Cuando observamos el mundo que hemos creado, tendemos a pensar que deberíamos haberlo hecho mejor y a desear que, en un futuro no muy lejano, lo logremos. Que lleguemos a vivir en una sociedad más justa y con menos desigualdades. Que cuidemos del planeta que nos alimenta, que el bien común prevalezca sobre el individual y que podamos disfrutar más plenamente de nuestras vidas.
Sin embargo, nos suele asaltar la idea, casi inmediatamente, de que todo lo acontecido era inevitable. De que nuestra especie es una corriente impetuosa que arremete, en cada cambio de dirección, contra el conducto por el que discurre. Pero que al final sigue el cauce y nunca llega a desbordarse. Porque somos como somos. Nuestra historia es lo que fue y nuestro presente, el que es.
Todo esto es falso. Tal vez, un mecanismo defensivo con el que tratamos de eludir nuestra responsabilidad. Porque el camino recorrido no estaba preestablecido. Porque la dirección a seguir nunca la elegimos entre todos, sino que fue determinada por individuos concretos, por actos e intereses personales trastocados, tal vez, por la diosa fortuna. Y es que hasta que no seamos capaces de romper esta dinámica, de implicarnos todos en la toma de decisiones y buscar una democracia real, de fijarnos un objetivo que anteponga nuestras necesidades futuras a las presentes sin dejar a nadie atrás, no podremos mirar al pasado sin sentirnos responsables. Puede que, cuando lo logremos, podamos afrontar el futuro sin miedo. Sin asumir que, de llegar a ser juzgados por otros seres inteligentes (IAs o Alienígenas, por ejemplo), seríamos declarados culpables.
Personajes ficticios (próximos a la realidad) se compone de seis relatos que indagan en diferentes aspectos de la naturaleza humana y buscan una mayor comprensión de quiénes somos y de cómo hemos llegado al punto en que nos encontramos. Mezclando realidad y ficción, partiendo de las Guerras médicas, y proyectándose a diversos futuros posibles, nos deja claro que toda acción tiene sus consecuencias (aunque estas no siempre se puedan predecir). La obra pone en alza nuestra capacidad de adaptación y evolución, pero condicionada por una total dependencia de líderes (reconocidos o en las sombras) que tracen la ruta. Y es que esos líderes pueden ser mejores o peores que la media. Pueden ser genios inspirados por el amor, psicópatas ávidos de riqueza o poder, o simples ególatras.
Gregorio Planchuelo se ha inspirado en personajes como Aristágoras de Mileto o Greta Thunberg, en depredadores económicos que todos tenemos en mente y en noticias reales (sociales y tecnológicas) para componer historias donde verter sus pensamientos y deseos. No oculta nada, pues después de cada relato nos explica los elementos con los que decidió jugar. Y es que tras esta recopilación de escritos hay muchas horas de reflexión y rabia, pero también de esperanza y optimismo. La obra no pretende pasar por un fix-up; es un entretenido y asequible ejercicio de crítica y comprensión que gira en torno a nuestra naturaleza e inquietudes.
¿Queréis combatir por la libertad en Salamina o las Termópilas? ¿Huir de la manipulación y la posverdad? ¿Comprobar que otra manera de vivir es posible e intentar comprender qué hay más allá de la muerte? Leed este libro prestando atención a lo que subyace tras cada aventura. Analizad, como lo haría una máquina o un observador externo, quienes mueven los hilos y cómo lo hacen. Porque estos personajes ficticios (próximos a la realidad) os recordarán que quienes deciden por nosotros no son, ni nunca fueron, los mejores. Que tomar las riendas de nuestro destino no es solo posible, sino imperativo. Y que ha llegado el momento de abrir nuestras mentes a lo improbable.
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