TU NOMBRE Frente a frente desnuda con tu nombre ante el inmenso paredón tan solo y blanco. Tus letras tan negras. Yo, blanca y sola, desnuda frente a tu nombre. DE ESPALDAS Eras una espalda azul y yo era sueño. Lo recuerdo porque no existías y ninguno de los dos tenía nombre. Recuerdo que la noche estaba tibia, que el aire olía a risas y salía un humo verde de las piedras. Había una farola pixelada al borde de una fuente. Había niños, creo, jugando en la plazuela. Todos con nombres de adulto. Había una docena de pestañas y recuerdo también que había un beso. Y se me iluminaron los temores, y traspasó mi pecho una tijera, y toda mi alegría fue culpable y te volviste sueño cuando te di la espalda. A UN VENENO No escupas en el alma de la gente con tu verdad fugaz de baratillo. Apesta a cieno, apenas tiene brillo y sabe a despertar convaleciente. Por mucho que diluyas en tu mente el retorcido afán de tu colmillo, tu lengua tiene poso de cuchillo y el lánguido chasquido del que miente. ¿En serio crees que toda esa compacta caja cubierta en seda de embalaje se mantendrá torácica e intacta sin riesgo de que asome tu pelaje? Ni engañas con tu tráquea putrefacta ni nos engañarás con su mensaje. SI SUPIERA QUE ME LEES Si supiera que me lees no te escribiría estos versos desmadejados, caóticos, con la cara sin lavar. Si supiera que me lees no intentaría escribir como lo hago siempre ni crearía migajas de emociones para entregártelas en forma de un ramillete de fracasos. Si supiera decir tu nombre como la oración de un niño —a ti, que no estás, que no eres— y, si supiera que me lees, te daría lo que no es literatura, te inmolaría en el altar de la ausencia y no te escribiría nunca. SONETO A UNA QUIMERA Pienso que será que se me empaña la mente con el sabor de tu vacío cuando, en la madrugada, el viento frío deja volar mi sueño en espadaña. Y sé que es el recuerdo quien me engaña cada vez que, flotando entre el gentío, me asalta el solitario desvarío de ver qué cielo enmarcan tus pestañas. Por eso es que yo ahora no me fío del sueño que del barro hace montaña y que de una mirada hace amorío. Pero, siguiendo el juego a la patraña, ¿si yo por un segundo te confío que todavía te extraño, a ti te extraña? TARDE QUE PASA Aquella tarde de otoño se bañaba de nubes. Una brisa de miel encorvaba los árboles con un toque verdoso y las hojas caían volviéndose vacío entre sonrisas de saldo. Aquella, como esta, deja un olor aguileño en la caricia nudosa de una mano inexistente. Se siente larga y hermosa, se sabe blanca en su andar: aún no es vieja. Y así, como pasa la tarde, pasa la gente, se mueve entre dos aguas; deambula. Por todas partes, palabras tan huecas como los labios de las que salen. Llega su ruido flotando como la música absurda de una danza torpona. Se ha quedado congelado el otoño finito de la tarde que no es noche. De sol macizo, una alfombra me lame los brazos. Persiste el ruido, la nada rellena, y yo me quedo en casa.
Versos nominables al III Premio Yunque Literario
Cristina Arias (Vilanova i la Geltrú, 1985) es licenciada en Filología Hispánica con la doble especialidad de Literatura española y Literatura española contemporánea, además de tener un Máster en Literatura española, con especialidad en el siglo XIX. Actualmente, vive en Toledo y trabaja como profesora en un instituto. Su primer poemario fue Cancionero irregular (Trébedes, 2013). En 2016, participa en la antología La miel del bosque (Celya) y publica su segundo libro de poemas, Delirios de torpeza (Torremozas). Además, varios de sus poemas han sido publicados en la antología Poetas en Toledo, 103 voces en el siglo XXI (Ledoria, 2017). Entre 2012 y 2019 ha participado en varios recitales solidarios en homenaje a las mujeres de Ciudad Juárez o como ayuda a la ONG Born to Learn, ha competido en el Slam poético de Toledo y ha realizado diversos recitales acompañada del músico Jesús Bravo. A partir de 2019 y hasta la actualidad, ha estado centrada en escribir microrrelato y relato breve, así como en la creación de su tercer libro de poemas.
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Tu nombre y Si supiera que me lees
Hablan de mi. Hablan de tantas.
Gracias Laura, porque sí sabemos que nos lees