No todos los golpes duelen igual. No todos parecen igual de importantes. Cuando una madre entiende que la finalidad de su existencia es el bienestar de su hija, sus desgracias personales, sus traumas y sus heridas abiertas dejan de importar. Ese amor hará, tal vez, que sea mejor persona, que quiera ser un ejemplo y cambie su vida dejando atrás todos aquellos comportamientos y errores que le acompañaron desde niña. Cualquier esfuerzo por olvidar el pasado y dejarlo atrás merecerá la pena. A no ser que le arrebaten a su pequeña.
El arranque de la novela es duro: dos niñas, Izzy y Junie, ven como su sangre tiñe la nieve y sus vidas se apagan. Esa escena, corta e impactante, nos llega a través de un narrador omnisciente. A partir de ahí, la que nos cuenta su historia es Eve, la madre de la segunda de ellas. Nos muestra la forma en que se desgarra por dentro y todo comienza a carecer de tener sentido. Como se ahoga y va dejando salir a flote aquello que fue y creía enterrado. Como busca en su propia oscuridad la fortaleza necesaria para dejar de ser, por primera vez en su vida, una víctima. Y convertirse en verdugo.
Amy Engel ha creado en menos de trescientas páginas todo un catálogo de claroscuros humanos. De hecho, el gris y el negro predominan en la obra. Nadie es totalmente inocente, nadie está libre de culpas o de secretos; en el pequeño pueblo donde se desarrollan los hechos, todos se conocen y la masa que conforman sus habitantes resulta gélida y hostil. Poco a poco, a través de los recuerdos de Eve, las consecuencias de sus movimientos intentando descubrir al asesino, o sus erráticos comportamientos para huir del dolor, iremos conociendo a muchos de ellos y llegaremos a la conclusión de que toda luz, todo colorido posible, se apagó con la muerte de Junie.
Pero si hay una presencia constante en la obra, una protagonista en la sombra que rezuma toxicidad y violencia, es la de Lynette. Una mujer temida y repudiada por todos que con su crueldad y su falta de afecto marcó para mal la vida de su hija, nuestra narradora, y de su hermano Cal. Y de cuya perniciosa influencia, ninguno de los dos ha logrado librarse completamente.
La novela negra suele sacar a luz todas las inmundicias humanas. Aquí lacras como el racismo, los abusos sexuales, la corrupción, el tráfico y consumo de drogas, o la inhumanidad de la prensa en busca de la noticia, están presentes de principio a fin. Pero en ningún momento eclipsan lo que Eve nos cuenta y nos transmite. Su periplo vital, su evolución e involución, la forma en que huye de las semejanzas que cree tener con su odiada madre, o como esas similitudes pueden ayudar en su venganza, es lo que diferencia a esta historia y le hace tener identidad propia dentro de la marea de cientos de thrillers con vocación de Best Sellers que publican cada año.
Así que, si decidís acompañar a Eve en su búsqueda, hacedlo esperando lo peor. Pero prestad atención a los pequeños gestos y comentarios. Hasta la persona más desalmada puede tener algo bueno. Si lo hacéis tal vez lleguéis a la conclusión de que, para ser verdugo, primero hay que ser víctima. De que incluso lo peor que nos hicieron, aquello que nos envenenó y de lo que nunca nos curaremos, puede servirnos para hacer justicia.
Y al final, ese narrador omnisciente que abrió la obra sembrando muerte, volverá a aparecer para traer un nacimiento que dará sentido a muchas cosas.
Otra obra interesante. Al menos tu reseña lo es. Lo que he leído de esta editorial me ha gustado.
Es otra novela con vocación de Best Seller. No habría reparado en ella si no me la hubiesen ofrecido, y la verdad es que los personajes, o al menos el principal y su madre, me han resultado muy bien perfilados.
Los thrillers de corte psicológicos no suelen decepcionar, y este, por lo que cuentas en la reseña, tiene buena pinta.
¡Felicidades, gran reseña!
Si, te sumerge de lleno en la vida de Eve y en su dolor. Es de esas novelas que devoras, y que pasados unos días, cuando la reposas, le encuentras aún más virtudes.