“Nuestras vidas penden de un minuto de locura”
La muerte, ese muro opaco cuya puerta sólo se nos abrirá una vez, es el único de los grandes misterios para el que todos obtendremos respuestas. Sin embargo, estas siempre llegarán demasiado tarde.
¿Preferiríais saber anticipadamente lo que os aguarda? Yo no. Sea lo que sea, no podremos evitarlo. Así que decidme: ¿Por qué hemos de preocuparnos por ella? ¿Por si hay un cielo y un infierno? Portaos bien y problema resuelto. ¿Por si nos conduce a la nada? Entonces nada pensaremos ni nada sentiremos. ¿Por tener que decir adiós a nuestros seres queridos? Demostradles vuestro amor en vida y siempre os recordarán. Además, si hay un más allá, los volveréis a encontrar.
Lo mejor que podemos hacer es dejar de sentir miedo y abordar el asunto con la más poderosa de nuestras armas: la imaginación. Es inevitable que nos hagamos preguntas, pero ¿Qué nos impide jugar con las respuestas? Os lanzo algunas cuestiones para empezar (lo siento, Beni. Son tan buenas que he decidido atribuírmelas):
¿Cómo veríamos el mundo si pudiésemos acceder a los recuerdos de los difuntos?
¿Os gustaría que existiese un lugar donde elegir cómo y cuándo morir?
¿Si disfrutáis incordiando a quienes os rodean, permitiríais que vuestra defunción os arruinase la fiesta?
¿Es posible esconderse de la Parca? ¿Es lo que más nos conviene?
¿Si os contactasen los de “el otro lado”, os preguntaríais el motivo de que os hubiesen elegido?
¿Es la amenaza de muerte el mejor mecanismo de control?
Tal vez no tengáis el día para tanta filosofía. Tal vez seáis prácticos y simplemente la veáis como un punto final. Tal vez la consideréis un castigo o es posible que sólo os preocupe confesar vuestros pecados antes del óbito. Incluso puede que la muerte os atraiga u os fascine. No importa, con eso también podéis jugar. Aunque, si lo pienso detenidamente, ¿Cómo sé que el escritor palentino está jugando? Me pregunto si estos son realmente los Delirios de un sátiro enajenado, o si se trata de la obra de un cuentista sabio, irónico y mordaz… ¡Maldito Beni Domínguez!
Este volumen se compone de diez cuentos intensos y potentes, diez historias extraordinarias que parten de lo cotidiano y que disparan imágenes impactantes al lector. La muerte es el factor en torno al cual giran la mayoría de ellos, aunque el omnipresente protagonista de la obra es otro: el lado oscuro del ser humano. Los finales son todos magníficos, sorpresivos, y sueltan resortes en la mente que ojalá nunca se vuelvan a bloquear.
Tras leer estos relatos, tras enamorarme de ellos y de las maravillosas ilustraciones de Andrea Navarro, me he preguntado el porqué del título que los engloba y he llegado a una conclusión: a Beni Domínguez le encanta provocar. Le encanta espolear nuestra imaginación y agitar nuestros sentimientos. Enseñarnos que hay otras formas de mirar y de soñar. Desconfiad de su prosa ágil y cercana como lo haríais de cualquier ser mitológico, pues es una trampa que esconde un torbellino de ideas de las que pocos podrán escapar.
Delirios de un sátiro enajenado es una de las mejores recopilaciones de cuentos que he leído. Terror, ciencia ficción, mucha crítica social y una pizca de realismo mágico. Se pueden leer en un día, pero es mejor dosificarlos. Para que duren. Para que nos alimente su sustrato. Son tan ágiles y breves que nos incitan a volver a ellos de vez en cuando (yo lo haré). Y tan hipnóticos que nos sacan una sonrisa a pesar de los temas que abordan.
¿Qué decís? ¿Queréis aprender a mirar a la muerte con otros ojos?
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Felicidades, la mejor reseña, análisis, comentario, como queramos llamarlo, de #deliriosdeunsatiroenajenado .
Te has parado en dos de las cuestiones que más me interesaron del libro: los contactos y elegir cómo, cuándo y dónde.
No se desaprovecha nada de estos relatos.
Creo que llegará un día en que un Hotel Antígona exista, es más, creo que será necesario.
¡¡¿Cómo has tardado tanto en leer este libro?!!
Muchas gracias, Laura!
Eso mismo me pregunto yo, ¿Cómo tardé tanto? Son unos cuentos maravillosos.
Yo tampoco descarto que algún día exista un Hotel Antígona. Aunque dudo que el servicio sea tan atento.
Un fuerte abrazo!