¡Qué difícil es hablar de esta novela! ¿Cómo ser justos?
La obra se compone de tres relatos que según sean analizados, independientemente o en conjunto, deja distintas impresiones.
La primera historia, la más corta, es la menos contundente de todas, y sin embargo te engancha y entretiene tanto que te lanza de cabeza hacia el resto de la lectura. Se trata de un relato que podría englobarse dentro de la Space Opera. De hecho, tiene un regusto Pulp tremendo que trata de recuperar el sentido de la maravilla de las obras de los 50 y 60, y homenajea a referentes (más cinematográficos que literarios) como la guerra de los mundos o ultimátum a la tierra. Es un relato de acción ambientado en Marte y en unos Estados Unidos muy reconocibles donde todo se sigue midiendo en pies y yardas. Esta primera narración ya apunta a alguna conexión entre las antiguas civilizaciones terrestres y la marciana, aunque no te deja decidir si la resolución, esa relación entre planetas, será bien resuelta por el escritor.
Sin embargo, cuando llegas a la segunda parte y te ves inmerso en excavaciones arqueológicas en el planeta rojo, y empiezas a disfrutar con la soledad de la protagonista y sus descubrimientos sobre la civilización extinta millones de años atrás, casi olvidas todo lo leído anteriormente. Poco a poco la trama nos va envolviendo, y el ritmo va creciendo hasta desembocar en momentos que, si bien no son excesivamente sorprendentes, si generan tensión y, lo que más se agradece, da respuestas claras de qué les ocurrió a los antiguos pobladores del planeta. Son ciento y pico de páginas que te lees de una sola vez.
La tercera parte, la más imaginativa y extensa de todas, nos traslada a un tercer estadio temporal en el que una civilización terrestre florece en Marte. La descripción del modo de vida no es demasiado extensa ni detallada, pero suficiente para proporcionarnos una idea creíble de lo que sería dicha cultura (no muy diferente de la nuestra). En este último capítulo la trama gira en torno a un grupo de disconformes y a sus perseguidores. Las referencias a los dos relatos precedentes son numerosas. Es el que cohesiona toda la obra y nos reserva una sorpresa final.
Rafael Sánchez-Grande tiene un estilo de narrar muy cuidado que no cae en adornos. Tampoco adolece de un exceso descriptivo, ni de cargar la historia de subtramas que ralenticen el conjunto. Al ubicar su novela en Marte, ese planeta que sigue ejerciendo un maravilloso influjo sobre nuestra imaginación, pero que nuestros escasos conocimientos empiezan a descartar como planeta que haya sido habitado por alguna civilización inteligente, tiene que luchar ante todo, contra nuestro escepticismo. Y, contra todo pronóstico sale airoso. Ha compuesto una obra con relatos que, leídos separadamente (sobre todo el segundo y el tercero) dejan un sabor extraordinario. Son historias sólidas, amenas y muy bien documentadas. El conjunto, sin embargo, no resulta tan satisfactorio pues la primera parte, aunque muy entretenida, requiere un pequeño acto de fe por parte del lector y eso lastra todo el conjunto. Pero que nadie se confunda con esto, ‘La estirpe de Esgarath’ es un libro muy recomendable de un recién llegado a la ciencia ficción que espero, se quede muchos años.