No tenía intención de reseñar esta novela porque ¿Qué decir que no se haya dicho ya? ¿Qué aportar? Pero después de devorar este libro, digerirlo durante unas semanas y pasar a ser mi nueva obra favorita de Vargas Llosa, tengo que hablar de esta historia.
Es una obra excelente, de las que dejan huella y te harán recordar pasajes y escenas durante mucho tiempo. Y lo es porque te marca a fuego hechos y situaciones (la mayoría reales) con descripciones de excesiva crudeza, tanto en lo narrado como en el lenguaje empleado que, a veces, puede generar esa bipolaridad de atracción-repulsión tan difícil de olvidar. Pero no me malinterpretéis, el mérito no está en el morbo de lo crudo o lo brutal, está en que esas escenas, perfectamente repartidas y dosificadas, sirven para remarcar una historia real ya de por sí bastante dura; la de los 30 años del régimen de Trujillo en la República Dominicana. Y lo hace con extrema claridad, sin ambigüedades ni dejando resquicio alguno a las interpretaciones.
El retrato global nos lo ofrece mediante tres historias que se van intercalando. Dos de 1961 ofreciéndonos por un lado el día a día de Trujillo y sus allegados, su régimen brutal y sus excesos injustificables, y por el otro el de unos conspiradores, víctimas heroicas que buscan la muerte del tirano a riesgo de sus vidas. El tercero, ficticio y situado en 1990, el de Urania; la hija de “Cerebrito” Cabral acólito del generalísimo y caído en desgracia. Esta historia, aunque sea producto de la imaginación de Vargas Llosa, es perfectamente creíble y remarca la idea de que las consecuencias de ciertos actos pueden ser imborrables.
Todo lo que leeréis, asesinatos, torturas, violaciones, crueldad, despotismo… os recordará a alguna otra historia de mediados del siglo XX. En esencia, las dictaduras sudamericanas del siglo pasado (también la española que duró 40 años) son indistinguibles a grandes rasgos. Todas tuteladas, permitidas o promovidas por el monstruo latente que amenaza pero consiente si le conviene (EEUU). Todas brutales con su pueblo, descabelladas y esperpénticas (vistas a la suficiente distancia). Y tristemente, como Vargas Llosa logra expresar, todas dulcificadas con el paso de los años; parece que a día de hoy es universal la idea de que bajo aquellas dictaduras apenas se cometieron atrocidades, no había paro ni delincuencia y se vivía mejor… la condición humana es la misma y tiene parecidos y a veces incomprensibles comportamientos independientemente de la bandera que les cubra, el color de la piel, o el acento de su lengua.
Este libro, además de entretener, muestra con gran precisión política, económica y social una etapa desconocida por mí hasta ahora (y por muchos otros a este lado del charco). Otra historia de un dictador convencido de ser un ser especial que tiene una conexión única con Dios y beneficia al pueblo que oprime y asusta. Otra, como digo, que de no ser por gente como Vargas Llosa, podría caer en el olvido.