En principio, El enigma de la habitación 622 parece contener un argumento simple, el editor de Joël Dicker, Bernard de Fallois, fallece a los 91 años; la pena del escritor se agranda por una pelea que tiene con su novia Sloane, lo que provoca que él vaya a pasar unos días de descanso a un hotel de los Alpes suizos, el Palace de Verbier. Cuando lo hospedan en la habitación 623 se da cuenta de que no existe la 622. Scarlett Leonas, que conoce de oídas a Dicker, también está hospedada en esa planta y deciden investigar un asesinato que ocurrió tiempo atrás en la habitación fantasma.
Nada es lo que parece. No hay simplicidad en el argumento que se va expandiendo como una tela de araña para acoger a cuatro, cinco tramas diferentes, o más. En el fondo El enigma de la habitación 622 es un homenaje al editor Bernard de Fallois, todo gira en torno a él, que era, según nos enteramos en la novela, un apasionado del cine Y, por supuesto, El enigma de la habitación 622 aparece como una extraordinaria película del mago del suspense, Alfred Hitchcock. Así pues, este argumento simple del que hablábamos va creando uno de los mayores suspenses posibles a base de recursos narrativos que se reformulan en visuales, porque Joël Dicker tiene la capacidad de expresarse por medio de imágenes que se subordinan al impacto dramático, con lo que construye el suspense, de hecho, toda la novela es un espectáculo dirigido a un público entregado desde la primera página.