No sé si atreverme a analizar Nocturno de Calpe. No sé si podré realizar una crítica mínimamente constructiva. Ni tan siquiera una breve reseña. Porque la obra contiene a P.L. Salvador.
Solo conozco al autor a través de sus libros, sin embargo y a pesar de arriesgarme a comentar hechos sin importancia, creo que su esencia está en lo que escribe; se entrega en cada volumen.
En esta tetralogía, Salvador interioriza el proceso de escritura; parte de un detalle real para abrir un mundo ficcional en el que aparecen sus limitaciones y en el que desaparecen los convencionalismos literarios, de esta forma el personaje habla con un autor que es, a la vez, personaje; asimismo, al mismo tiempo que los elementos narrativos, se transgreden los signos ortográficos, con lo que el lenguaje se desestabiliza. Es la rúbrica de Salvador con la que se autoconoce en su proceso de escritura. Lo interesante es que también los lectores conectamos con nosotros mismos durante la lectura. El tópico salvadoriano tabula rasa encierra su verdad, por la que se rige y con la que nos ilumina a los lectores. La vida, como la escritura, es una página en blanco que podemos llenar cada vez que no nos guste lo que hemos conseguido; siempre se puede empezar de nuevo porque nuestros actos dependen de nuestro aprendizaje, de las experiencias que vayamos acumulando, de las sensaciones.
Si hay que destacar algo en este desatino fantástico de novela es el ingenio argumental, en donde la reflexión metaliteraria convive con la ironía para que entendamos el estado actual de la novela en particular y de la literatura en general.