¿Cuántas personas hay en nuestro interior? ¿Cuántos de nosotros conviven en lucha, peleando por salir a cada momento? El yo adulto suele ser el más fuerte, el que sujeta y acalla a los demás. Pero a veces, el niño que fuimos, o el adolescente que aún ansía disfrutar de la vida creyendo secretamente que es inmortal, logran aprovechar los momentos de debilidad de nuestra última versión y consiguen mostrarse al mundo. Y esa personalidad más madura es superior porque tal vez tuvo más tiempo para desarrollarse, porque fue superando las dudas y los miedos de las anteriores. Sabe, o debería saber, abstraerse de sus errores pasados, ganar distancia, y apreciar a aquellas personas (familiares y amigos) que le ayudaron en el camino.
El tiempo, ese enemigo al que tanto tememos, fue nuestro aliado secreto. Sin él, ¿quién habría puesto orden entre todos aquellos que fuimos y que somos?
En un futuro cercano la ciencia devuelve la esperanza a Raquel, una madre abnegada cuyo único interés en la vida es el cuidado de Daniel, su hijo preadolescente que, a causa de una meningitis bacteriana, vio truncada toda su vida cuando era pequeño. Un implante en su cerebro puede estimular las zonas dañadas y favorecer la sinapsis. Nadie sabe realmente hasta qué punto puede mejorar, pero la situación de Dan, absolutamente dependiente de su madre y de Albert, su cuidador y único amigo, es tan desesperada que se hace inevitable correr riesgos.
La novela arranca el mismo día de la operación. Raquel nos cuenta en primera persona toda su historia. Hace que sintamos que nos habla directamente, aunque tal vez no sea así. Nos describe su universo, nos explica como se vio sola poco después de la concepción de Dan, como dos sílabas y algunos gestos son suficientes para comunicarse cuando hay amor, y como pueden desarrollarse sentimientos contradictorios incluso hacia el más acérrimo de los aliados. Pero también nos habla de sus temores ante la posibilidad de perder a su pequeño, tanto si la operación fracasa como si no lo hace y su hijo, ese bebé que habita un cuerpo ya enorme y que no puede manejar, comenzase a verla con otros ojos y a juzgarla por sus errores.
Al iniciar la lectura de esta obra es inevitable no intentar establecer paralelismos con Flores para Algernon de Daniel Keyes (y de un modo más impreciso con La velocidad de la oscuridad de Elizabeth Moon), pero Àlex Marín Canals se desmarca rápidamente con una trama original e intimista que incide, tanto en los procesos internos de la madre ante los cambios y situaciones que debe enfrentar, como en los del hijo que, conservando recuerdos de su vida y sentimientos cuando se encontraba en un estado semi-vegetativo, se descubre de pronto a sí mismo con unas capacidades intelectuales que exceden las de la media y sin los recursos emocionales necesarios para manejar la situación.
La forma en que el autor consigue desatar todo un torrente de sentimientos que confluyen amenazando con arrasar a sus personajes (el amor, la pasión, la ira, la soberbia, el miedo, la nostalgia, el arrepentimiento, la venganza…), y provoca a su vez reacciones en el lector que no puede evitar pasar de la esperanza a la decepción, la angustia, la indignación o la lástima por momentos, es magistral. Y la sutil utilización del lenguaje como un marcador de la distancia en las relaciones materno-filiales, fabulosa.
Esta historia, ganadora del III Premio de Novela de Ciencia ficción Ciudad del Conocimiento, debe ser leída por todo el mundo. La sociedad descrita es tan reconocible que nadie se sentirá descolocado ante los avances científicos que se muestran y cada una de sus páginas desprende humanidad. Hacedlo y descubriréis que no hay lenguaje más perfecto que el de los sentimientos. Pero cuando lo hagáis, dejad que os acompañen el niño y el adolescente que alguna ved fuisteis.
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¡Qué tema tan duro! Creo que lo peor que le puede pasar a una madre es ver sufrir a su hijo. Con una enfermedad cerebral imagino que será parecido a perderlo, ver que no puede desenvolverse por sí mismo… Y si luego la ciencia no arregla el asunto como nos gustaría debe ser demoledor. En fin, en tu crítica has hecho un análisis filosófico buenísimo. Yo creo que no estoy preparada para enfrentarme a esta desolación, aun así apunto el título porque me dejas con la intriga. ¡Felicidades!
Es un libro intimista, nada alegre. De los que te obligan a encarar el lado más sombrío e incompleto del alma humana. Esta es una novela 100% recomendable. Si algún día lo lees, espero poder leer tu análisis. ¡Gracias!