Como antiguo mistagogo, Drake 79-K regurgita toda idea hasta descomponerla en sus diferentes facetas, orígenes, bifurcaciones, repercusiones, consecuencias, destinos y desatinos.
Como actual parásito galáctico, vagamundos y muerto de hambre, no se puede permitir tales divagaciones con el buche vacío.
Tan vacío como este planeta donde fue vomitado, polizón de a bordo, por el último buque que osó hollar con su presencia. Tras cuitas varias.
Con una única compañía, su inseparable figmento, Ali. Un mínimo homúnculo hecho de material terroso que llevaba con él/ella desde su tercer nacimiento del barro. O puede que antes… Dudo en propósito.
Ahora, y quizá también entonces, a falta de nada mejor que hacer, Drake 79-K disfruta del plugo propio, en solaz, tapando los siete ojos de Ali para que no sufra de vergüenza o remordimiento.
Solo, o cuasi, en aquella estéril rémora de mundo consistente en un páramo yermo, envidia de los arcaicos terraplanistas que una vez gobernaron el no universo.
Termina con sus labores y se incorpora, tarareando una sutil melodía la cual alguien escuchó pretérito, y que le ha sido contagiada por osmosis desde quién sabe dónde o cuándo.
Drake 79-K ignora la verborreica muda de Ali para iniciar su enésima vuelta a la nada, esperando algo, una ínfula de esperanza. La vida no alcanza a este inhóspito lugar en ninguna de sus manifestaciones. El agua o cualesquiera líquido deviene quimera. Alimentarse de sueños no resulta posible. Y su propia voluntad agoniza a la vez que su cuerpo, informe, se marchita, perdiendo incluso alguna de sus múltiples extremidades.
Anhelando un final que no llega. Un final que no se revele en nuevo principio. Una existencia mejor o peor, pero que no está. No se espera.
En sus ciclos de mistagogo, inicios de varias y variadas civilizaciones, predicaba con alegría y desespero cualquier religión que fuere viable, que entrase en las toscas testas de la raza elegida para su evangelización. Adaptándose a la cultura, al ambiente, a la raza, a las características y memoria ancestral de dichos recipientes de su imaginativa sabiduría. Esa vasta sabiduría.
Aunque, pese a tales excéntricos salmos, letanías que los acólitos replicaban en memorias infinitas, Drake 79-K conocía la verdad, al menos, una verdad. O toda verdad.
Que todavía no puedo contarte. Paciencia.
De regreso al presente, Drake 79-K sitúa a Ali sobre su cabeza, a modo de sombrero animado. Un Ali metamórfico que muta la forma en conveniencia de su dueño para proporcionarle el mayor consuelo posible en tamaña situación extrema. Pese a que ese buen ánimo contrasta con el constante batiburrillo de monosilábicos inenarrables que alteran a su montura actual.
Drake 79-K no puede rendirse, no lo han fabricado así. Solo entiende de avanzar, seguir, reinventarse, innovar. Reconstruirse. Renacer sin fénix pero sí con conciencia y recuerdos. Aunque consuma olvido. Por lo que se encuentra en el más detestable de los escenarios, sin público, sin bebercio, sin transporte, sin nada a lo que fusionarse o imitar o sustituir.
Hasta que algo ocurre, porque, de lo contrario, esta no sería una historia memorable, sino una simple homilía de despedida fúnebre, panegírico recreativo.
Una nave espacial viva surca la atmósfera del hábitat que Drake 79-K no ha heredado ni quiere. Una nao particularmente especial, que rezuma alegría, que supura música. La nave Alice, de los mecha conocidos Nirvana Boreal. Ese vehículo interdimensional que tantas aventuras ha disfrutado no se detiene; por supuesto, no narramos su historia, ya contada y por contar en otros manuscritos. Pero sí lo hace su perseguidora, harta de tanta fábula, de cazar gamusinos con red, de perder el no tiempo en una frugal captura improbable.
Esa nave sí frena su trayectoria y desciende sobre el mundo donde Drake 79-K es ya el dios absoluto. Aterriza. Se posa cual insecto en nenúfar. Abre su portón integrado a base de pistones. Apaga los motores de propulsión plasmática. Y descubre a su dueña y navegante. La para nada afamada Tora, con Z.
Tora con Z mira a su alrededor, bajo su cúpula de capas transparentes, dejando a la exhibición sus interioridades, esa anatomía del cosmos exterior capaz de pervivir bajo cualquier circunstancia adversa, una medusa eterna. Extiende sus probóscides incandescentes y avanza hasta Drake 79-K y Ali, quienes la esperan con sus receptáculos abiertos. Atisbando una oportunidad. La postrera.
Fo-ras-te-ros. ¿-¿-¿-Qué-ha-ceís-a-quí-?-?-?
¿Perdón? Usted, estimada damisela de ondulantes pieles es la desconocida en este planeta que moramos yo y mi querida amiga Ali.
Blirililibirririli.
Hasta hemos puesto nombre al planeta, ¿verdad, Ali?
Bilililiriri. Bli!
Otros dos estúpidos faranduleros no, por favor, piensa Tora con Z, con su extraño mecanismo de psique mental, sobre este dúo de personajes. Bastante he tenido tratando con Phineas y su troupe. Ya está bien. Merezco algo de suerte. Pero la fortuna es creada por una misma, no depende de lo que deparen los mal llamados destinos. Escrutemos pues. Decidamos después.
(traducción libre de sus pensamientos, al igual que de los diálogos incognoscibles).
Y ya que ha llegado usted tan amablemente para visitarnos, y que, en compensación, le ofrecemos libremente el regalo de nuestra compañía, no le vendría en menester, con esa magnifica cosmonave que posee, acercarnos hasta la Vía Craetonia para un pequeño recado, imperceptible, que no debemos demorar. Apenas será un evo de distancia. A más cambio, yo, nosotros, podemos contarle la increíble historia de su numen, el amo de ese espléndido contexto de satélites que usted llama su hogar, Nébula Ósea.
Tora con Z ignora a Drake 79-K, igual que lleva siendo ignorado durante los últimos paraciclos. Se coloca organismo contra exoesqueleto, y lo roza con una de sus ventosas reticulares. Provocando el milagro. Drake 79-K sufre de lisergia intuitiva. Ha estado a punto de manipular a su salvadora, pero ella es más rauda para contagiarle los efectos de su contacto, pese a la plática hipnótica del predicador. Llegan las consecuencias. Y el secreto.
***
Drake 79-K se traslada desde el onírico a lo fantabuloso en un viaje demencial revertiendo hasta que era solo Drake, sin la detestable coletilla de 79-K. Apenas un adolescente lunático de las lunas de Saturno. Maravillado por la contemplación del cosmos, de los anillos, de las esferas multicoloridas más allá de lo que alcanzaba a soñar.
Pidiendo a sus progenitores una excursión, un viaje hasta uno de esos mundos hermanos dentro de la misma galaxia. Quizá el azul cercano al orondo sol que dominaba y destruía a la vez su ecosistema.
Estos se negaban, como buenos recogedores de admianto transtelar. Pescadores de esa sustancia que se usaba en la construcción, que necesitaba de forja y trabajo manual para devenir en una de las más indestructibles y maleables de sus dominios, si era bien trabajada. Familia humilde.
Hasta que algo, alguien, Eso, se le apareció a Drake. Una presencia mayestática. Un Ojo latifúndico. Algo que era y ocupaba todo, espacio, tiempo, razón, irrealidad.
Ese Óculo sin párpado hizo un guiño a Drake, tan asustado como ilusionado. ¡Un cambio al fin! Algo que pasaba, que le pasaba a él/ella.
En ese momento, Drake imaginó a Ali para tener a quien abrazarse. Le infundió aliento por medio de ese Ojo ciclópeo. Siendo su mecanismo. Su prolongación. Su figmento. Figmento de un figmento.
Drake le cuestionó a Ali sobre irse o no irse con lo ignoto, con el Óculo que domeñaba (y domeña) el centro del núcleo del vacío hueco y el olvido esperando. La fuente de las pesadillas. El origen y final.
Ali solo respondió: bliri.
La cosa estaba clara. Y se fue con Eso. Desapareció. Para por siempre.
En esa ausencia terrenal durante la que se derrumbaron imperios, aprendió lo imposible. Oséase, la totalidad del conocimiento. Las verdades y mentiras. Las fronteras. Los límites. Las paradojas. Que cualquier ente conspiraba a ciegas, nulo, ignaro, ajeno a la veracidad de lo que es y por qué es.
Drake enloqueció. Ali no.
Eones después, cuando su raquítica mente múltiple, ya masificada de sabiduría innecesaria y perturbadora, pudo asimilar esa totalidad, fue expulsado del Óculo. Lejos. Fuera.
Cayó en manos de los esclavistas de átomos, unos funíngulos escamosos que comerciaban con carne y acero. Ellos terminaron de transformar a Drake, asesinatos mediante, y le otorgaron el sobrenombre de 79-K. Para después venderlo a regular postor.
Drake ya 79-K, todavía aturdido, no hizo esfuerzo consciente por escapar. Solo contaba historias, el trovador de las lunas lo llamaban en palacio, pues en cada escaso ocaso se dejaba llevar por sus delirios y narraba las más místicas leyendas sobre ese mundo, cernículo, galaxia y universo en cuestión. A cada cual, más increíble. A cada cual, más seductora.
Pronto fue nombrado pastor, hombre preminente. Y restituyó una idea fenecida, las antiguas iglesias, la religión de las cadenas, que no la del estimulante Dios Castaña.
Alzó su voz mientras recuperaba su humanidad saturniana, comprobando que ya no era el mismo. Lo único que conservaba de sí era a Ali, inseparable. Y sus novedosas, interminables historias, cuentos, juglerías.
Menos pronto mudó para expandir su palabra. Para convertirse en una verdad ni tan siquiera parecida a la que el Ojo le reveló durante la tortura. Saltando de mundo en cosmos en galaxia en agujero de gusano y en clepsidra. Sin pausa. Sin prisas. Con la cabeza llena de sus fábulas que eran aceptadas, reverenciadas, obedecidas.
Se cansó Drake 79-K. Se hartó de ese músculo sin nombre que vociferaba por él. De proclamarse e imponerse. De esa cascada de vocablos en heterogéneos dialectos, sonidos o símbolos que resaltaban sus profecías, sus testamentos, sus tablas de ley y fe.
Huyó. Y fue rastreado hasta el hostigo, sin importar la luna, estela, nube de gas, orbe, estrella rota, tumor raquítico o casiopea en que se ocultase. Fue cazado. Exprimido. Defenestrado. Plagiado. Finiquitado. Crucificado. Mutilado. Quemado. Vilipendiado. Cercenado. Violentado. Murió ciento veces y resucitó otras tantas.
Triste siempre. Vacuo siempre.
Hasta que se hartó de hartarse. Y comenzó a fagocitar a sus huestes de anfitriones obligados. Para ser más Drake 79-K.
Camino al destierro. Vagamundos.
Así se pervirtió su idea original. A sí mismo, que no a Ali.
Así recordó Drake 79-K después del roce sinuoso de Tora con Z.
***
Drake 79-K despierta anonadado. Colapsado. Restituido. Quizá sanado. Con su cascarón reblandecido.
Tora con Z lo escruta para decidir si acaba con su penoso periplo o lo conserva con hálito flojo. Es su función, arreglar o desestimar.
Ali aguarda.
Drake 79-K llora lágrimas de cometa. Llora hasta llenar el planeta de mares, ríos y océanos. Llora hasta poblarlo de vegetación primero y fauna después.
Tras ello, se incorpora, con miedo de pronunciarse. Solo abraza a Tora con Z, en un cuerpo a organismo a exoesqueleto imposible. Se sienten.
Después, ella lo suelta, lo deja marchar y se sube a su nao, todavía indecisa. Superada por ese contacto sorpresivo. Buscado al azar el siguiente objetivo de sus revelaciones. Sabremos de ella.
Drake 79-K se necesita. Volver. Regresar. Ser.
Coge a Ali con mimo, la ternura más confortable que conoció el universo. La integra en su ser, lugar del que provino, del que debió salir para mantener a su padre/madre con vida.
Drake se arranca el 79-K. Contempla su reflejo en una gota de lluvia. Se reconoce. Invoca una nave, su nave. Sube a bordo. Obsoleto de sonidos. No quiere. No puede. Aún. Recuperará el habla, os lo prometo. Para bien y para mal.
Drake escruta, consulta con su Ali interior aquello que ha hecho, los lugares en los que estuvo, lo que le queda por ver. Lo insólito y lo vetusto. Sonríe. Por vez primorosa.
Asciende. La materia oscura ruge en los motores. Esta nave se llama Fee, y es hermana de Alice, de los Nirvana Boreal. No envidiarán desventuras una de otra. Naves cefalópodas.
Drake surca en vuelo la ienoesfera cruzando el cosmos, navega hediendo los cúmulos interespaciales soñando despierto. El antiguo Drake. Con todas sus historias, con la sabiduría opacada, con la ilusión de un infante. Arranca la cronología del bucle una vez más, pero, en esta ocasión, diferente. Divertida.
El Óculo devendrá orgulloso de su niño/niña.
Les esperan hazañas y riesgos como ninguno antes. Y serán rememorados cual apologías. Conocerás más acerca de ellos, de ambos. En sucesivas historias. ¿O no ha sido esto bastante para ti?
Drake y Ali, Ali y Drake, han roto su cárcel trotando libres. Sin rumbo. Con alegría.
¿Serás tú capaz de hacer lo mismo?
Relato nominable al III Premio Yunque Literario.
Román Sanz Mouta es un autor nómada y amante de la metamorfosis. Traspasa con sus historias los límites, trasgrediendo en cada género para ofrecer libertad a todo un estilo y simbología propias que convierten al lector en protagonista; con importantes tendencias lovecraftianas e inmersivas.
Ha publicado las novelas «Intrusión» (onirismo sobre la memoria, Ediciones Camelot 2016), «De Gigantes y Hombres» (fábula, Lektu, 2018), «Benceno en la Piel» (humor y terror Pulp en Gijón, Editorial Maluma 2019) y «Carpintería muerta (Open City, 2023)»
Es redactor en la web Dentro del Monolito, y ha colaborado, participado o ha sido seleccionado durante los últimos seis años, con su capacidad dispersa para el relato, en diversas antologías, revistas o delirios cualesquiera como: Insomnia de S. King, Vuelo de Cuervos, Círculo de Lovecraft, NGC3660, Castle Rock Asylum, Boletín Papenfuss, Los52golpes, Terror y nada más, Tentacle Pulp, Testimonios Paranormales, Diversidad Literaria, Cuentos de la Casa de la Bruja, colección «Show Your Rare», Terminus, Space Opera «Dentro de un Agujero de Gusano», revista Los Bárbaros edición especial “Noir” New York, 2Cabezas y su “Clark Ashton Smith; Cuentos de Extrañeza, Misterio y Locura”, revista Mordedor, revista Preternatural, Penumbria, Underwrizer, el Kraken Liberado, Avenida Noir, El Yunque de Hefesto o Calabazas en el Trastero
Todo ello de fácil localización, y en su mayoría gratuito, disponible en su twitt fijado. Siempre profundizando en lo extraño, absurdo, surreal o terrorífico-esperpéntico.
Gallego de nacimiento y asturiano de adopción, este vagamundos de la imaginación reside en Vegadeo mientras completa su trasvase a la locura…