LOS HUESOS
- El Pasadizo, 96 páginas
- Diez Mil Plumas Negras, 168 páginas
- El Bloque, 328 páginas
Guionista: Jeff Lemire.
Dibujante: Andrea Sorrentino.
Color: Dave Stewart
Traducción: Santiago García
Editorial: Astiberri
Género: terror en su máxima expresión
RITUAL
El Bloque, tercera entrega de la colección (abierta) de Los Mitos del Huerto de los Huesos, es la novela gráfica que debemos leer siendo apasionados del terror y las buenas historias. Y no solo este tercer volumen, también los dos primeros, ya que aprovecharé para comentar el triunvirato en la presente forja ritual.
No es necesario hablar de Jeff Lemire, un genio que toca todo tipo de trama con acierto, y que además sabe conjugarlas dentro de un mismo argumento, aportando riqueza, diversidad y un estilo propio que engancha. Y Sorrentino es su otra cara de la moneda, cuya ilustración asimétrica encaja con estas temáticas de una oscuridad tan profunda que llegan a perturbar tras su lectura y visionado. Pareja artística de hecho, genios y multipremiados.
Escribo primero en caliente tras terminar El Bloque (habrá más lecturas). Me ha impresionado. Me ha sugestionado. Me ha trastornado la historia misma de la religión. Es la mejor novela gráfica de terror que he disfrutado y padecido jamás. La inquietud, la certeza, la tensión, la combinación de historia e ilustraciones, ese descenso a un infierno mucho peor que el de Dante o la más cruda de las biblias. Me deja alterado. Perturbado. Torcido. Si ese no es el objetivo de una historia, del tipo que sea, fracasan. Y esta historia, buf, todavía tiemblo y, con todo, necesito volver a leer sus más de 300 páginas. Dejad la reseña y comprad el cómic, ya. Ya. Haceos con él. Devoradlo. Convertiros. Padecer el miedo más atávico.
Sigo.
Hablemos de sus predecesores, las dos primeras entregas, para luego adentrarnos en la perversidad de este Bloque.
EL PASADIZO: la historia de un joven geólogo que investiga, dentro de una atolón con su faro, la más extraña anomalía, un agujero infinito en el suelo de esa ínsula atormentada por la tempestad. El pozo se convierte en obsesión, la farera, en una anfitriona inhóspita, y es cuestión de tiempo que el muchacho averigüe qué esconde su fondo insondable y la relación del mismo con su pasado, que deviene en presente. Dibujos de progresión ominosa que, debido a su arquitectura sin reglas, alteran (norma que se incremente en los siguientes volúmenes). Pasando de azul oscuro a negro predominante, negro de ala de cuervo, negro de otredad en las entrañas del mundo, de la verdad escondida. Breve, contundente. Una magnífica presentación de esta saga.
DIEZ MIL PLUMAS NEGRAS: dos amigas improbables que crecen juntas hasta la adolescencia, jugando al rol, escribiendo, imaginando, soñando. Inseparables. Una de ellas desaparece, dejando a la madre desolada. La otra, huérfana, también escapa a esa progenitora en fuga de la nostalgia. Pero retorna años ulteriores para averiguar qué fue de su amiga. La relación que guarda su desaparición con las desventuras que inventaron. Adentrándose en un mundo roto, aprendiendo sobre ella misma y lo que fue, es o podría ser. Buscando esperanza entre la mayor de las oscuridades, el yo, lo imposible, lo inimaginable devenido en pesadillas. Una historia íntima, como la anterior, un tesoro de amor que se rompe por culpa forteana. Un miedo que viene de lejos. La frontera entre realidad y ficción quebrada por completo para descubrir qué se esconde debajo de nuestra percepción y su vínculo con El Pasadizo. Junto con cuervos y sonido de huesos. Terrible. Enternecedor. Inmersivo. Oscuro hasta el estremecimiento. Y avanzando en el panteón del Huerto de los Huesos.
EL BLOQUE:
Con susodichos antecedentes, en el inicio de esta novela vemos a siete personas bien diferentes en edades, estratos sociales, intereses, cultura, convergir en un bloque de edificios tan vetusto como sucio, con aroma a perversidad. Presos de sus objetivos y realidades, hayan llegado reciente o sean residentes de largo. Existe algo más dentro de ese edificio, por supuesto, un edificio que los encierra y los deja solos, a los siete y familiares, ese número místico. Algo que los espera, aguardando que abran la puerta. Después, el descenso, a las simas, a la locura, a lo imposible.
Amanda, médica y madre solitaria con abnegación. Su hijo Isaac, hipersensitivo, listo, extraño. Justin, camello de múltiples vértices que cuida de su madre. Félix, el portero nexo que en parte nos cuenta la historia tras su muerte prematura. Tanya, con el pecado de la juventud, música y drogadicta. Bob, apostador profesional del fracaso, con su mujer convaleciente de cáncer terminal y arruinados. Gary, en su garita de parking, insoportable, quejica, reservado, ofensivo. Estos son los protagonistas, que van a variar sus interrelaciones a medida que bajen y comprendan. El cómo o el por qué. Los siete que son ellos, los otros siete, y el uno. Soledad. Perderse y encontrarse y perderse de nuevo o viceversas. El miedo. El amor. El dolor. El destino. La resistencia. La voluntad. La insignificancia.
No cuento más. No puedo ni debo sobre el argumento, sobre su viaje y periplo a algo mucho peor que el infierno imaginable. Trasciende, créeme. Resumiendo por claves inconclusas:
TRAMA: encaja, penetra, afecta. Está hilvanada con maestría, los cambios del presente al pasado, la leyenda que cobra realidad, las revelaciones obtusas y maquiavélicas. Se fortalecen y se complementan en sí mismos sus enlaces y a lo largo de una o las tres obras. Tensión sobresaliente, lector(a) en vilo y en velo.
PERSONAJES: empatía máxima. Duelen, perturban, se llegan a odiar o a querer. Te preocupas e identificas. Siempre cercanos dentro de una historia mayestática. Una historia que todavía no ha concluido, aunque termine dentro de cada una de las obras.
ATMÓSFERA: terrible, y hermosa en su doloso espectáculo. El dibujo forma un todo tan absoluto con la trama (y el color es magistral, vaya paleta que muestra las emociones humanas, que las contagia), refleja el caos y lo bello o nefasto de cada escena, sin necesidad de una forma, que sí firma. Oscuras tonalidades, rojos y negros y sombras, realismo en el trazo, informidad. Otredad.
ESTILO: característico de los autores, por la idiosincrasia, por la concordancia de comportamientos y acciones, incluso en los mil giros. Creando un nuevo mundo bajo el nuestro, algo que estuvo y estará y nos domeña. Te subyuga. Te mata y te obliga a solicitar más. Sumando un detalle extra, resulta trepidante, el ritmo, con esa conjunción de bocadillos, diálogos y explicaciones, fusión de idea y visuales, resulta fulgurante, y se devoran estos tres tomos en minutos gustosos.
DESENLACE: el correcto, brusco o en regresos a la calma, que no es calma, es preludio de una tempestad que crecerá hasta anegarlo todo, todo lo que sabemos, comprendemos y conocemos. Nuestra verdadera identidad. Brutal.
En resumen. Quieres horror lovecraftiano o cósmico, aquí está. Necesitas algo del estilo Clive Barker o Ligotti, todo tuyo. Quizá un poco de terror psicológico, desde luego. Onirismo pesadillesco, una chispa. Mística y religión, por supuesto. Monstruos, vaya que sí. Claustrofobia y angustia atmosférica, en cada página. Además de la intriga, los cierres de capítulos, el misterio por saber más, y esos entresijos que lo unen a las dos obras anteriores, el panteón, el más abajo. Los 7. Lo que no conocemos ni comprendemos que siempre estuvo y permanecerá. Brutales. Y brutal. Obscenamente bueno y cruento. No exagero un ápice.
Podría seguir, pero lo que recomiendo es leer, sin más demora. Leer, disfrutar, sufrir.
Pd: estos son los mundos donde yo quiero vivir y morir o viceversas. El nuestro me aburre soberano.
Pd2: ¿Cuándo la siguiente entrega, por favor?
PD3: ¿Qué hazaña habría de realizar yo para conseguir ese preludio de unas pocas páginas que me falta precuela de la por el momento trilogía?
Una reseña de Román Sanz Mouta
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