¿Cómo diferenciar los fantasmas reales de los imaginarios? Si apareciese ante nuestros ojos una persona fallecida y nos exigiese venganza o reparación, ¿Cómo distinguir su presencia de nuestra propia conciencia? El terror y la locura pueden tener una causa común: el sentimiento de culpa. Y es que para ser culpable no hace falta cometer un crimen; basta con callar y mirar para otro lado. La indiferencia es una forma de crueldad tan sutil como perniciosa. Una casi tan execrable como formar parte del circo que culpabiliza a una víctima y justifica al criminal.
Las Moiras son, según la mitología griega, las hilanderas del destino:Una hila la hebra. Otra mide con su vara la longitud del hilo de nuestra vida. La tercera lo corta.Todo sería más fácil si fuese así y nos desplazásemos, firmemente sujetos, entre el pasado y el futuro. Hoy tenemos una percepción de la existencia mucho más compleja. Si cerramos los ojos y lo pensamos, es imposible ver un solo hilo; hay infinidad de cuerdas, cordeles, cables e incluso sogas que parten de puntos concretos, de momentos “clave” de nuestra existencia, debido a las cosas que hicimos, a las que nos hicieron, o a las decisiones que tomamos. Puntos donde nuestros caminos se entrelazaron con los de algunas personas y se rompió lo que nos mantenía cerca de otras.
Creemos llevar miles de años de evolución, pero seguimos contando con demasiadas bestias entre nosotros. Seres despreciables que violan o justifican la violación, que agreden a quien es o se siente diferente. A intolerantes que no pueden hacer un mínimo esfuerzo por comprender a los demás o adaptarse a una sociedad cada vez más plural, y a cobardes que canalizan su odio acosando a quien no puede defenderse. Como dicen en esta novela, “nuestras vidas son lo que queramos hacer con ellas”. Depende de nosotros, por tanto, afianzar unos lazos y deshacer otros. Romper los que surgieron fruto del error y recuperar los que nunca debimos aflojar. Esos lazos forman nuestra red. Debemos hacerla fuerte, segura, y no dejar que ningún indeseable forme parte de ella, la debilite o destruya.
Igor vive atormentado. Ve, o cree ver, fantasmas que no le dejan olvidar. No puede superar el horror ni la pérdida que experimentó. De niño siempre quiso ser Marisol. De adulto preferiría ser cualquiera menos él mismo.Pandora es consciente de lo que hizo. Sabe lo que vio y calló. También en qué momentos se equivocó, y que fue una de las personas que apretaron la soga de su mejor amiga (la víctima a la que hicieron parecer culpable, la persona a la que prefirieron juzgar en vez de comprender).Nada les une, ni siquiera el hecho de tener madres tóxicas y familias disfuncionales, salvo su necesidad de redención. Las catarsis casi siempre son dolorosas, pero un extraño ritual les dará la oportunidad de ser (juntas) quien siempre quisieron ser.
Los hilos que rompemos es una novela intensa e impredecible que recurre a elementos fantásticos para denunciar lacras de las que, por más que lo intentemos, parecemos incapaces de librarnos. Inspirándose en dos hechos reales y aparentemente no relacionados, como el caso de La Manada y los campos de concentración chechenos para homosexuales, Javier Quevedo Puchal teje una complicada red de personajes y situaciones que nos conducen, indefectiblemente, a reflexionar sobre el modelo de sociedad que tenemos y el que queremos, a analizar nuestra ideología y valores, y a plantearnos qué estaríamos dispuestos a sacrificar por defenderlos.
Javier rompe con la realidad, pero inunda la fantasía de presente. Se toma todas las libertades narrativas que cree necesarias para elevar su voz en un grito de dolor. Tiende un puente entre la oscuridad de Cuerpos descosidos (a la que hace algunas alusiones) y la intimidad de Ojos verdes, negra sombra. Y, sobre todo, hace más evidente que nunca que las etiquetas de fantástico, LGTB y social, no son excluyentes, sino que forman parte de algo mucho más grande y en lo que él es un maestro: la LITERATURA.
Violencia homófoba, violencia machista, acoso, suicidio, transexualidad e hipocresía social, son algunos de los temas sobre los que esta novela hace reflexionar. Es dura, sí, pero el estilo de Puchal, tan elegante como rico en matices, suaviza lo insoportable hasta hacerlo disfrutable. Hic et nunc, aquí y ahora, es una frase que Igor nunca pudo olvidar. Hic et nunc es donde nos toca vivir. Hic et nunc es donde nos toca asumir nuestras responsabilidades. No esperemos, como los protagonistas de esta historia, hasta que sea demasiado tarde. Es el momento de que Rompamos los hilos que nos impiden ser mejores.
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