H – Viendo lo difícil que es abrirse camino en el mundo de la literatura, y que muchos autores obtienen más ingresos escribiendo columnas de opinión en periódicos que de sus propias obras, ¿te has arrepentido alguna vez de tu decisión?
C.M. – Yo nunca he aspirado a vivir de la literatura. Sé que es una misión imposible. Por eso busqué la salida laboral para mí más apetecible entre las que sí eran realistas; estudié Literatura Comparada y saqué una oposición para dedicarme a la docencia, que es lo que verdaderamente me permite comer y pagar mi hipoteca todos los meses. Escribir columnas en un periódico es, para mí, otro sueño inalcanzable, casi tan difícil como vivir de mis libros.
H – Te doctoraste ‘cum laude’ en Historia con una tesis sobre la censura de prensa durante la II República. Dicha tesis fue publicada en 2018 con el título Libertad secuestrada (editorial Última Línea). Tratándose de un tema tan controvertido, ¿encontraste muchos obstáculos en el camino desde que comenzaste a documentarte hasta que defendiste dicha tesis?
¿Y después, has recibido algún tipo de ataque que te haya hecho arrepentirte de arrojar luz sobre una cuestión tan poco popular?
C.M. – Ataques no he recibido. Entiendo que es un trabajo que no gustará a todo el mundo, más en un país como el nuestro que parece incapaz de desprenderse de su obsesión guerracivilista. Lo más difícil fue recopilar el cuerpo documental, más de un centenar de telegramas hasta entonces inéditos que demuestran cómo se ejerció la censura, porque esa documentación era muy fragmentaria y estaba dispersa por archivos de todo el país, en muy mal estado de conservación y en muchos casos sin catalogar, supongo que por falta de voluntad política. Precisamente por el esfuerzo que me supuso esa labor, no acepté imposiciones de quien entonces dirigía mi trabajo y preferí buscar a otro director que me ayudó muchísimo a poner en valor este material. Sé que todavía hoy hay ciertos sectores de la izquierda de nuestro país a los que les molesta escuchar que la Segunda República no fue una verdadera democracia, pero creo que la obligación de todo investigador es ceñirse a la verdad. No podemos hacer Historia supeditando los hechos a nuestra ideología. Eso no es Historia. Es tergiversación, es algo tendencioso que nos aleja de la verdad.
H – ¿Piensas que la censura durante la II República era equiparable a la de la dictadura franquista? ¿Y en la actualidad, existe algún mecanismo parecido, ya sea por intereses políticos o económicos? ¿Es la prensa en España totalmente libre?
C.M. – Yo no he estudiado a fondo el funcionamiento de la censura franquista, pero en la Segunda República se impuso desde el primer día una censura que progresivamente se fue endureciendo hasta asemejarse mucho a la que se aplicó en etapas anteriores como la dictadura de Primo de Rivera o posteriores como la franquista. Por eso en mi trabajo llego a la conclusión de que la Segunda República falló como democracia. No creo que en estos momentos exista censura institucional en España, no al menos en su forma de censura previa, aunque normas como la que aprobó en octubre el gobierno para impedir la circulación de noticias falsas que afecten a la calidad democrática son un intento de controlar la información. No deja de ser una terrible paradoja porque la única forma de velar por la calidad de nuestro sistema democrático es garantizar la libertad de información. Me parece que sienta un precedente peligroso. Respecto a si la prensa es totalmente libre, la respuesta la encontré hace quince años cuando decidí dedicarme a otro oficio. Claramente no. Se debe a unos intereses económicos que obligan al periodista a escribir casi al dictado.
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Presentación de Libertad Secuestrada |
H – ¿Cómo fue la acogida que recibió este ensayo en los distintos medios? ¿Crees que pudo levantar ampollas que te condicionen en la difusión de tus futuras obras?
C.M. – Al contrario. Creo que ha tenido buena acogida, mejor de la que yo esperaba. Yo soy una completa desconocida y, sin embargo, mi obra ha sido reseñada por medios nacionales y me han entrevistado en la COPE, en RNE, en TVE…
H –
En 2008 publicaste tu primera obra de ficción: Confesiones sexuales de Madame Forner. ¿Consideras que es una novela erótica al uso? ¿Qué te atraía de esta temática? ¿En qué se diferencia de la mayoría de las de este género?
C.M. – No es una novela erótica. Para mí es una novela picaresca, tanto en su forma como en su fondo. Una mujer cuenta su vida, como lo hace Lazarillo de Tormes, desde su cruda iniciación sexual hasta que aprende a utilizar los medios a su alcance para sobrevivir y ascender en el escalafón social. Otra cosa es el criterio comercial que la editorial siga, escogiendo una portada que pueda favorecer la percepción del erotismo. Las escenas sexuales de la novela son muy contadas y todas tienen relevancia para el desarrollo y evolución del personaje. No son gratuitas.
H – En Las aristas del tiempo, tu segunda novela, nos hablas de pasión, de trenes perdidos, de una España de contrastes y de mujeres abnegadas y silenciosas. ¿Es una historia romántica como muchos la catalogan? ¿Cuál es la idea o el mensaje que querías trasladar a tus lectoras/es cuando la escribiste?
C.M. –
Antes habría que aclarar a qué nos referimos cuando hablamos de novela romántica, si a la que entronca con el movimiento original decimonónico de Poe, Víctor Hugo, Scott, Espronceda,… o lo que hoy se denomina novela romántica, que yo llamaría novela amorosa o sentimental. En todas mis novelas hay personajes imbuidos del espíritu romántico: en su rebelión contra las normas establecidas, en su lucha contra el destino, en su pasión ideológica y sentimental. Pero no creo que ninguna de mis novelas, tampoco Las aristas del tiempo, pueda catalogarse como romántica, ni en el sentido primigenio del término, ni en la derivación actual, mucho menos si cabe en la actual.
Es cierto que la editorial la ha etiquetado como romántica, supongo que con fines comerciales. De hecho, vendo mucho más desde que está catalogada así. Yo pretendía contar la historia de unos personajes que han hecho lo que la sociedad del momento les imponía y que descubren en su vejez que se han equivocado en la mayoría de las decisiones que han tomado. Ese es el drama de Aurora y también de Serafín.
H –
En tu última novela, El aval (Última Línea, 2019) abordas la Guerra Civil española desde un prisma necesario, aunque poco habitual: muestras como los enfrentamientos, las tensiones, empezaron mucho antes del 36, y como se dieron infinidad de venganzas personales escudándose en ideologías de distinto signo. Sin tomar partido, has escrito una obra donde no hay un bando de buenos y otro de malos. Desde este punto de vista ¿crees que las ideologías pueden ser el motor de los hombres, o solo la excusa de sus actos en pro de sus intereses?
C.M. – Creo que nuestra guerra incivil, como todas las guerras, fue obra de una cúpula minoritaria que dejó un rastro de muerte y de desolación para la gran mayoría. Cuando hablaba con mis abuelos sobre la guerra, ambos combatientes republicanos porque Murcia era zona roja, ninguno me justificó la razón ideológica de aquel cruel episodio. Los dos fueron adonde los convocaron, donde tocaba, sin más. Esa fue su ideología. Y esto ocurrió con la inmensa mayoría de los españoles. La ideología es algo íntimo, personal, es consustancial al ser humano, el hombre es un animal político, pero cuando se extiende y se impone a una sociedad solo sirve para generar división y enfrentamiento, para separarnos en bandos. Y, desgraciadamente, desde la cúspide del poder, la ideología de muchos se utiliza en beneficio de unos pocos. Esto es lo que, a mi juicio, ocurrió en los años 30 y desgraciadamente sigue ocurriendo en nuestros días.
H – El mensaje más impactante de esta obra es la falibilidad de la memoria, lo condicionados que pueden estar nuestros recuerdos en función de nuestra ideología. ¿Crees que es posible desvincularse de este condicionante? ¿Se puede ser objetivo en temas que toquen cuestiones personales, ideológicas o que afecten a nuestros intereses directos?
C.M. – Creo que en cuestiones ideológicas sí. Yo lo comprendí cuando me enfrenté al tema de mi tesis y, pese a mis convicciones de izquierdas, opté por ceñirme escrupulosamente a la verdad histórica, contando las cosas tal y como sucedieron. Lo veo más complicado cuando se trata de temas personales y afectivos. Nuestra subjetividad marca entonces nuestra percepción de la realidad. De eso trata la novela, como muy bien has comentado. Por eso se van sucediendo voces de testigos que contarán su visión de Jesús, el condenado a muerte, desde su prisma personal, presentándolo alternativamente como víctima o como verdugo. Tanto Jesús como el resto de personajes son seres controvertidos y ambiguos. No hay buenos ni malos porque la vida a menudo no puede simplificarse tanto.
H – Entonces, ¿Crees que percibimos la realidad que nos rodea en función de nuestra forma de pensar, o que nos auto-convencemos de alguna manera de que todo ocurre tal y como nos conviene verlo?
C.M. – Percibimos las cosas en función de cómo las pensamos o imaginamos previamente, estamos inevitablemente condicionados por nuestros prejuicios, pero también tenemos la libertad de cambiar, de someter nuestras propias ideas a un examen riguroso para transformar los pensamientos que teníamos preconcebidos. Eso es lo que le ocurre a Rafael en la novela. Él simboliza el deseo del conocimiento, el de la búsqueda incansable de la verdad, y en ese camino descubre muchas facetas de su hermano —hasta ese momento un ídolo para él— que lo hacen plantearse lo poco que lo conocía, los muchos secretos que lo envolvían. Luego está la necesidad del ser humano de convencerse de que sus errores no son culpa exclusivamente suya, de modelar la realidad según nos conviene. Probablemente sea un mecanismo de supervivencia. Ver la realidad objetivamente puede ser devastador.
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Presentación de El aval |
H – Y tú, ¿Te has sentido condicionada por tus propios ideales a la hora de crear tus tramas y personajes? ¿De dónde te surgió la necesidad de hablar sobre ello?
C.M. – Por supuesto. Me siento condicionada por mi visión de la realidad y por mi percepción de la literatura. Nunca podría cultivar un género ni escribir con un estilo, por muy rentable que pudiera ser, si no creo en él. Escribo sin ningún tipo de imposiciones porque la literatura no me da de comer. Y en esa libertad reside para mí el inmenso placer que tiene la creación literaria.
H – Otro tema importante en la obra es la situación de la mayoría de las mujeres, antes y después de la guerra. Silenciosas, sumisas, ¿crees que fueron víctimas, o cómplices de la época que les tocó vivir?
C.M. – Creo que aún somos, en muchos sentidos, víctimas de la época que nos ha tocado vivir. Aún sufrimos situaciones de marginación y machismo, de desigualdad, no solo en lo referente a grandes dramas, como la violencia de género o la prostitución, también en el día a día. Respecto a la guerra civil, la mayoría de las mujeres la sufrieron como una lucha íntima y solitaria, desde la reclusión del hogar, aunque no por ello fue más fácil de sobrellevar.
H – En las tres novelas aparecen prostíbulos y prostitutas. ¿A qué se debe? ¿Opinas que es un ambiente con el que todo el mundo está más relacionado de lo que cree o quiere ver? ¿Qué te atrae de esos personajes que viven de comerciar con el sexo?
C.M. – ¿Viven estas mujeres de comerciar con el sexo o son ellas el comercio de otros? Esta sería para mí la gran pregunta. Los prostíbulos tienen en mis novelas el protagonismo que una sociedad como la nuestra les otorga. En determinadas épocas han sido el lugar de encuentro de los varones y escribir sobre esos periodos históricos sin mencionar la presencia del burdel habría sido casi una distorsión de la realidad histórica. La prostitución debería ser un motivo de vergüenza nacional, como la corrupción, que también aparece en mis novelas. No se legaliza, pero tampoco se prohíbe, de modo que abocamos a estas mujeres, en su mayoría explotadas o esclavizadas, a una situación de absoluta indefensión, la peor de todas las imaginables. Y, pese a su situación de víctimas, nuestra sociedad hipócrita, compuesta por hombres que utilizan sus servicios y por mujeres que son conocedoras de lo que ocurre, no duda en censurar su conducta, en marginarlas, como si ellas fueran más inmorales que los hombres que las utilizan. Incluso si una mujer se prostituye voluntariamente, ¿es acaso más reprobable su conducta que la de un hombre que, también voluntariamente, paga por sus servicios sexuales?
H – En la actualidad ejerces como profesora de Lengua y Literatura. ¿Es cierta esa idea tan extendida de que los adolescentes leen cada vez menos? ¿Qué futuro le auguras a la literatura nacional?
C.M. – No sé si leen menos, pero creo que la sociedad en general consume cada vez peor literatura. Siempre ha habido géneros de consumo masivo, novelas de folletín o de aventuras, por ejemplo, pero ahora, incluso en ambientes universitarios, los lectores parecen rechazar la mínima dificultad en la trama o en la técnica narrativa. Es como si no nos perdonaran que nos salgamos de lo tradicional: planteamiento, nudo y desenlace. Y un narrador omnisciente que nos lo explique todo con detalle. No me atrevo a augurar nada. Solo sé que los nuevos escritores tenemos muchísimas dificultades para abrirnos un hueco en el mercado editorial. Hay un endemismo salvaje en este mundo. Si no estás dentro, es casi imposible que la puerta se te abra porque ninguna editorial potente ni el jurado de un concurso de renombre se van a molestar en leer el manuscrito de un desconocido y si lo hacen, tampoco van a invertir su dinero en publicar a un don nadie. Y sin el respaldo de una editorial importante, seguirás sin acceder a los lectores. Es como dar vueltas en un círculo imposible de romper.
H – ¿Qué puedes contarnos de tu próxima novela?
C.M. – Se titula Hijos del pecado y, después de haber pasado por varios concursos y de quedar dos veces finalista, verá la luz con la editorial Raspabook posiblemente este verano. Es la novela con la que más satisfecha me encuentro, por lo que cuento y por la forma en que lo cuento. En ella se narra la historia de diferentes miembros de cuatro generaciones de una familia muy modesta, entre los años 30 y 2000. Lo singular es que no sigue un orden cronológico. Sus historias se van alternando, a veces incluso se solapan, y el plano realista se diluye con el subjetivo, con los recuerdos, con los traumas y frustraciones de cada uno de ellos.
H – ¿Algún consejo para quien quiera convertirse en escritor/a?
C.M. – No creo que pueda darle consejos a nadie, más bien los necesito yo.
H – Recomiéndanos un autor o autora. Sólo uno/a
C.M. – ¿Uno? Imposible. Si me dijeras una obra, te diría, sin duda, y aunque suene a topicazo, El Quijote. Si me pides un autor y su obra entera, tal vez me quedaría con Gabriel García Márquez.
No dejéis de visitar la web de Carmen Martínez Pineda pinchando aquí.
Una entrevista muy interesante, ya sea por la información que nos ofrece cómo por la objetividad en la que se sustenta. Felicidades a ambos.
Gracias, una vez más, por darme la oportunidad de expresar mis ideas y opiniones sin ningún tipo de mordaza. Tus preguntas me han hecho verbalizar cosas que antes tan solo había pensado íntimamente.
Es un placer encontrar a una autora que responda con tanta sinceridad. Cuando uno pregunta, es porque espera saber. Desgraciadamente muchos autores no se salen de un guion que repiten incansablemente, les preguntes lo que les preguntes. En serio, gracias a ti.
Sí María. Esta entrevista me ha resultado estimulante. Las preguntas me salieron solas, casi como si conociese a la autora. Y ella no ha dudado en ninguna ni se ha desviado de las cuestiones planteadas. Carmen Martínez Pineda es inteligente, honesta y sincera. ¿Se puede pedir más?
Como siempre, una entrevista muy interesante. Me ha despertado la curiosidad, esta más por la cercanía, de leer algo de Carmen Martínez. No lo descarto. ¡Gracias!
Creo además que es una autora con la que compartes el amor por la enseñanza y por la literatura. ¡Gracias a ti, Beatriz!
Me lo he pasado bien. Y de eso se trata. Buen trabajo. Ya conozco un poco más a Carmen. El aval lo tengo en la cola, pendiente, y pronto caerá.
Muchas veces, leyendo una obra, sabes si el autor o autora es alguien interesante. Unos días después de reseñar El aval sentí la necesidad de hacer esta entrevista. No he de recordarte que inauguré esta aventura contigo… ¡Un abrazo!