Hacía tiempo que no me encontraba con una obra como esta. Cristina Jurado ha construido un relato íntimo, sensible e inteligente que recuerda a las novelas de la New Wave, aquellas que miraban más al interior del ser humano que a las estrellas. Nos habla de dos civilizaciones, de un primer contacto y un cataclismo, pero sobre todo de amor aunque en un sentido más amplio del que estamos acostumbrad@s.
La autora huye de la espectacularidad, de escenarios grandiosos y de razas alienígenas complicadas. No necesita de acción trepidante ni giros deslumbrantes; todo lo que necesita son cuatro personajes auténticos y un planeta hermoso que estaría mejor sin nosotros, nuestro derroche y nuestro egoísmo.
El narrador es Elio, uno de los Bionautas: seres llegados a nuestra tierra en una nave generacional en la que han estado viviendo toda su vida en busca de un planeta que los acoja. Con leves pinceladas, señalando las diferencias entre su modo de vida y el nuestro casi de pasada, Jurado describe perfectamente una forma de ser en la que la economía de recursos se extrapola a la economía de sentimientos. En la que la comunicación se convierte en algo global e impersonal con fines meramente prácticos y la reproducción se lleva a cabo en laboratorios. Nunca me había planteado hasta leer esta novela que, al desvincular la reproducción sexual de la vida de un ser, al no ser necesarias las relaciones físicas, las tendencias sexuales pueden llegar a desaparecer y el amor, o la capacidad de amar, puede adquirir dimensiones más amplias. Pero son muchas las lecturas y las ideas subyacentes a cada salto de página. Y todas ellas casi pasan desapercibidas ante el tono íntimo del narrador.
Elio, como os decía, no es terrestre. Es un ser excepcional y anómalo entre los suyos, más empático que la mayoría y que tiene unas ganas enormes de vivir, experimentar y sentir. Un ser bondadoso y sin prejuicios. Alguien que se enamora del planeta que le acoge y del resto de personajes que componen la trama, pero sobre todo de Madre, una terrestre sensible y atormentada. Cada gesto, cada acto visceral de esta mujer, estimulará y hará descubrir nuevas sensaciones al narrador y así se lo transmitirá a la destinataria de la grabación (que transcribe la novela), una adolescente que necesita escuchar esta historia para conocerse a sí misma.
El resto de personajes son el contrapeso necesario para el equilibrio perfecto; Padre, hombre fuerte, receloso de la especie humana e individualista, enseñará a los recién llegados el sentido de la individualidad y lo absurdo del rencor. Y Siry la compañera de Elio, más inteligente y menos empática, vivirá todo desde un punto de vista más cercano al del resto de su civilización lo que le llevará a tener problemas para poder asimilar o afrontar todas sus experiencias vitales. Por supuesto, también hay villanos pero son seres puntuales, no razas, que condicionan la vida de estos hombres y mujeres pero sin quitarles ni un ápice de protagonismo.
Cristina Jurado trata de llegar al lector, no de impresionarlo. Demuestra que lo simple, lo cercano, puede ser tan fascinante como lo desconocido. Resuelve cualquier posible objeción, como la falta de instintos agresivos en la mayoría de los Bionautas, con explicaciones plausibles y sin complicarse en demostraciones complejas. Convierte un relato de ciencia ficción en una confidencia íntima y viceversa. En otras palabras, deslumbra y deja huella.
Muchas gracias por la reseña. Me alegra que te haya gustado.