Carolina Sarmiento es una escritora apasionada. Para ella la literatura es parte de la vida, un canal por el que fluye catalizando sentimientos. No tiene reparo alguno en admitir que su narrativa es (y debe ser) una prolongación de sí misma. De todo esto, y de mucho más, nos habla en esta entrevista:
H – Tu vocación más temprana y tu formación se orientaban al mundo de la comunicación audiovisual y el cine. Sin embargo, ahora tu pasión es la literatura. ¿Cómo y cuándo te cambió el chip? ¿Crees que, si volvieses a empezar, recorrerías un camino diferente para llegar antes a las letras?
C.S. – Fíjate, mi primera vocación es la escritura, pero luego la oculté como quien se encierra en el armario. La escritora Marta Sanz dijo en la Semana Negra de Gijón que parece que quien escribe tiene que ir por el mundo pidiendo perdón. Justo lo que me sucedió a mí. Tenía vergüenza de reconocer que escribía, como si por decirlo pudiera parecer pretenciosa. Escribía de puntillas. Fue en un taller de escritura cuando cambié el chip. La profesora me espabiló a base de bofetadas y palmadas, de ejercicios y correcciones. Si volviese a empezar disfrutaría sin complejos y como no puedo volver a empezar lo hago ahora. El cine siempre fue una pasión de espectadora. Ese paso creativo nunca lo he dado.
H – En alguna ocasión has dicho que para escribir, hay que leer. Eres una autora que sorprende ¿buscas ser sorprendida como lectora? ¿Qué géneros literarios prefieres? ¿has tenido algún gurú, algún cicerone que te haya ayudado a encontrar tu camino?
C.S. – Necesito que la lectura me sorprenda. Si me aburro me desilusiono. Le pongo tantas ganas cuando comienzo una novela que, de verdad, me lo tomo como una traición personal si me aburre. Sin embargo, cuando surgen el enganche y la admiración siento ese latigazo interior que me hace pensar que la Literatura es el arte más potente. No leo por géneros, leo normalmente por recomendaciones. Sé de quién me fío y de quién no, también confío en la intuición. De ahí tal vez ese estúpido sentimiento de traición. Mi gurú es el bibliotecario de Villaviciosa. Voy más allá: es mi camello y mi maestro. El puñetero a veces me cuela títulos reseñados por revistas culturales importantes o que incluyen fajas de autores reconocidos. Lo hace para ver luego mi cara de enfado cuando le echo en cara que la lectura no me ha gustado nada. Entonces me dice, ¿ves cómo da igual lo que digan? Tú tienes que escribir bien, el resto es marketing. Estos libros trampa me ayudan a saber lo que no me gusta y que el éxito es muy relativo. Claro que me gustaría vivir de escribir, pero es la última de mis intenciones cuando estoy con una historia. Yo quiero vibrar, indagar, explorar. Incluso publicar es secundario. Ahora mismo escribir es una necesidad egoísta. Me lo debo por tanto tiempo acartonado. Pero volviendo a las recomendaciones, la mayor parte de los préstamos de Manolo son luminosos. A él le debo el reciente descubrimiento de títulos que me han maravillado: Nevada, Cómo ser famosa, Todos quieren a Daisy Jones, Érase un río o Lagunas. Libros lanzadera los llamo, porque me lanzan a escribir con más ganas, a que el reto sea mayor, a arriesgar y experimentar más. A mi bibliotecario le debo el atrevimiento de escribir descarnada y sin miedo a herir(me).
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H –
Animales Urticantes se compone de 15 relatos que has ido componiendo durante 10 años, y según tengo entendido, sin intención de publicar. ¿Cómo es posible que, dedicándote a ayudar a otros escritores a crear y publicar, no te decidieses antes a dar el salto y mostrar tus obras? Y al hacerlo, ¿temiste en algún momento no estar a la altura de lo que enseñas en tus talleres?
C.S. – Un matiz. Nunca me vi como profesora de clases de escritura, sino como coordinadora. Mi función era proponer ejercicios para soltar la mano, para escribir sin ataduras mentales y complejos absurdos. Mi propósito en las clases era practicar, leer relatos, comentar dificultades, probar estilos. Nunca planteé la calidad de lo que escribían los participantes. Se trataba de que a base de escribir y analizar cada semana, los participantes fueran encontrando su camino. Claro que me preguntaban que qué escribía yo, pero nunca lo compartí con ellos. Quería mantenerme neutra.
H –
Es fácil pensar que en esos relatos has vertido tus propias inquietudes y sentimientos. Hay muchos personajes, varios de ellos escritores, que parecen tener algo de ti. ¿Crees que la literatura debe ser un vehículo de catarsis, desahogo, o autoconocimiento para el autor, antes que un medio de entretenimiento para el lector? ¿Ves necesario ceder parte de tus vivencias y sentimientos a tus protagonistas para otorgarles vida?
C.S. – Cuando voy a presentaciones en las que los autores no mencionan nada de su vida personal me alucina, los envidio. A mí me resulta imposible diferenciar vida y narrativa. Para nada escribo una biografía y me apasiona arrastrarme por donde la imaginación quiera, pero es inevitable que se salpique de vivencias. Sí: escribir me sirve de catarsis, desahogo y conocimiento. Mucho. Es fundamental. Va más allá de una afición o de un oficio. Y no es que vea necesario ceder mis experiencias a los personajes, es que me sale así y si algo intento es ser fiel es a la espontaneidad, no caparla. No soy ni metódica ni estructurada. La intuición me lleva como al pianista que cierra los ojos para fluir con la melodía.
H –
Siendo así, me parece curioso que en la mayoría de relatos de Animales Urticantes encontramos personajes al límite, llenos de rabia o cansados de la vida que llevan. Sin embargo, en Ikiru, tu poemario, el tono es más intimista y sosegado ¿Cómo es posible ese cambio teniendo en cuenta que esta obra la escribiste entre medias de los relatos de Animales Urticantes? ¿Por qué decidiste publicar esos versos y aforismos primero?
C.S. – IKIRU (vivir) fue una iluminación. Que no suene pretencioso. Digo iluminación porque mi sensibilidad se disparó y andaba por ahí con los poros abiertos a lo bueno y lo malo, que también hay versos oscuros. Y mi manera de relacionarme con ese despertar, con esa alucinación hacia lo que es vivir, fue con versos. La explicación es que fui madre y algo en mí hizo click. Y la otra realidad es que cuando escribía los relatos que luego se convirtieron en Animales urticantes no pensaba en publicar. Fue una época de impagos, juicios laborales, paro, incertidumbre laboral y vital. Un buen caldo de cultivo para personajes enfurecidos. Pura rabia volcada al papel. Fue después del respaldo que recibí con IKIRU cuando releí los relatos y me dije: Ei, son buenos, ¿y si probamos a publicar?
H –
Ikiru es impactante, en gran parte, por la armonía entre tus textos y las fabulosas ilustraciones de Carlos Rivaherrera; la compenetración entre ambos es sorprendente. ¿Puedes contarnos como fue el proceso de creación? ¿La sintonía fue inmediata?
C.S. –
El editor de Gravitaciones, Juan Gallo, me preguntó cómo querría publicar el libro. Algo que hay que agradecer. Pensé de inmediato en Carlos. Sus retratos psicológicos se han podido ver en medios como El Universal, 20 Minutos o El Heraldo de Aragón, pero yo también conocía otros trabajos suyos más artísticos. Recibió todos los poemas y tuvo todo el tiempo para elegir y dibujar. Ni la editorial ni yo influimos en el resultado. Es su visión. Y, en mi opinión, convierte el libro en algo más que un poemario. Su aportación es una joya. IKIRU siempre será mi debilidad. Porque es el trabajo de dos amigos. Nos conocemos desde el instituto.
H – En tu trabajo como redactora de noticias tus textos deben ser asépticos e impersonales. Y en tu narrativa prefieres transmitir estados mentales, sensaciones subjetivas, situaciones a veces oníricas o surrealistas. De hecho, aunque los relatos de Animales urticantes tienen principio y final, son propicios a que el lector les de su propia continuación. ¿Intentas buscar algún tipo de equilibrio personal con ello o tratas de que tu literatura nos aporte la magia que no vemos en el día a día?
C.S. – No intento nada. O sí, intento soltarme de todas las ataduras de tiempos, estructuras gramaticales, actualidad, verdad y objetividad a las que me obliga el trabajo de redactora de noticias. Escribir ficción me sirve también para indagar en los sentimientos de los personajes que aparecen en los informativos y para los que no hay más que veinte segundos. Escuché decir a alguien que tenía la sensación de haber aprendido más sobre la Rusia de los zares con los grandes novelistas rusos que con los libros de Historia. La ficción llega más allá que lo objetivo, porque nos da sensaciones. Y no lo olvidemos, somos humanos, sentimos.
H – Como comentábamos antes, muchos de tus personajes exudan rabia y frustración. Sin embargo, recurres frecuentemente a la ironía llegando incluso a ridiculizar a algunos de ellos en determinados momentos. ¿De dónde surge ese contrapunto?
C.S. – El humor me sirve para aflojar el drama y para hacer gamberradas y así divertirme. El sentimiento de ridículo es muy subjetivo. Cuando pensamos que somos víctimas de una injusticia, tal vez vistos desde lejos somos ridículos. Fíjate en todos esos personajes creativos que aparecen en Animales urticantes: la letrista, la poeta, los profesores de talleres de narrativa…, todos están llenos de inseguridades. Qué casualidad, ¿verdad? Lo utilizo para reírme de mí misma, intento no tomarme tan en serio. Si me irrito y me provoco mientras escribo me aseguro diversión y, tal vez, que quien lo lea, ojalá, se sorprenda, se remueva y quiera continuar leyendo.
H – La obsesión también es un tema recurrente en tu obra, ya sea hacia un ser mitológico, hacia la propia creación literaria, o hacia las equivalencias geométricas entre otros asuntos ¿Somos todos rehenes de nuestras obsesiones? ¿Son necesarias como motor en la vida?
C.S. – Me interesan mucho las obsesiones. Hay una frontera muy tenue entre la locura y la obsesión. Ahí está el ejemplo de Don Quijote. Obsesionarte con algo o con alguien puede desequilibrar una vida y la de quienes te rodean. Conozco a gente obsesionada con el deporte, con sus hijos o con el orden. De la virtud pueden pasar a lo insano casi sin enterarse. Me gusta indagar en ese tipo de personajes. Son potentes porque todos hemos estado en algún momento obsesionados por algo o alguien. Todos podemos perder el norte en algún momento.
H – Si tuvieses que elegir uno solo de los relatos de Animales Urticantes, ¿Cuál sería y por qué?
C.S. – ¡Vaya, difícil que me lo pones! A bote pronto, sin pensarlo mucho porque si no me lío, te digo que ‘Pequeñas venganzas rurales’. Creo que en este relato logro el ritmo, la agilidad, la originalidad, la sorpresa y la frescura que me gustan. Además tiene un punto biográfico que me hace reír.
H – ¿Qué piensas de la eclosión del mundo de la autopublicación? ¿Opinas, desde tu experiencia en los talleres, que hay más creatividad que nunca o sólo más posibilidades que nunca? ¿Qué es ser escritor? ¿Cuál debe ser la motivación y cual la finalidad de la creación literaria?
C.S. – Creo que hay más oportunidades porque existe la publicación digital, y también las tiradas de las editoriales son más cortas con lo que arriesgan menos. Además la creatividad ha perdido esa pátina de exclusividad, aunque todavía hay mucho camino a recorrer en la educación. La autopublicación me parece bien. Es una vía más. Un libro autopublicado no es ni mejor ni peor. Yo he preferido el respaldo de una editorial y estoy contenta, pero no juzgo a quien opte por la vía de la autopublicación. Conozco casos de gente que ha empezado así y luego ha publicado con editoriales. Lo importante es tener las ganas y la humildad de mejorar y de no escribir pensando en publicar. El mejor consejo que me han dado al respecto me lo dio Ricardo Menéndez Salmón, que me dijo Escribe como si nunca fueras a publicar. Convertirse en escritor creo que es una actitud. Es pensar en historias, estar atenta a las frases que escuchas en tu cabeza, leer con el lápiz cerca, caminar atento a conversaciones y en algún momento escribirlo. La motivación para mí es meterme en ese laberinto del que no quiero salir, el enganche por una historia que me tenga, y regreso a la pregunta anterior, obsesionada. Desconozco el siguiente paso, el de convertirse en escritor remunerado.
H –
La literatura de ideas originales, de nuevas voces, la que no se encasilla e innova sin perder de vista la calidad, sobrevive gracias a editoriales modestas y peleonas como Pez de Plata. ¿Cómo llegaste hasta ellos?
C.S. –
Me fijé en Pez de Plata por cómo hacían las cosas en lo estético y en la comunicación. Luego leí algunas de sus novelas y me encantó su apuesta por autores de narrativa en español y contemporánea. Antolín Rato, Luis Artigue, Leticia Sánchez Ruiz, P.L. Salvador, Julio Rodríguez, o David Barreiro son algunos de los autores Pez de Plata. Al ser una editorial asturiana me fue más fácil contactar. Envié el libro de relatos y pasados unos meses Jorge Salvador Galindo me respondió. Fue una alegría inmensa.
H – Como nos dijiste antes, la biblioteca pública de Villaviciosa fue un refugio para ti en una época de tu vida. Allí encontraste a Manuel González, del que nos hablaste al principio de la entrevista. ¿Temes que, por la falta de apoyo de algunas administraciones, sumado al auge del libro electrónico y los audiolibros, estos reductos culturales terminen desapareciendo?
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Biblioteca de Villaviciosa |
C.S. – Su queja es constante. Las bibliotecas pierden financiación cada año. Él dice que hay una intención clara de cargarse la cultura. Ahora he comenzado a comprar libros pero siempre he sido lectora de bibliotecas. No todo el mundo quiere ni puede acumular libros en sus casas. Con un carnet de usuario tienes acceso a miles de títulos de todas las épocas, géneros y nacionalidades. Una biblioteca es además un lugar en el que se realizan cuentacuentos, en el que hay clubes de lectura o presentaciones de autores. Es un espacio libre de novedades literarias, de mercado y de publicidad. Tengo la suerte de vivir en Gijón, donde la Red pública de bibliotecas es maravillosa, donde tenemos una Feria del Libro, la Semana Negra y, desde este año, un Festival de Poesía. En Gijón estamos orgullosos de nuestra vinculación con el libro y tonta sería la administración futura que quisiera idiotizar y cabrear a sus ciudadanos. Animales urticantes está dedicado a un bibliotecario concreto, pero quisiera que sirviera de homenaje a ese servicio público esencial para el fomento de la cultura y la mente crítica.
H – Has apostado fuerte: pediste un año de excedencia para escribir. ¿Adónde quieres llegar dentro del mundo de la literatura y qué estas dispuesta a sacrificar para conseguirlo?
C.S. – Ha sido un año brutal en el que he podido escribir a diario. Hay que decirlo: necesitaba conciliar. Con el trabajo y el niño no tenía tiempo para escribir con continuidad así que me pedí una licencia sin sueldo. Aproveché las horas en las que él estaba en el cole y cuando llegó el confinamiento nos coordinamos para que yo pudiera sacar mis horas. Él también ayudó mucho gracias a los audiocuentos. No puedo cogerme en el trabajo continuamente licencias sin sueldo por lo que volveré a agobiarme por esa carencia de continuidad. Puesta a fantasear deseo que la próxima novela haga catacrak y pueda dedicarme solo a escribir. Si queda en un sueño, al menos habré disfrutado escribiendo. A la lotería no juego.
H – ¿Qué puedes decirnos de tu próxima novela?
C.S. – Que es una novela de carretera y manta. Una huida y una búsqueda en la que dejo que la protagonista se desmelene, se enfade, baile, llore y cante. Es una liberación en toda regla. Saldrá el año que viene. La publicará Pez de Plata. El título está en el aire.
H – Recomiéndanos un autor o autora. Sólo uno/a.
C.S. – Otra vez me lo pones difícil. Pero creo que quien más me ha influido, y quien cada vez que leo algo suyo me quita el polvo que se me puede ir acumulando es Enrique Vila-Matas.
H – ¿Algún consejo para quien sueñe con convertirse en escritor/a?
C.S. – Prohibido no soñar, prohibido juzgarse, prohibido presionarse. Que escriba sin falta de que la historia llegue a un fin, que escriba diarios, que huya de frases hechas, que busque su manera única de expresarse, que no tema sus fantasmas, que escriba sobre ellos, que huya de la corrección, que tache y reescriba, que pruebe géneros, que juegue, que lea, que lea de todo, bueno y malo, ensayo, prosa y poesía, que vaya a talleres de narrativa, que participe en concursos, que vaya a presentaciones, a charlas, a mesas redondas, a clubes de lectura, a spoken word, poetry slam, que escriba a escritores, que lea, escuche, vea entrevistas a escritores, que siga a editoriales. Que vaya al teatro, a bailar, al cine, que juegue con niños, que cocine. Inmersión total. Y sobre todo, sin complejos.
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Gran entrevista, como lectora que soy me gusta conocer a personas que pertenecen al mundo de la literatura, que muestren cómo lo viven, lo que piensan, cómo empezó, sus inicios…
Me parece que Carolina ha sido una persona que lo ha vivido intensamente y todas sus opiniones, vivencias, así como su particular visión particular del mundo literario aportan mucho a los que somos lectores y de alguna forma, también amamos la escritura. Mi agradecimiento a ambos por esta entrevista.
Cada vez que leo a Carolina la imagino en movimiento,sonriendo,disfrutando de cada pregunta…cada respuesta..casi lo mismo me pasa con sus libros..aunque en animales….me la imagino más como a una kill bill española,igual de rubia,inteligente y casi tan cabreada como esa Uma Thurman que cortaba cabezas con su preciosa katana
Estoy deseando vivir su próximo libro…
Desde luego, transmite pasión en cada respuesta (y en cada relato). Ahora que lo dices, si, me cuadra como Kill Bill literaria. Yo también estoy deseando leer / vivir / sentir su próximo libro.
Desde luego, Carolina transmite su pasión por la literatura de una forma clara, casi radical. Las personas como ella han nacido para escribir, y cada una de sus respuestas hacen que deseemos leer o releer sus libros. Presiento que nos dará muchas alegrías literarias en el futuro.
Creo que la entrevista es genial. Tienes facilidad para sacar de cualquier escritor todo lo que lleva dentro. Me gusta leer tus entrevistas aunque no conozca al autor, como es este caso. Estoy con Carolina en que escribir no es lo mismo que ayudar y veo en ella una postura muy valiente si ha conseguido no presionarse. A ver si me animo para 2021 a leer alguno de sus libros. A ti, te sigo leyendo.
Creo que para Carolina, escribir es una necesidad vital. Mediante sus obras, sean publicadas o no, saca todo lo que lleva dentro, afloran todos sus sentimientos. En esta entrevista se muestra tal cual es, sensible/fuerte, culta, divertida, y valiente. Muchas gracias por estar siempre ahí, Beatriz.
Gracias a los dos!. Es precioso poder indagar en cómo llega alguien a ponerse 'manos a la obra': atreverse con lo que uno ha soñado, aprender a jugar y a desprenderse a ratos de los propios prejuicios…y hasta reírse de ellos cuando hay ocasión!.
Ikiru es un tesoro a 4 manos: palabras e ilustraciones llegan al alma en pequeñas dosis. Yo lo tengo siempre a mano!.
Animales urticantes es un generoso surtido de relatos: sorprende, escuece, impacta y te conmueve.
Carolina disfruta comunicando, le brillan los ojos al contarlo…y eso también se percibe en el papel.
Esperando esa anunciada novela!
Yo, lo único que puedo responder a esto es: ¡Amén!