Hace algunos días alguien muy cercano a mí me preguntó que leía. Al responder exclamó: “¡otra distopía!, ¡J***r!”. He de reconocer que me sentí algo descolocado por esa reacción. La buena literatura prospectiva (incluso la mala), es siempre una llamada de atención, una alarma ante un problema actual y su posible desarrollo si no tomamos medidas. Es por eso que no debemos dejar que el género, con la enorme cantidad de obras actuales, nos sature y, para ello, hay que saber separar la calidad de la paja. 2222 es de las que tienen un mensaje claro y calidad.
Los humanos llevamos muchos siglos condicionados para reproducirnos. El aumento demográfico ha sido necesario para el avance de la civilización y la mejora en las condiciones de vida (para los que habitamos determinados países). Pero ya somos demasiados y, aunque logremos seguir alimentándonos gracias a nuestro ingenio, el planeta no podrá soportar eternamente el agotamiento de recursos y el maltrato que le infligimos, así que es evidente que deberíamos revertir esta situación. Necesitamos un reinicio y hacer las cosas mejor ¿Pero cómo?
Esa es la idea alrededor de la cual gira la historia de P. L. Salvador, pero su mayor mérito no es este. Lo mejor son los dilemas éticos en los que te obliga a incurrir. A plantearte cuestiones que creíamos tener claras como, por ejemplo, ¿es un crimen contra la humanidad querer diezmarla, o lo es dejar que agonice en un lento y doloroso camino hacia la extinción? Pero, además, hay bastantes más temas interesantes en esta obra a pesar de las escuetas 100 páginas que la componen. El autor nos recuerda que los dictadores y sus regímenes totalitarios siempre están ahí, agazapados, esperando las condiciones propicias para tomar las riendas e imponer sus credos. Nos habla del cargo de conciencia y de la fuerza que tiene el miedo del individuo ante el grupo. Pero también de amor, de la evolución de las inteligencias artificiales y de cómo, cuando la tecnología lo permita, lo único necesario para que cualquier ser se sienta humano es que sea aceptado e integrado en el grupo como uno más.
La novela, escrita con un estilo único repleto de sentimientos y reacciones entre corchetes que se intercalan con frases cortas, se compone de varios diarios. Está, por tanto, narrada en primera persona y nos va haciendo avanzar en la historia y el tiempo desde varios puntos de vista. Además, P.L. Salvador se reserva algunos cameos dentro de la narración, definiéndose así como un secundario más. El primer capítulo, casi teatral en su estructura y desarrollo, puede resultar algo confuso por los personajes sin presentación previa que aparecen, y es de agradecer que la edición de Pez de Plata contenga una pequeña guía aclaratoria.
Puede que, al leer esta estimulante historia, penséis que las cosas nunca podrían desarrollarse así, que hay otros caminos y soluciones, que no compartáis el punto de vista del autor o que no os gusten los pequeños giros que esconde. Pero sin duda os hará pensar y volver a cuestionaros cosas que teníais claras hasta ahora.