“La vida es una sentencia de muerte sin fecha de ejecución”
Hay dos circunstancias que debemos aceptar. Que todos hemos de morir y que no podemos retroceder en el tiempo. Si lo pensamos fríamente, las dos nos pueden parecer aterradoras. La vida en sí misma es un misterio. Saber que hemos de experimentarla teniendo en cuenta que nuestras decisiones o nuestros errores no siempre podrán ser reparados, puede provocarnos cierto vértigo o incluso, infelicidad.
Nuestro tiempo es limitado y, como defendía Epicuro, estamos destinados a buscar el placer. Pero hemos de hacerlo con sabiduría, escogiendo solo aquel o aquellos que sean naturales y necesarios.
El filósofo también exaltaba la amistad como una de las virtudes más grandes. Nosotros preferimos la variedad de amistad que denominamos amor y dedicamos gran parte de nuestra vida a buscarlo. Sin embargo, son muchas las ocasiones en que, tiempo después de haberlo hallado, tendemos a pensar que nos equivocamos. Que la persona que elegimos o que nos eligió, no era la correcta.
La muerte, el dolor y el fracaso son algunos de nuestros mayores miedos. Los tres son inevitables debido a la imposibilidad de dar marcha atrás en el tiempo. Suelen acompañarnos siempre, conscientemente o a través de nuestros sueños y pesadillas. Estos son interpretados en muchas ocasiones como señales de alarma. A veces nos paralizan. Otras nos empujan a comportarnos de manera conservadora y, las menos, nos hacen despertar y buscar el camino adecuado.
“Para mí, nadar contracorriente consiste en no aceptar las consecuencias de la vida”
¿Qué ocurriría si invirtiésemos el proceso de comunicación con nuestro subconsciente? ¿Y si esos recuerdos que se combinan misteriosamente en nuestro el cerebro mientras dormimos, aún no hubiesen sucedido? La cuestión no es si se trataría o no de premoniciones o extrañas capacidades. Lo interesante es plantearse si la identificación y búsqueda de la correlación de esas pistas, de esas experiencias que han de llegar, podría empujarnos más violentamente a buscar el placer, a huir del fracaso y a encontrar (o tal vez a identificar) el amor. De ser así, de disponer de indicios sobre lo que ha de ocurrir, nuestro miedo a la derrota tal vez se amplificaría; si fuésemos incapaces de evitar sucesos sobre los que, de alguna manera, estuviésemos advertidos, los errores que cometiésemos podrían ser más dolorosos. Pero no aceptar las consecuencias sería nadar contracorriente.
“Me enamoré perdidamente de ti, tan perdidamente que tuve que alimentar el odio para no caer en tus manos”
Ángela y Marcos llevan tiempo casados. Los dos disfrutan de comodidades y éxito laboral. Y eso es, sencillamente, en lo que se centran para no asumir su fracaso como pareja.Él despierta. Sueña con lo que podría volver a ser, y decide romper con todo. Decide convertirse en Marc.Ella despierta. Redescubre lo que tenía y lo que temía perder. Decide convertirse en Ann.Ambos emprenden un camino de consecuencias irreversibles. El destino a veces es cruel y Marc intentará desesperadamente unir las piezas que cada noche le son entregadas en sueños. Pero esas piezas pueden estar cargadas de dolor y muerte, aunque también de amor y vida.
A contracorriente bis, la tercera y última novela que compone Neel Ram, no es una actualización de la obra que P. L Salvador escribiera hace más de veinte años. Es una reescritura total de la misma. El autor, como explicábamos en la reseña de El vampiro virgen, ha experimentado y pulido su estilo durante años hasta encontrar una manera única, ágil, divertida e imprevisible de comunicarse con los lectores. Lo ha logrado apoyándose en diálogos directos, cargados de chispa y maestría hasta el punto de no necesitar ni de guiones ni de aclaraciones. Pero durante esa transformación literaria ha sabido, como podemos comprobar aquí, conservar una de las mayores virtudes del escritor que fue: la de dirigir casi todas sus historias hacia destinos inimaginables.
Los personajes de Salvador siempre son inquietos. Siempre buscan disfrutar de la vida y dejar atrás aquello que se lo impide. Gozan de la amistad sincera y tienen el amor como objetivo. Todos son diferentes y, sin embargo, todos son él. La evolución de su estilo es indivisible de su evolución humana. Desde el principio buscó su esencia vital y su esencia literaria. Asumió que la vida es ingobernable y el futuro impredecible. Pero también tuvo claro, al igual que Rod Avlas, quien tenía que compartir la vida con él, aunque aún no hubiese aparecido.
P. L. Salvador es Epicuro. La trilogía que engloba Neel Ram es su universo; su hoy, su tal vez, y su ayer. Las tres novelas son búsqueda y metaliteratura. Las tres son la puerta a una prosa sin complejos. Adentraos en sus obras sin prejuicios, disfrutad de giros sorprendentes, de historias dentro de historias, del amor y de la amistad. Aprenderéis la literatura, al igual que la vida, es reinvención, evolución y adaptación y, si lo deseáis con fuerza, podréis sentirla en vez de leerla.
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