Escribir puede ser complicado, doloroso, un acto de redención en sí mismo. Un purgatorio que ha de sufrir quien desee crear mundos desde su propio interior. De hecho, todos creamos, todos imaginamos realidades sin ser conscientes; concebimos nuestra propia verdad, nuestra propia moral, y nuestro propio Dios (contaminado por las doctrinas eclesiásticas aprendidas pero propio, al fin y al cabo). ¿Y si al morir tuviésemos la facultad de seguir diseñando parte de nuestro tránsito al otro mundo? ¿y si pudiésemos combatir esas doctrinas impuestas como si de un enemigo físico se tratase? ¿y si de nuestro esfuerzo y sacrificio, de nuestro sufrimiento, dependiese nuestra salvación?
Lucificción es una obra repleta de metáforas, comparaciones y dobles sentidos (o significados invertidos). Una pequeña joya que, homenajeando a autores tan dispares como Italo Calvino o Clive Barker, obliga constantemente al lector a reflexionar y a replantearse, capítulo a capítulo, cuál es la auténtica historia que alberga esta supuesta novela de fantasía oscura.
Muriel Trencadissa desea suicidarse, pero algo siempre se lo impide. Una noche, la que creía definitiva, un misterioso taxista aparece y propone a la escritora que le acompañe: lo que parece un recargado local nocturno de influencia gótica resulta ser la antesala, la primera de las puertas al inframundo, y de la mano de Jesper, uno de los grandes personajes de esta novela, decide cruzar al otro lado. Una vez allí pensará que ha muerto y asociándolo (o no) al purgatorio que supone una obra inconclusa para una escritora, contribuirá a completar el escenario por el que ha de transitar con los descartes de su propia creación. Nada es lo que parece a simple vista y en este viaje iniciático en el que ha de jugar un papel decisivo, contará con la ayuda de Jack Bruce (un alquimista que simbolizará el conocimiento, la ciencia, la luz), y de Hiram de Kifri (un ser muy parecido al Vizconde demediado de Calvino) que aportará la fuerza y la pasión. Seres fantásticos, personajes entre lo histórico y lo literario, escenarios dantescos cada uno con su propia leyenda, y un misterioso Libro de Luz son elementos que Muriel irá descubriendo mientras huye o combate a Saulo de Tarso y sus fanáticas huestes.
Lluís Rueda, escritor, editor, crítico y algunas cosas más, sabe de literatura y lo que es más importante: la ama. Con una prosa culta, cuidada, salpicada de humor irónico y refinado, hará sentir pequeño a cualquier aspirante a escritor. Pero éste no le odiará por ello. No podrá dejar de leer, le admirará y soñará parecerse a él. Deseará ser capaz de hacer lo mismo que este autor hace en Lucificción: exhibir sin complejos sus influencias y manejarlas como un diablillo travieso; introducirlas en su historia para, inadvertidamente, contarnos otra cosa. Y además crear una protagonista que, como su alter ego, hace lo mismo; diseña parte de su propio purgatorio con sus particulares valores y personajes (admirados o inacabados) antes de enfrentarse a sus enemigos para, al final, mostrarnos y mostrarse a sí misma quién es.
Esta novela puede ser entretenida, pero no fácil. Exige del lector. Le reta constantemente. Critica el fanatismo religioso y la tiranía histórica ejercida por el catolicismo. Es luciferina aunque no satánica. Propone una inversión de valores desde su inicio y desemboca en un camino sangriento repleto de dolor y pérdida de seres queridos (el precio de la redención). Es imprevisible. Es despiadada. Puede ser leída por todos, pero no es una novela para todos. ¿Atravesarás su catedral invertida?
¡Muy buena reseña! Me alegro de que haya sido una buena lectura. Me la apuntaré en mi larga lista de pendientes.
Solo un apunte: admira a los que escriben bien, ¡pero no por ello te sientas pequeño! Estoy esperando a que tú también te pongas a escribir. ¡Adelante!
¡Muchas gracias Cristina! Casi me siento culpable de añadir otro libro a tu interminable lista, pero puedo garantizarte que Lucificción es diferente (que no es poco), a la mayoría de los que has leído. Y sí, algún día escribiré algo publicable y seré uno de los vuestros.
Un libro muy interesante. Me falta tiempo, pero me lo apunto. Escribir es maravilloso, como ya sabéis, pero el asunto editorial es otra cosa y no precisamente maravillosa.
Sí, ya imagino que publicar depende de muchos factores más allá del trabajo. Y tal vez no debería ser el objetivo del escritor, pero todos los autores quieren que les lean… ¿Es publicar con una editorial (no auto-publicarse) una recompensa moral?
Si no eres amigo del editor, publicar con una editorial de verdad es casi imposible. O una cuestión de suerte. Algunas editoriales pequeñas publican títulos infumables. Hay un misterio ahí. De las grandes, mejor no hablamos. De manera que sí, publicar es una recompensa moral. Después, cuando compruebas lo poco que se vende tu libro, la recompensa encoge un poco. En cualquier caso, lo importante es el libro. O debería serlo. Lo otro es mercantilismo.