Sin duda, ‘La Ciudad de los Prodigios’ rezuma calidad por doquier. Una novela irónica y sarcástica escrita durante años, sin prisa y con alguna pausa (otras obras vieron la luz durante su larga gestación), y el resultado es para muchos la mejor obra del autor.
En ella asistimos a un recorrido por la historia oral de Barcelona, desde finales del Siglo XIX cuando se preparaba la primera exposición universal en la ciudad, hasta la fallida exposición de 1929. Y digo oral porque los datos concretos, precisos y concisos a veces se apartan para dejar sitio a las leyendas y rumores de la época.
El autor crea un personaje, Onofre Bouvilla, que nos resulta entrañable al comienzo de la historia buscándose la vida en una ciudad en ebullición, intentando sobrevivir primero, prosperar después. Como un Lazarillo moderno parte de la nada y con la picaresca y la falta de escrúpulos como armas pasa por las más dispares ocupaciones y lugares, siempre persiguiendo el anhelado ascenso económico y reconocimiento social (que no siempre van de la mano). Sus andanzas le llevarán desde la prédica del Anarquismo sin creer en él, a fundar una productora cinematográfica entre otras cosas y recorrerá desde los arrabales y barrios más marginales hasta el teatro del Liceo. Sin embargo, la importancia del personaje principal y su evolución personal la va ganando con el avance del libro. Al principio es prácticamente un secundario ya que la urbe y sus anécdotas reclaman toda la atención.
Mendoza juega constantemente con el lector. Intercala hechos reales con anécdotas y personajes históricos con otros de su invención. No se limita a introducir en la trama a las personalidades locales de la época; se las arregla para que el General Primo de Rivera, la Emperatriz Sissi y Cánovas del Castillo entre otros, tengan relación con la vida de Onofre pero además, de manera indirecta, nos transmite soslayadamente historias protagonizadas por Mata Hari, Gaudí o Picasso. De esta forma el autor completa una obra coral con Bouvilla como hilo conductor, con Barcelona como un escenario omnipresente y con pequeños relatos que al modo de ‘las mil y una noches’ se van sumando al retrato de toda una época.
He de decir que si lo que buscáis es un relato ágil y picaresco, puede que tanta subtrama y apunte se os haga un poco pesado, pero si por el contrario buscáis una lectura que vaya más allá de un desarrollo centrado en un solo personaje u os apasiona Barcelona, disfrutaréis a lo grande con el auge y decadencia de la ciudad como no os lo habían contado antes.
En cuanto a la escritura de Mendoza, se muestra más contenido que en la mayoría de sus obras. No abandona su sentido del humor irónico, pero se aleja de las escenas disparatadas y sin duda os asombrará con el repertorio de Santos y Santas cuyas vidas parece saberse de memoria.