Cuando nos criamos dentro del sistema tendemos a venerarlo casi como a un dios. Un ente divino y protector que nos dispensa orden y justicia. Pero con el tiempo esa visión puede cambiar. A veces, ese poder superior carente de rostro nos obliga (por amor a la bandera y a nuestros conciudadanos, y en pos del “bien común”), a desempeñar tareas que nunca habríamos realizado por propia voluntad. Tal vez sea ese el momento en el que comprendamos la verdadera naturaleza del dios-estado, y reconozcamos en él a un tirano que nos convierte en herramientas despiadadas y prescindibles.
Yoav y Uri, dos jóvenes israelíes, descubrieron esa verdad durante su servicio militar en Gaza. Incapaces de olvidar cada puerta derribada, cada disparo, cada familia deshecha, y cada muerte, encuentran imposible reincorporarse a la vida civil dentro de un país que ya no pueden ver de la misma forma que antes de ser reclutados. Así que Yoav parte a Nueva York en busca de una sociedad más justa y libre, donde la tradición no se sienta omnipresente y pueda empezar de cero. David King, su exitoso tío propietario de una empresa de mudanzas y depósitos, le ofrecerá trabajo y un techo, así que pronto conseguirá que Uri, el amigo que tantas veces le salvó la vida, le acompañe.
Joshua Cohen, máximo exponente de la narrativa judía-norteamericana actual, ha escrito una novela desgarradora en la que sus protagonistas van resquebrajándose lentamente al ir comprendiendo que han dejado de ser soldados de un ejército, para convertirse en el brazo ejecutor que el capitalismo emplea contra los más desfavorecidos. Y es que poco a poco, casi inadvertidamente, va estableciendo paralelismos entre la política de ocupación israelí y la voracidad inmisericorde de un sistema en el que todo es sustituible, desechable, y donde nadie está a salvo. Ni siquiera aquellos que han triunfado por sus propios medios, como David, pueden llegar a ser algo más que unos advenedizos entre quienes realmente mueven los hilos.
Desarraigo, soledad, remordimiento… todos los personajes de esta novela han sido derrotados por la vida. Todos. Desde el dueño de mudanzas King, un náufrago en cada faceta de su vida vida personal, hasta el último hombre expulsado de su hogar y dispuesto a cualquier cosa fruto de la desesperación.
En Nueva York no es necesario que se declare una guerra para asistir a escenas repletas de violencia e inhumanidad. Ni tampoco un enemigo declarado para que cada grupo étnico mire con desprecio al resto. Al igual que en Gaza, quien se siente fuerte abusa del débil sin pensar que algún día el sistema-dios podría masticarlo y escupirlo, podría reemplazarlo y situarlo en ese mismo lugar.
Subíos al camión de mudanzas. Escuchad las conversaciones de los operarios que se preparan para un desahucio, pero no les juzguéis. Simplemente escuchad. Cohen os destrozará y os quitará la esperanza. Puede que incluso os haga sentir mal. Pero un tiempo después notaréis que la huella que ha dejado en vosotros crece. Y le estaréis agradecidos.