseguir llegar a ese lugar perfecto. Como ves, hay temas que son importantes para mí y que aparecen en la novela. Mío propio, no hay tanto como se pueda pensar.
H – La mayoría de la gente que lee Cuando la vida te alcance se ve obligada a hacer autoanálisis de sus relaciones, no sólo de pareja, sino familiares. ¿Es algo intencionado? ¿Una llamada a mirar y valorar nuestras relaciones desde otro punto de vista? ¿o una consecuencia inevitable?
R.S – Supongo que una consecuencia inevitable. Quién no tiene una buena amiga, una relación de pareja, una familia que, de pronto, te parece tan lejana que casi no te pertenece. Es innato al ser humano. No era la intención hacer una novela en la que la gente se parara a pensar en su vida, en cada una de sus relaciones, pero es cierto que ha habido muchos mensajes de este tipo. Personas que han leído la novela y me dicen que han reflexionado sobre su vida. No era la intención, pero me he dado cuenta de que está ahí, que ese hablar de la vida obliga a quien lo lee a pensar en la suya. Quizá esto sea hermoso. De hecho lo es. Aunque de verdad que no era en lo que pensaba mientras escribía. Yo solo quería contar un pedacito de la vida de Helena, de Fifín, de Carlos, de Penélope, e incluso de algunos personajes que pasan de soslayo… Dejarlos a todos ahí, entre el Pirineo y Valencia, y que después siguieran su camino.
H – ¿Crees que la literatura debe siempre remover conciencias o sentimientos? ¿Cuál debe ser su función básica?
R.S – A mí me interesa la literatura que me remueve. Ese libro que acabas de leer y que te deja tocado durante mucho tiempo. Si me preguntas si solo leo ese tipo de novelas, no; igual que tampoco voy al cine a ver películas que te dejan destrozado, o tocado. A veces también está bien pasar un rato agradable, disfrutar, dejarse llevar. Creo que hay literatura, cultura, en definitiva, para todos los momentos. Pero sí pienso que es imprescindible que exista una cultura que te remueva. El teatro, la literatura, el cine, la pintura nacen de la necesidad de sacar algo, de criticar, de mostrar. Podemos reírnos a carcajadas y darnos cuenta de que nos están mostrando lo peor de nuestra sociedad, o lo peor de nosotros mismos. Para mí eso es imprescindible.
H – Ahora que conozco tu secreto, te diré que, aunque argumentalmente no son comparables, encuentro semejanzas entre tus dos novelas. En ambas hay personajes masculinos controladores. Las dos tocan, en mayor o menor profundidad, el periodo universitario de sus protagonistas. Y las dos exploran mundos interiores femeninos. ¿Serán estas tus señas de identidad? ¿Volverás a tratar estos temas en futuras obras? Y, sobre todo, ¿crees que hay una especial vulnerabilidad a este tipo de relaciones durante los años de formación?
R.S – Supongo que, de alguna manera, Rosa sale en sus novelas. Las personas controladoras y manipuladoras existen y son dañinas (hombres y mujeres). Si alguien es capaz de pervertir el lenguaje para sacar un beneficio, esa persona merece ser retratada de forma cruel; porque, al fin y al cabo, lo es. Y seguro que lo verás en más novelas mías (en la próxima, no; pero lo verás). El periodo universitario en Cuando la vida te alcance fue una manera de colocar una buena escenografía a una historia difícil. Y no creo que haya una vulnerabilidad en esa etapa; es más, de hecho pienso que en cualquier etapa puedes ser vulnerable. Dependerá también de cómo te sientas en ese momento, de lo fuerte que tú estés, de lo compleja que haya sido la vida contigo. He conocido chicas maltratadas con quince años y otras con treinta. He conocido hombres maltratados a los cuarenta. Creo que ninguna edad se escapa a ser manipulado o vulnerable por alguien que sabe aprovecharse de ese momento.
Por otra parte, sí que es cierto que para mí el periodo universitario fue muy importante, no solo porque conocí gente maravillosa sino porque fue un buen lugar donde aprender a reflexionar (que ya venía del bachillerato). Tuve suerte, porque no todo el mundo cuenta esta historia así; pero para mí fue una etapa muy buena y, claro, eso se ve en las novelas y seguro que lo veremos en las siguientes. Lo mismo ocurre con los temas, se van a repetir, porque me gusta hablar de la vida. Lo haré desde una voz masculina o femenina, pero seguro que abordo los mundos interiores porque me interesan mucho. Y ya te adelanto que mi siguiente novela no tendrá únicamente una voz femenina.
H – Volviendo a las semejanzas: Las 2 protagonistas de tus obras (y al volver a utilizar ese pronombre posesivo pido perdón a Pepa y Paula, pues sólo pretendo abreviar), son excelentes estudiantes. ¿Te parecen más interesantes este tipo de personajes que, por ejemplo, las chicas pertenecientes a familias desestructuradas, malas estudiantes, etc?¿No darían más juego literario las de este segundo tipo?
R.S – No me lo había planteado de esa manera. Supongo que son buenas estudiantes porque a mí me gusta estudiar (a Paula casi más que a mí; Pepa, por el estilo). En Cuando la vida te alcance era necesario, el personaje lo pedía. Hubiera sido más fácil escribir sobre una chica que viene de una familia desestructurada, sí; pero al final eso es un arquetipo que no es real. No todas las personas que vienen de familias desestructuradas se dejan pisotear. Y al revés, no todas las personas que tienen estudios, familia, y una buena posición, son invencibles. Todos podemos caer en algún momento y eso nos hace humanos. Es lo que busco cuando escribo, crear personajes humanos, que sean como nosotros, con nuestros miedos, nuestras inquietudes, nuestras oportunidades y nuestros grandes momentos. Porque no todo es malo en la vida.
H – ¿Temes que Cuando la vida te alcance pueda ser etiquetada como obra costumbrista? ¿Crees que es literatura de mujeres para mujeres?
R.S – ¿Del siglo XXI? Espero que sí… No sé si puede ser etiquetada de esa manera; de hecho, no me gustan las etiquetas, aunque sé que hoy en día lo etiquetamos casi todo. Quiero pensar que es una novela que refleja nuestra sociedad, nuestros miedos, las ilusiones, las frustraciones. Costumbrista en ese sentido, supongo que sí que lo es.
Respecto a si creo que es una novela de mujeres para mujeres, no. O al menos no es lo que pretendo. Es una novela para disfrutar, sentir, vivir emociones. Eso no debería ser propio de las mujeres o caemos en los estereotipos de los que hemos estado hablando antes. Habla de mujeres esta novela, sí; pero también de hombres, de padres, de hermanos. Igual que habla de madres, de amigas, de hijas. No me gusta pensar que hay literatura para mujeres o para hombres.
H – Desde mi punto de vista masculino, no lo es. Ser un hombre no me supuso ningún problema para comprender a Helena. E hilando temas: ¿Crees que existe la discriminación de género en el mundo de la literatura? Y de ser así, ¿Cómo combatirlo?
La discriminación existe allá donde mires. Tampoco es un tema propio de mujeres escritoras, también lo es de inmigrantes, de trabajadoras, de pequeños frente a grandes. En cualquier ámbito vas a encontrar discriminación y la literatura no se escapa a eso. Combatirla es tarea de todos los que nos dedicamos a ella, y no hablo solo de escritoras, también de lectores, de editoriales, de librerías. Ser combativos es algo que deberíamos llevar tatuado en la piel.
H – Volviendo a lo literario: segunda obra con Nou Editorial. ¿Crees que el hecho de haber sido editora antes que escritora, les facilita o les dificulta el trabajo? ¿Seguirás trabajando con este sello?
R.S – Siempre estaré agradecida a Nou Editorial por confiar en mí. Nos conocíamos de antes, pero si no hubieran creído en estas novelas no hubieran apostado por ellas. Cuando una editorial pequeña saca adelante un proyecto debe creer en él o no funcionará. Haber sido editora me parece que les ha facilitado más que dificultado el trabajo (aunque esto deberían contestarlo ellos). Saber cómo es el mundo por dentro, las dificultades, la multiplicidad de tareas que tienes que llevar a cabo si quieres seguir, supongo que me ha hecho ver mi publicación como una propuesta más. En algunos momentos me he sentido más editora que escritora (aunque parezca una contradicción). Nosotros pensábamos sacar Cuando la vida te alcance para la Feria del Libro. Al ver la situación, cómo se suspendían los actos literarios, las dificultades que íbamos a tener para dar visibilidad a la novela, fui la primera que les dijo que esperáramos. De hecho, fue una sorpresa que me dijeran que la sacaban en verano. Creo que incluso hubo momentos en los que les dije que no arriesgaran, que podíamos esperar a ver cómo se desarrollaba el otoño, si seguirían adelante con las Ferias del libro o no. Pero ellos ya no querían esperar más. Me dijeron que llevábamos meses con las ganas de verla en papel y que había que apostar por seguir adelante. Eso siempre se lo agradeceré. Como editora he de decir que, en general, todas estas editoriales pequeñas están arriesgando mucho por mantener a flote un sector al que los grandes sellos están engullendo.
Y por supuesto siempre que Nou Editorial quiera seguir trabajando conmigo, lo haré. Confío en ellos como editorial, pero también en las personas que hay detrás y eso es muy importante para mí.
H – Tuviste tu propia editorial, Alupa. Más de 60 títulos publicados entre ensayo, novela y teatro. ¿Por qué terminaste esa aventura? ¿Cuál es tu mejor recuerdo?
R.S – Alupa fue un proyecto muy bonito que nació de mi época en la universidad, de cuando buscábamos un sitio en el que editar investigación. Después vinieron otras propuestas, de novela, de teatro, cuentos y se fue haciendo grande. Eso fue lo mejor, ver cómo se levanta un proyecto, crecer con él. Terminé porque me quedé sin fuerzas, la verdad. Demasiado trabajo para una sola persona y me di cuenta de que me iba a pasar factura. Cuando se habla de pequeñas editoriales la gente no es consciente de que detrás puede que haya una o dos personas, no más; se echa mano de colaboradores, pero en muy contadas ocasiones, porque eso supone otro esfuerzo adicional y, normalmente, cuando se acaba el mes, terminas de pagar las facturas, y haces una pequeña provisión de fondos (si es que lo consigues, porque la mayoría de veces no puedes) te has quedado con un sueldo mínimo. Las pequeñas editoriales juegan con márgenes también muy pequeños: el 50% del precio del libro es para las distribuidoras, el 10% para derechos de autor (y es una cantidad que no compensa las horas de escritura, pero no se puede hacer más), aproximadamente un 20-25% para la imprenta… Ahora calcula lo que le queda a la editorial. He visto cerrar muchas pequeñas editoriales porque les ha sido imposible mantenerse; he visto amigos agotados por intentar sacar adelante un proyecto que te deja sin fuerzas. Es hermoso, pero también difícil. Por eso hay que apoyar a las pequeñas editoriales, porque al final son ellas las que te cogen el teléfono un domingo, te dan un abrazo y confían en ti. No eres un producto comercial, eres una persona. Eso no quiere decir que no me gustaría publicar con una gran editorial, claro; pero sin perder de vista que, en la mayoría de las ocasiones, son las pequeñas las que te dan la primera oportunidad.
H – Es muy triste cuando una editorial cierra. Son muchas obras las que terminan ahí su camino al desaparecer del mercado. Tú misma publicaste dos de tus ensayos con Alupa: Las Adelfas (2010), y Adriana Lecouvreur (2011). ¿Planeas reeditarlos?
R.S – No creo que exista la posibilidad de reeditarlos, porque si la novela es complicada, imagínate el ensayo. Tiene muy poca salida, pues va dirigido a un sector muy concreto. Y fíjate, en el caso de Adriana Lecouvreur era una obra no solo inédita, sino que además se desconocía su existencia. Uno de los descendientes, su sobrino-nieto, formó parte de la edición de la obra, la rescatamos e intentamos configurar aquellos pasajes que no habían sido escritos o que no se habían localizado (ahora sabemos que había alguna página más). Solo si consigues que una gran editorial o un grupo económico potente te compre, tiene vigencia.
H – ¿Te consideras romántica? ¿Realista? ¿Por qué seguir adelante cuando el mundo explota?
R.S – No creo en el romanticismo que nos venden en las películas. Pero claro que creo en el amor, en esa complicidad entre una pareja que lleva conviviendo décadas. No imagino una vida sin amor: amigos, familia, pareja, perros (jajaja)… También soy muy realista, aunque me gusta definirme como optimista. Intento buscar siempre el lado positivo de las cosas, una grieta por la que asomarme y ver luz. No me gusta nada la oscuridad que destila nuestro mundo; pero, pese a todo, intento aferrarme a esa pequeña luz. Todos hemos tenido momentos en los que nos hubiera gustado bajarnos del tren, porque la realidad presente no nos ha gustado, pero pienso que hay que hacer un esfuerzo y continuar. Al menos mientras sigues siendo tú, ya me entiendes.
H – ¿Cuál es la meta literaria de Rosa Sanmartín?
R.S – Seguir escribiendo. Ahora mismo no me imagino haciendo otra cosa. De hecho, mi meta es dedicarle más horas porque en la cabeza tengo historias que necesito sacar. Hay un montón de personajes golpeando incesantemente, proyectos teatrales que quiero convertir en novela; historias que me han contado y que quisiera poder transmitir; en fin, solo les pido que aguanten ahí, porque si se marchan, va a ser muy difícil recuperarlos.
H – ¿Qué puedes decirnos de tu próxima novela?
R.S – Mi próxima novela fue una historia que se me coló en la cabeza cuando ya estaba investigando para un texto ambientado durante los años de la guerra civil y posguerra. Una historia de familias, sus vivencias, sus temores. Tenía el material, grabaciones, apuntes, casi todo organizado para ponerme con la escritura… Y esta novela entró sin preguntarme. Tuve que abandonar la otra historia y ponerme a fondo. Ha sido muy intensa, también dolorosa, porque se sufre mucho con los personajes. Es una historia contada desde diferentes puntos de vista mientras va avanzando la acción. Parecía que iba a ser una novela romántica (en cierta manera lo es), pero tiene connotaciones, argumentos, historias que no permiten encasillarla en esa categoría. Tú mismo me lo dijiste en una conversación: “Cuando la vida te alcance es una historia de personajes”; pues la siguiente también, aunque esta vez veremos múltiples voces hablando sobre la vida. Ha sido muy divertido contar con ocho personajes que hacían que la acción avanzara, cada uno a su manera, con sus sentimientos… De verdad puedo decir que ha sido una experiencia increíble y con la que he aprendido mucho.
H – Recomiéndanos un autor o autora. Sólo uno/a.
R.S – Como no puedo nombrar solo a un amigo o amiga que se dedique a la escritura… Diré Julian Barnes.
H – ¿Algún consejo para quien sueñe con convertirse en escritor/a?
R.S – Creo que todo el mundo debería escribir; esto es algo que digo siempre en las charlas que doy. Es muy terapéutico, te ayuda a desarrollar la imaginación, te obliga a recordar, a hacer esfuerzos por recuperar la memoria. También, a veces, a sacar la angustia que tienes dentro, el dolor, o la alegría, claro. Todos tenemos historias que contarnos. A partir de ahí, si hablamos de ser escritores profesionales, me parece imprescindible tener una formación que te ayude en la técnica, en cómo desarrollar una historia, en cómo contarla. Hay aspectos que son necesarios a la hora de crear historias. Y sobre todo me parece importante leer mucho y escribir todos los días. No hay que pensar tanto en la meta, ni en si la historia gustará o no, las páginas que son recomendables según qué editorial, si ahora se lleva más un género u otro. Lo importante es sentarse, vaciar la memoria y dejar que los personajes y sus historias te lleguen.
Si habéis llegado hasta el final es porque la cercanía y la humanidad de Rosa os ha cautivado. Esta escritora no sólo desata sus sentimientos e inquietudes en sus novelas. También lo hace periódicamente en su web, reseñando obras de otros autores o comentando lo que le inquieta. No dejéis de visitarla pinchando aquí.
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Muchísimas gracias por tus palabras.
Creo que es una entrevista fabulosa. Has sabido transmitir las inquietudes de la autora que, por otro lado me ha asombrado su faceta múltiple, como empresaria, sacando adelante una editorial, como investigadora, con sus ensayos y como escritora de literatura con obras de teatro y novelas. Creo que es una mujer muy completa y tú has sabido darle las pautas para que se muestre tal como es. Gracias a los dos.
Con Rosa lo tuve fácil. Es una mujer sincera y cercana que no tiene miedo a mostrarse tal cual es. Y por supuesto, como tu dices, es admirable su capacidad de trabajo y la de campos en que se ha desenvuelto.
"Creo que todo el mundo debería escribir"
Detrás de esa sola frase se ve la maravilla de persona que es Rosa.
Y lo mucho que ama la literatura.