Renacidos, resucitados, no muertos o muertos vivientes: zombis. Los llamemos como los llamemos, las historias sobre zombis nos atraen porque personifican el miedo a lo desconocido y la pérdida de la humanidad y porque tratan uno de los grandes misterios de la vida, quizá el más relevante: el de la muerte.
El atractivo morboso de la muerte
No sabemos (al menos yo no conozco a nadie que lo sepa) qué ocurre después de morir, pero esto despierta en la mayoría de nosotros una profunda curiosidad. Esa fascinación, esa incertidumbre, ha impulsado a los seres humanos a buscar explicaciones y a crear narraciones sobre lo que podría suceder dando origen a especulaciones de tipo científico y filosófico, pero también a creencias religiosas. Para algunas sociedades la muerte es un tema tabú, algo de lo que no se habla abiertamente, pero lo prohibido o lo misterioso también puede ser tentador y atraernos de una forma morbosa.
Por otra parte, el ser humano posee un fuerte instinto de supervivencia y es lógico que, como representación del fin de la existencia, la muerte despierte una repulsión natural. Es un miedo atávico, un mecanismo instintivo de defensa que tiene como objetivo evitar el peligro y preservar la vida. La muerte se asocia con el dolor físico, la enfermedad y la pérdida de seres queridos, experiencias que resultan profundamente dolorosas y traumáticas. Con la muerte aparece otra circunstancia más bien desagradable: la descomposición del cuerpo. Este proceso, visual y olfativamente repulsivo, posiblemente no es más que la respuesta evolutiva para evitar el contacto con fuentes de infección y enfermedad.
Sin embargo, en determinadas culturas la muerte es utilizada como herramienta de venganza o como forma de esclavitud sobre otros. Y es que hay que aclarar una cosa: el zombi no solo es un arquetipo del mal y la muerte en la ficción, también es un fenómeno posiblemente real, lo que lo convierte en algo mucho más espeluznante…
El origen zombi
El término «zombi» aparece en las lenguas habladas en África occidental. En el idioma kikongo, hablado en el Congo, la palabra «nzambi» cobra el significado de «espíritu de la persona muerta», mientras que para los mitsogo (etnia de lengua bantú asentada en Gabón), la palabra ndzumbi hace referencia al cadáver. Para las religiones y creencias africanas, la conexión con el mundo espiritual es un elemento fundamental, por lo que los conceptos de reanimación y espíritus están profundamente arraigados.
A partir del siglo XVI, millones de personas de esta región africana fueron llevadas a las Indias Occidentales, en las costas del mar Caribe, para trabajar como esclavos en las plantaciones de azúcar de las colonias. Los esclavos llevaron consigo su religión y creencias, pero fueron obligados a convertirse al cristianismo dando origen a un curioso sincretismo religioso. Candomblé, en Brasil, Santería en Cuba, Obeah en el Caribe anglófono, Vudú en República Dominicana y Haití… Estos movimientos religiosos se convirtieron en símbolo de la resistencia cultural y la adaptación de los pueblos esclavizados y colonizados a unas nuevas y extremadamente duras condiciones de vida.
Es el vudú haitiano el que popularizó el concepto del zombi. En la tradición de Haití, un «zonbi» es un cadáver reanimado mediante medios mágicos, que suele estar bajo el control de un bokor, un tipo de hechicero o sacerdote vudú. Pero para el vudú haitiano, los zombis no son simplemente cadáveres reanimados, sino que son una manifestación del control y la dominación. La creación de un zombi es vista como una forma extrema de esclavitud, donde el individuo pierde completamente su autonomía.
El verdadero vudú
En su forma moderna, el vudú se gestó en el período colonial en Haití y jugó un papel crucial en la independencia de Haití de Francia. A menudo, los líderes de la revolución invocaban a los loas (espíritus mediadores ante la divinidad) para obtener fuerza y guía. Los esclavos haitianos que procedían de diferentes etnias y hablaban distintos lenguajes, encontraron en el vudú un símbolo de resistencia y unidad ante la opresión.
Al contrario que la mayoría de las religiones occidentales el vudú no tiene una estructura jerárquica rígida. Es una religión comunitaria y descentralizada, donde los houngans (sacerdotes) y mambos (sacerdotisas) juegan un papel importante en la mediación entre los loas y los seguidores. No es de extrañar que estos guías espirituales lideraran la revolución y que esta no tuviera un origen focalizado, sino que se desarrolló en diferentes plantaciones al mismo tiempo.
Prácticas y creencias del Vudú
El vudú se centra en la creencia en un dios supremo, Bondye, que es inaccesible directamente. Los loas actúan como intermediarios entre Bondye y los seres humanos. Cada loa tiene su propia personalidad, dominio y atributos específicos. Por ejemplo, Papa Legba es el guardián de las puertas y caminos, mientras que Erzulie Freda es la loa del amor y la belleza.
Las ceremonias vudú son eventos comunitarios que a menudo incluyen cantos, bailes, sacrificios de animales y posesiones espirituales. Estas ceremonias son fundamentales para mantener la conexión con los loas y asegurar su protección y favor.
Vudú y malentendidos
El vudú ha sufrido numerosas representaciones erróneas en el cine y la literatura de terror que a menudo buscan el sensacionalismo a partir de una imagen cargada de estereotipos. Y es que, reconozcámoslo, aspectos como la zombificación, el uso de muñecos de vudú y oscuros rituales de la magia negra molan mucho, pero distorsionan la verdadera naturaleza de la religión.
Por la influencia del cine y la literatura, nos ha llegado una visión distorsionada del vudú como una religión centrada en la magia negra y los maleficios y otras cosas chungas. En realidad, los practicantes del vudú (o vodouisants) veneran a un panteón de espíritus, llamados loas o lwa. Cada uno de ellos representa diferentes aspectos de la vida y la naturaleza, y los rituales y ceremonias del vudú desde la música y la danza hasta los sacrificios de animales, son actos de devoción y comunicación con los loas, no de maleficio. Los muñecos de vudú, que se suelen asociar con la intención de causar daño a otros, en realidad son utilizados principalmente para curación y protección. Estos muñecos, o «fetiches», se cargan con objetos personales y son ofrecidos a los loas para pedir su ayuda y bendición.
¿Existen los zombis?
Podría parecer que la figura del zombi no pasa de ser un mito supersticioso amplificado por el cine. Sin embargo, aunque raros y rodeados de controversia, existen algunos casos documentados y estudiados por la ciencia que nos indican que el fenómeno podría ser real.
Uno de los casos más famosos fue el de Clairvius Narcisse, quien después de ser dado por muerto y enterrado en 1962, reapareció dieciocho años después afirmando haber sido convertido en zombi por un bokor que lo había resucitado y obligado a trabajar en una plantación de azúcar. Su caso fue investigado por el etnobotánico Wade Davis, quien sugirió que Narcisse había sido administrado con una combinación de tetrodotoxina (un veneno potente encontrado en peces globo) y una sustancia disociativa, lo que podría haber inducido un estado de muerte aparente seguido de un control mental.
En 1979, Fièvre Doucet fue encontrado errante en su aldea años después de haber sido enterrado. Como en el caso de Narcisse, Doucet fue presuntamente resucitado y esclavizado por un bokor.
En una fecha tan relativamente reciente como 1995, tenemos el caso de Wilfrid Doricent, quien fue exhumado por su familia después de algunos reportes en los que se afirmaba que había sido visto con vida. Su caso atrajo la atención de los medios y fue investigado por las autoridades locales.
Estos y otros casos han motivado que en Haití la zombificación sea considerada un delito y haya leyes específicas que prohíben esta práctica. El código penal de Haití incluye un artículo que establece penas para aquellos que causen una condición letárgica similar a la muerte con el fin de hacer que una persona parezca muerta, y luego la resuciten para someterla a servidumbre. Esta ley reconoce literalmente la zombificación como un fenómeno real y lo asimila a una forma de asesinato o intento de asesinato.
También otros países han emitido legislación específica sobre el tema. La República Dominicana, en la frontera con Haití, la influencia cultural ha llevado a la adopción de medidas similares contra la zombificación y otras prácticas esotéricas. En Benín y Togo, dos países donde se practica el vudú, existen leyes que penalizan la hechicería y otras prácticas similares que puedan causar daño físico o psicológico a las personas.
El zombi en la cultura occidental
Hay que esperar a principios del siglo XX para que la palabra zombi y su concepto asociado lleguen al mundo occidental, principalmente a través de la literatura y el cine. Uno de los primeros trabajos que popularizó el concepto fue el libro de William Seabrook, «The Magic Island» (1929), que describe sus experiencias en Haití y las prácticas del vudú, incluyendo la creación de zombis.
A diferencia de lo que ocurre con el mito vampírico y el Drácula de Bram Stoker, no hay una obra literaria que haya establecido un canon para el arquetipo del zombi. Sin embargo, sí ha habido alguna obra relevante que ha tratado el tema. La novela Soy Leyenda de Richard Matheson ha tenido una gran influencia dentro del género, especialmente a través de sus diferentes adaptaciones al cine. Otra novela relevante es Guerra Mundial Z, de Max Brooks que tuvo una conocida adaptación cinematográfica protagonizada por Brad Pitt.
En el cine, las películas sobre zombis se multiplicaron a partir del éxito de George A. Romero en 1968 con La noche de los muertos vivientes (basada libremente en el Soy Leyenda de Matheson). Antes de esa fecha, aunque no tan prolíficas, hubo otras películas sobre zombis que asentaron las bases del género:
White Zombie (La legión de los hombres sin alma) (1932)
Dirigida por Victor Halperin, está considerada como la primera película de zombis de la historia. Fue lanzada solo un año después de dos mitos del terror: el Drácula de Tod Browning y el Frankenstein de James Whale. Con el Drácula de Browning comparte a Bela Lugosi como protagonista en una historia sobre un hombre que usa el vudú haitiano para convertir a una mujer en un zombi y obligarla a casarse con él. La atmósfera gótica y la actuación de Lugosi la convierten en un clásico imprescindible.
La rebelión de los zombies (1936)
Otra película dirigida por Victor Halperin. Podría considerarse la secuela espiritual de White Zombie y cuenta también con Lugosi en un papel más secundario. En la película, unos soldados buscan un antiguo secreto que puede crear un ejército de zombis. Película muy modesta que no alcanza la fama ni el nivel de su predecesora, pero que da una visión interesante de lo que se consideraba entonces por un zombi y trata de dar una explicación a su origen.
Yo anduve con un zombie (1943)
Dirigida por Jacques Tourneur y producida por Val Lewton, es una adaptación libre de la novela Jane Eyre de Charlotte Brontë, trasladada a una plantación en el Caribe y con presencia vudú, zombi y magia negra. Una enfermera es enviada a una isla paradisíaca para cuidar de una mujer en estado zombi debido a un hechizo vudú. Película poética, romántica, pero que también es capaz de llevar el terror a su máxima expresión sin grandes efectos ni artificios dando una visión casi documental de lo que es el vudú y el fenómeno zombi.
Voodoo Island (1957)
Película dirigida por Reginald Le Borg y protagonizada por Boris Karloff. Unos promotores inmobiliarios buscan el emplazamiento ideal en el Pacífico Sur para el nuevo hotel Paradise Carlton. Envían una expedición de viaje, pero tres de los miembros desaparecen y el cuarto regresa catatónico. El científico Philip Knight, especialista en destapar fraudes, es enviado a la misma isla poblada por plantas carnívoras y zombis que son utilizados como esclavos. Como curiosidad, Adam West aparece en un pequeño papel no acreditado previo a «Batman» (su primer papel en el cine).
La plaga de los zombies (1966)
No podía faltar aquí este clásico de la Hammer, quizá no muy original, pero con una ambientación y puesta en escena en línea con los mejores trabajos de esta productora. John Gilling dirige esta historia que transcurre en un pequeño pueblo de Cornualles, Inglaterra, en el siglo XIX. El joven Dr. Peter Tompson busca desesperadamente una solución para las misteriosas muertes que se suceden en la comunidad. Las muertes están relacionadas con prácticas de vudú llevadas a cabo por un siniestro aristócrata local para resucitar a los muertos y convertirlos en zombis esclavos que trabajen en su mina de estaño.
La visión original sobre las prácticas del vudú no ha dejado de evolucionar desde el significado espiritual de sus raíces africanas y haitianas, y en la cultura popular actual, los zombis suelen aparecer como cadáveres reanimados por un virus o una catástrofe apocalíptica, desapareciendo casi por completo el sentido espiritual. En cualquier caso, esto no disminuye el atractivo de un mito que conecta con el miedo universal a la muerte y que, paradójicamente, hace que hoy esté más vivo que nunca.
Un artículo de Alberto de Prado
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