¿Qué nos define como humanos?
¿Nuestra fisiología, el modo en que nuestras moléculas se han combinado? Puede que no seamos un producto terminado y que la naturaleza no haya acabado de ponernos a prueba. Tal vez la mal llamada evolución no implique mayor complejidad y estemos condenados a cambiar o a desaparecer.
¿Nuestra inteligencia? Es posible que la inteligencia sea un accidente.
¿El modo en que nos relacionamos entre nosotros? Podríamos preferir la soledad.
¿Hasta qué punto estamos unidos a nuestro propio cuerpo? ¿Si es modificado, cambiamos con él? ¿Seríamos seres distintos si reemplazásemos miembros u órganos por ingenios mecánicos?
Un profesor universitario, solitario, desmotivado, y con mentalidad analítica, pierde un brazo en un terrible accidente causado por un dron. El miembro cercenado es reemplazado por una prótesis inteligente que es percibida por él como una «antena» que le comunica con lo que podría ser la auténtica naturaleza de todo. Esa unión hombre-máquina, tras un periodo de adaptación y experimentación, le hace distanciarse aún más de la especie a la que pertenece y despierta en él la necesidad de cuestionarse todo cuanto es y cuanto le rodea a nivel atómico, molecular, cuántico, e inevitablemente filosófico.
El artefacto es una novela compleja y exigente, pero también estimulante. La trama no sigue un orden cronológico ni es cerrada; está repleta de escenas sorprendentes, deshumanizadas e impredecibles, que el lector tratará de ordenar y de dar forma dentro de una historia lineal que tal vez no encuentre. Pero pronto dejará de esforzarse en lograrlo y se entregará a la tormenta de ideas que contienen sus páginas, y que invitan a detenerse y a reflexionar prácticamente en cada párrafo. Es, por tanto, un auténtico tratado de filosofía científica en forma de narrativa.
Germán Sierra no da respuestas en esta obra. Formula preguntas. Nos avisa del probable fin del Homo Sapiens con la llegada del transhumanismo. Es críptico y descaradamente científico, pero también literario: es inevitable tener presente Crash de J.G. Ballard, novela que menciona y claramente homenajea al inicio de la narración. Su tono apocalíptico es sin duda comparable al habitual en el escritor británico, y gracias a él y a la combinación de expresiones poéticas con terminología técnica, nos lleva a un punto en el que tenemos que asumir que tal vez esas máquinas que hemos creado no nos ayudarán a mejorar: cuando comience nuestra unión, sustituirán a los seres defectuosos que somos. Si será nuestra manera de sobrevivir, nuestro «salto lateral» en la cadena evolutiva, o nuestro fin, nadie lo sabe.
Lo que sí sabemos es que esta novela corta, críptica, experimental, nihilista y profunda, cambiará la percepción de quien se adentre en sus páginas y se deje arrastrar por sus reflexiones.