Cuando nos topamos con algún caserón aislado y semiderruido, ya sea en mitad de un bosque o en cualquier promontorio cercano al mar, no podemos evitar recordar aquellas mansiones embrujadas tan propias de la literatura gótica. Este subgénero narrativo se ha mantenido vivo hasta nuestros días gracias, sobre todo, al cine. Buscando, tal vez, cierta actualización o un mayor impacto entre el público, se ha terminado por señalar, como origen de todo lo oscuro e inexplicable, a presencias demoníacas de diversa naturaleza. Lo cierto es que, en un mundo invadido por la tecnología y donde nos han enseñado que siempre existe una explicación científica para todo, es muy complicado hacer creíble una historia de este tipo sin echar mano de seres infernales.
Sin embargo, la mitología acerca de casas encantadas debe mucho a Edgar Allan Poe. Su obsesión por la idea del enterramiento en vida y de la traslación del alma al lugar físico donde se estuvo mucho tiempo confinado, fueron los cimientos para la mayoría de las obras posteriores del género.
Es difícil imaginar cómo el gran escritor y poeta del siglo XIX, que no necesitó recurrir a criaturas del averno para generar terror, habría podido intranquilizarnos en la era de la domótica. O lo era hasta que Marco A. Marcos Fernández construyó La casa automática rindiéndole un divertido homenaje.
Ricardo Valls es un hombre de éxito. Su matrimonio con Ángela Baena le proporcionó el dinero y los contactos necesarios para crear uno de los estudios de arquitectura más importantes del mundo. Su mayor ambición es ganar el Premio Pritzker y con su nuevo proyecto, una vivienda totalmente automatizada con forma de caracola, está absolutamente seguro de lograrlo. Siempre hay obstáculos, pero un hombre como él no se detiene ante nada y está convencido de poder superar el principal de ellos: revertir la corriente de opinión contraria al proyecto que es liderada por el Padre Balaguer Beltrán, un dudoso sacerdote que considera una atrocidad el empleo de partes de un cerebro humano como procesador del ordenador que lo controlará todo.
La obra, ganadora del III Premio de Novela de Terror Ciudad de Utrera, arranca desvelando un desenlace dantesco. Pone desde el inicio las cartas sobre la mesa, pero eso no le quita ningún interés a la historia. Retrotrayéndose en el tiempo nos permite descubrir, a través de los ojos del propio arquitecto, sus pensamientos, sus ambiciones, su falta de escrúpulos y de humanidad. Pero también las características del resto de personajes que integran la trama, todos como mínimo censurables. De este modo el lector, henchido de antipatía hacia ellos, comienza a hacer sus apuestas sobre el desarrollo de la narración esperando, no exento de cierta malicia, que se cumpla lo prometido y que algunos sean castigados por sus terribles pecados.
Con ritmo ágil y un tono que invita más a la destrucción que a la salvación, esta novela corta se convierte en un estupendo y macabro divertimento. Las motivaciones de los personajes (codicia, infidelidad, venganza…) son tan antiguas como el mundo y todo está perfectamente hilado. Nada es casual. Cada pieza encaja recordándonos que no hay acción exenta de consecuencias.
Os propongo un reto: asistid a la inauguración de esta hermosa casa situada frente a la costa de Málaga. No temáis. Allí el autor ha invitado a unos cuantos personajes mundialmente conocidos, pero les ha cambiado el nombre. Adivinad quienes son. Y después, si sois capaces de salir con vida, decidid si Valls, vuestro anfitrión, pagó un precio a la altura de su ambición.
Me despierta curiosidad y vengo de leer La Casa de Hojas. Alguna similitud? Es casas encantadas y terror genuino? Pregunta clásica… jajajaja. Gran reseña y novela apetecible.
Más que temerosa, eres precavida. Una mujer muy sabia. ¡¡Gracias!!
Pues no he leído La casa de hojas, pero basándome en la reseña que publicaste en Ritual Román te diré que no tienen nada que ver. La casa automática es menos compleja y su intencionalidad es la del entretenimiento. Creo que el autor debió pasárselo muy bien escribiéndola. En cuanto al terror genuino, depende: ¿te gustan los relatos de Poe?. Es esa clase de terror. Aquí no encontrarás seres sobrenaturales, aunque tal vez sí algún alma sin descanso. Un abrazo!
Una historia extraña. Me pica la curiosidad. Tú lo cuentas muy bien. La verdad es que suelo huir de lo macabro, pero me has tentado, y te aseguro que no es fácil.
Es una modernización de lo anacrónico, un homenaje a los orígenes (o un retorno a la esencia) de este subgénero del terror. Y componentes macabros… los hay. ¡Gracias!