David Llorente es uno de los últimos autores libres. Y decimos libre en el sentido más amplio de la palabra. Nada le frena a la hora de crear, de expresar lo que realmente desea. No entra al juego editorial preocupándose de si lo que escribe es o no comercial, si ganará o perderá audiencia, si la fórmula narrativa elegida para contar su historia es cómoda o incómoda para los demás… y, sin embargo, cada vez más críticos y lectores se rinden a sus pies.
Pero nadie es libre sin pelear y él lucha contra todo lo que le parece injusto, estúpido, o incorrecto. Lo hace a través de sus novelas y obras de teatro, pero también hablando muy claro en entrevistas como esta:
H – Eres profesor de literatura. ¿Qué es para ti un escritor?
D. LL – Un escritor es un cronista de su tiempo, tanto desde una perspectiva social como sentimental, independientemente de cualquier consideración comercial, económica o promocional.
H – En España se te conoce básicamente como novelista. En Europa, con casi 20 de obras de teatro en tu haber, como dramaturgo ¿Crees que en nuestro país el teatro no está suficientemente valorado?
D. LL – En nuestro país no está valorado absolutamente nada que tenga que ver con la cultura y con la creación artística. El teatro es solo un ejemplo más.
H – ¿Novela o teatro? ¿Qué te aporta cada género?
D. LL – Las dos cosas. Mi cabeza todavía tiene capacidad para albergar dos ideas diferentes y a la vez.
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Roja Caperucita – Ediciones Antígona |
La novela es la vida moviéndose a trompicones por donde puede o por donde la dejan, filtrándose por cualquier rendija para avanzar, como la misma agua.
El teatro es la fotografía de la angustia de estar vivo y de saberlo.
H – ¿Qué opinión tienes de la proliferación de talleres literarios en la actualidad?
D. LL – A veces me llegan folletos de talleres literarios y veo que los imparten unos autores que deberían recibirlos.
El mejor taller es el que le dice al alumno que lea lo que quiera y que escriba como le dé la gana y que vea en la literatura el único reducto que nos queda para ser libres.
Yo, cuando me invitan a un taller literario, me dedico a desmontar, una a una, todas las mentiras que nos han dicho acerca de la creación novelística.
H – Casi podría decirse que estás reinventando la novela negra. Desde luego, te esfuerzas por sacar el género de sus rígidos esquemas tradicionales ¿Crees que la literatura española en general, y la policíaca en particular, necesitan una profunda renovación?
D. LL – La novela negra no se puede reinventar y yo tampoco lo pretendo. Hubo unos años, es verdad, en que me gustaba sacar la novela negra de sus moldes antediluvianos. Pero comprendí que es una lucha perdida. El lector de novela negra, y no digamos ya de policíaca, no quiere que les toquen los casposos tópicos del género.
Toda la literatura, ya sea española o no, necesita estar en continua renovación, de lo contrario se produce un estancamiento que lleva a la pobreza artística y cultural.
Unas generaciones deben superar a las anteriores y las siguientes a éstas y así sucesivamente. Esto, en España, al menos en novela, hace tiempo que ha dejado de pasar.
H – Utilizas la literatura como un instrumento de diagnóstico acentuando los problemas sociales actuales y futuros ¿Piensas que los autores tenéis esa responsabilidad?
D. LL – No se le puede obligar a nadie a ser valiente y tampoco se le puede obligar a un autor a chapotear en el fango social y político y saber que un día te partirán la cara, lo cual, por otra parte, justificaría nuestra profesión.
Pero tampoco me pueden obligar a mí a que no desprecie (literariamente) a aquellos escritores equidistantes que no quieren incomodar ni a unos ni a otros porque tanto los unos como los otros, al fin y al cabo, son lectores que pueden comprarle libros, de cuyo precio de venta, en el mejor de los casos, se llevan el diez por ciento.
H – En Madrid: frontera y Europa, dos novelas en las que hibridas lo policíaco y lo distópico, la crítica es brutal. ¿No temes que dicha hibridación de géneros te reste lectores?
D. LL – Yo digo lo que creo que tengo que decir.
Si a un lector no le gusta mi crítica, es que he dado en la diana. Y si, por eso mismo, deja de leerme, habrá sido un tocado y hundido.
La hibridación (como tú dices) de los géneros literarios nace simplemente de leer atenta y compulsivamente y reconocer qué elementos de los diferentes géneros narrativos pueden servirme para llevar a cabo la novela que estoy escribiendo.
El error (uno de ellos) viene cuando un autor de novela negra cree que para escribir novela negra debe leer solamente novela negra, cuando es exactamente al revés. Tu mirada es más rica y más aguda cuantos más paisajes hayas visto.
H – Sin embargo, las grandes editoriales parecen apostar por una crítica muy acotada y dirigida. Por géneros “puros” y esquemas tradicionales…
D. LL – El problema de las grandes editoriales es que, en la gran contienda entre las letras y las armas, ellas militan en el lado de las armas.
H – Entonces, ¿Qué opinas de que se te encasille como autor de novela negra?
D. LL – Quien me encasille en una novela, tendrá que desencasillarme en la siguiente.
H – ¿Por qué huyes de los estilos clásicos de narración? ¿Es una forma de acentuar el impacto en el lector?, ¿Una ruptura total con los cánones tradicionales en toda su extensión?, ¿Un grito a la libertad frente a la tradición?
D. LL – Es mucho más sencillo que eso.
Cae por su propio peso la evidencia de que dos historias diferentes necesitan dos estructuras narrativas diferentes para ser contadas. Yo paso meses enteros intentando dar con la forma más adecuada para mi novela y no es raro que, al final, acabe inventando algo que puede resultar desconcertante, pero que a mí me sirve.
H – En tus últimas novelas, el retorno al Madrid menos amable y al Carabanchel de tu infancia, es una constante. ¿Se trata una forma de mantener los lazos con tus orígenes cuando estás lejos, de no olvidar quién eres (como predicas en Madrid: frontera), o el resultado de unos años difíciles?
D. LL – Hay que distinguir. Vuelvo a Madrid porque Madrid está dentro de mí y porque es la ciudad más literaria de todas las que he conocido, que han sido muchas.
La crudeza de las historias que vuelco en Madrid no tiene que ver tanto con Madrid como con la sociedad decrépita que han construido para nosotros, los de abajo.
De lo años difíciles hablé en Te quiero porque me das de comer para arrojar luz sobre un drama social y generacional que pasó desapercibido, el de los barrios periféricos y el de sus habitantes arrasados por la marginalidad, la pobreza y la heroína.
H – Max Luminaria, personaje que creaste para Te quiero porque me das de comer, es un psicópata realmente perturbador y atractivo. Le recuperaste para la inclasificable Europa ¿Crees que tu propio personaje ejerció sobre ti esa fascinación que parecen generar los grandes asesinos de la historia? ¿Estamos condenados a venerar a los hombres equivocados?
D. LL – Es verdad que los grandes asesinos de la historia tienen una voz que te envuelve y te convence. Pero, en el caso de Max Luminaria, me atraía mucho más la sutilidad con la que su cara más popular se abre camino en sociedad. De Max Luminaria me gusta más narrar sus hazañas como cirujano que sus barbaridades como asesino en serie.
H – Te quiero porque me das de comer es especialmente cruda y trasgresora ¿Es necesario impactar en los lectores de hoy en día para dejar huella?
D. LL – No se puede escribir pensando en los lectores.
En realidad, sí puedes, pero la novela que te salga será de todo, menos sincera.
Pero, bueno, que cada cual se equivoque solo.
H – En Europa juegas con multitud de géneros e ideas. Hablas de desigualdad, totalitarismo, transhumanismo… ¿La inminente revolución tecnológica que nos muestras en ella, contribuirá a una deshumanización aún mayor? ¿Será otra vuelta de tuerca a los mecanismos de control desarrollados por el poder?
D. LL – No cabe duda.
La revolución médico-tecnológica construirá una sociedad de ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. Cyborgs fuertes, sanos y resplandecientes frente a seres humanos atrofiados.
H – En esta última obra vaticinas la “caída” del continente que le da título ¿Esto es una premonición, un deseo, o el fruto de una decepción?
D. LL – Un deseo no.
H – En el maravilloso prólogo de Kira, tu primera novela, dices no reconocer al autor que eres hoy ¿Sentirás lo mismo con tus obras actuales cuando las revises dentro de unos años, o piensas que estás llegando a la cúspide de tu técnica narrativa?
D. LL – No hay cúspide. La evolución de la técnica narrativa no es de abajo arriba, sino de menos infinito a más infinito.
Dentro de unos años, cuando ya no tenga ni fuerza ni vista para escribir, me gustaría mirar hacia atrás y ratificar que mi carrera literaria ha sido coherente y que cada libro publicado era un paso adelante con respecto al anterior y que jamás mandé nada a la imprenta para ver la novela en la estantería de una librería, sino para gritar, para desahogarme y para denunciar.
H – Has obtenido numerosos premios y menciones literarias desde el principio de tu carrera ¿Hasta qué punto te han motivado a seguir escribiendo en un país en el que muy pocos viven de sus obras?
D. LL – No he ganado muchos premios. He ganado muchos concursos. Ahora los concursos no dan premios. El premio de un concurso es haber ganado el concurso. Se trata de uno de los múltiples maltratos que se inflige al escritor. Te pasas años escribiendo una novela y el tiempo que dedicas a la escritura no lo puedes dedicar a otra cosa que mejore la vida de tu familia y luego, gracias a tu esfuerzo y tu talento, ganas un concurso cuyo premio es un queso, una botella de vino, un jamón, un muñequito de goma o una palmada en la espalda.
Los concursos literarios deben dar dinero al ganador y deben ser los autores los que den prestigio a los concursos que ganan, no al revés.
H – ¿Algún consejo para quien sueñe con convertirse en escritor/a?
D. LL – No.
H – ¿Qué puedes decirnos de tu próxima novela?
D. LL – Puedo decir mucho. Pero no voy a decir nada.
H – Recomiéndanos un autor o autora. Sólo uno/a.
D. LL – Javier Tomeo.
Si queréis saber más sobre David Llorente (deberíais), podéis entrar en su web pinchando aquí.
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Es estimulante encontrar autores como David Llorente: totalmente coherente en su obra y su discurso. La literatura debe ser libre, no debe someterse a dictados del mercado ni temer la desaprobación de los lectores.
¡Tengo que leer a este autor! Es una orden que me doy (obviamente).
Es un autor auténtico y sincero, como tú. No deja indiferente a nadie, para bien o para mal. Pero el no pule su prosa como haces tú, la adapta al mensaje saltándose, incluso, las normas gramaticales. Me encantaría conocer tu opinión.
Absolutamente R E C O M E N D A B L E
Absolutamente R E C O M E N D A B L E
Totalmente de acuerdo, Wladimir. Leer a David Llorente es una prueba de fuego para cualquier lector. Puede que después de hacerlo, su concepción de la literatura cambie para siempre.
Tremenda entrevista. Tremendas respuestas.
Llorente grita en sus novelas. Afortunadamente, también en sus entrevistas. ¡Gracias, José Luis!
Me ha encantado la entrevista. Tus preguntas son muy acertadas, como siempre, y las respuestas de Llorente me han confirmado la idea que me había hecho de él. En el blog aurisecular tengo comentada Roja Caperucita, en junio de 2019. Me sorprendió, y me gustó, la obra. Se impone leer alguna novela.
Fabulosa tu reseña de Roja Caperucita. Pongo el enlace para quien quiera leerla:
https://elblogaurisecular.blogspot.com/2019/06/roja-caperucita.html
Me ha encantado conocer al autor a través de la entrevista, un escritor comprometido socialmente, que denuncia y no se deja encasillar. Magnífico.
Me ha encantado conocer al autor a través de la entrevista, un escritor comprometido socialmente, que denuncia y no se deja encasillar. Magnífico.
Las letras españolas necesitan mas autores así, comprometidos y honestos, de los que huyen del artificio hueco y cargan sus obras de mensaje y sentimiento.