¿Por qué nos sentimos tan fascinados por el número tres? Debe estar íntimamente relacionado con nuestra naturaleza. Para los pitagóricos simbolizaba la armonía universal. Tres son los dioses que aparecen como unidad trinitaria en la mitología nórdica (Odín, Thor y Freyr) y en el hinduismo (Brahma, Visnú y Shiva). Tres era el número más sagrado para los celtas y tres son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Tres las cruces del Gólgota y para los biólogos, tres representa la clave de nuestra existencia ya que tres son los tipos de moléculas de los que dependen todas las funciones biológicas (repasad vuestros apuntes sobre el ARN).
Tres fueron, también, las brujas que acudieron a inspirar a Shakespeare en el castillo de Inverness para que escribiera Macbeth… ¿por qué ponéis esa cara? Las brujas existen solo que, en realidad, se llaman máximas; tres es la cantidad de lunas que llevan en el brazo las que son poderosas y de tres en tres es como suelen presentarse porque así consiguen reunir el poder que necesitan para someternos. ¿No sabéis de qué hablo? Pues seguid leyendo: existen, no os quepa duda, y cada vez son más. Pueden convertirnos en “dominados” mediante conjuros. Pueden hacer de nosotros sus concubinos o sus sirvientes. Están fuertemente jerarquizadas y rinden obediencia a la Máxima Fausta. Antaño fueron humanas, mortales, pero se dejaron seducir por la oscuridad y ahora se alimentan de lo más preciado que tenemos; nuestras almas.
El faro de las almas, primera parte de la trilogía Las ciudades negras (sí, otra vez tres), es una maravillosa novela Crossover cargada de amor, dolor, aventura y magia que engancha de principio a fin. Una historia autoconclusiva que conjuga diferentes elementos mágicos de nuestra cultura, que sirve como presentación de personajes y que sienta las bases a un universo complejo creado a partir de localizaciones reales. Y es que Júlia Díez recurre a la eterna lucha entre el bien y el mal para hablarnos de sacrificio y lealtad, de dolor y pérdida. Para arrastrarnos desde las Highlands hasta A Coruña devolviéndonos la fe en los enclaves de poder. Y, sobre todo, para hacernos vivir el amor como lo hacíamos cuando apenas habíamos salido de la adolescencia.
Si os gustó Harry Potter o Embrujadas, atended a esto: la Orden de los Custodios necesita vuestra ayuda. Los taumaturgos parecen no poder detener a las máximas y si estas consiguen las llaves de vuestras ciudades y logran que les abran sus puertas, os convertiréis en «desalmados». Además, una inesperada lucha intestina ha aumentado peligrosamente la entropía del lado oscuro.
Cabe destacar la potencia visual de los escenarios elegidos por la autora cuyo magnetismo compite con el encanto de la mayoría de los personajes (no puedo dejar de pensar en la Torre Glenfinnan). Pero el atractivo de estos últimos, oscuro o luminoso, resulta claro vencedor pues cuentan con la ayuda de Héctor R. Asperilla que ha sabido captar en las ilustraciones toda su esencia (y eso que el tipo de papel en que fueron impresas no les hace justicia).
Elegid: si no leéis este libro podréis ignorar la batalla que se está librando. Pero si lo hacéis, ya no habrá marcha atrás y recordad que los lazos que unen a custodios y taumaturgos hacen que cualquier pérdida sea el doble de dolorosa.
¿Será la mía una Ciudad Negra? Por si acaso me rodearé de gatos; con suerte alguno será un felinhom.
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