La vida es luz y color. Es calor. O debería serlo.
Tendemos a olvidar lo importante. A dejarnos arrastrar por la costumbre, por el orden establecido o por alguien con más fuerza que nosotras. La falta de experiencia y aquello que hemos normalizado desde la infancia suele ser la causa de que no sólo aceptemos, sino que a veces incluso busquemos que nos pongan un primer eslabón. El primero de una larga cadena muy difícil de romper. Y no hablo necesariamente de maltrato o de relaciones tóxicas. Me refiero a una vida en segundo plano, a una existencia en la que poco a poco nos vamos anulando, olvidando quienes somos o lo que queríamos ser. En la que vamos aceptando y callando. Cediendo, hasta que llega el día en que nos preguntamos qué hemos hecho, pero no encontramos la respuesta.
Esa cadena infame apaga lentamente los colores y nos sumerge en una escala de grises. Y el gris es frío. A veces, muy frío.
No se trata de demonizar al género masculino. Se trata de no aceptar siempre lo tradicional como normal. Los hombres buenos también caen en las trampas de la costumbre y eso es lo que debemos impedir. Pero todo es aún peor cuando convivimos con alguien egoísta, manipulador, celoso o violento. Cuando quien debería estar a nuestro lado opta por aprovecharse de temores o flaquezas y así dominarnos mediante el miedo o la culpa. Y es que esta, la semilla de la culpa, es la más peligrosa. Enraíza con fuerza y rapidez. Confunde al opresor con la víctima y a veces, incluso disculpa la violencia.
A las mujeres que se ven en situaciones así les falta la luz, el calor y hasta el aire. El que debería ser su hogar se convierte en un lugar siniestro y hostil. Necesitan una ventana a la que asomarse, un rincón desde el que poder contemplar el cielo. Y, a veces, la llegada de un hijo puede constituir, inadvertidamente, un refugio. Pero ¿Qué ocurriría si eso también les fuese arrebatado?
Ha caído la noche. Nathalie huye, aunque ya no tiene prisa. Nunca supo cuál era su lugar en el mundo. Su madre, francesa, la hizo sentir desde pequeña que España no era su sitio. Los hermosos recuerdos de infancia quedan lejos, su amor por la pintura parece cosa de otra vida y presiente un futuro tan oscuro como el horizonte que divisa sobre la autovía por la que circula. Lo ha perdido todo. Él se lo ha arrebatado, pero siente que es la responsable ¿Fue una venganza? ¿Un accidente? Tal vez, si no hubiese sido tan insegura, si no hubiese necesitado tanto la aceptación de los demás, no se habría dejado llevar hasta aquella prisión. Hasta una relación tóxica y dañina con un hombre tan diferente a ella. Pero mientras el dolor eclipse su amor por Gabriel, mientras continúe culpándose por no poder volver a abrazar a su pequeño, no podrá escapar.
Blanca Gago ha escrito una novela necesaria. Ha creado a Nathalie, una mujer imperfecta. Una mujer asustada, insegura y desarraigada, pero cargada de humanidad y sensibilidad. Le ha otorgado un pasado que ayuda a comprender su complejo mundo interior y su pasividad haciendo de ella un personaje extremadamente creíble. Y nos ha mostrado, a través de sus ojos, lo fácil que es ser víctima de un maltrato sistemático, silencioso y casi indetectable.
La narración en primera persona es todo un acierto. Concede un tono íntimo y personal al relato obligándonos a acompañar a la protagonista a través de sus recuerdos, a meternos en su piel y a pensar, una y otra vez, que casos como el suyo son demasiado habituales. Por eso todo el mundo debería leer esta novela, mujeres y hombres. Porque nos obliga a plantearnos constantemente cuántos errores cometemos y cuántas cosas hemos de desaprender. Y por eso comencé la reseña en femenino. Porque en esta guerra solo hay un bando posible.
La cascada es hermosa, pero violenta y peligrosa. Puede romperlo todo, incluso las cadenas, pero también lo que más quieres. Es absorbente y necesaria. Duele, pero concede esperanza. Leedla, si es posible, sin prestar atención a la sinopsis. Tampoco al magnífico prólogo de Carmen G. de la Cueva: dejadlo para el final y os dejará aún más huella. Insisto, leed La cascada porque para construir un mundo mejor, primero tenemos que comprender dónde está el problema.
¿Te ha gustado esta reseña? ¿Quieres descubrir más libros como este? ¡Hazte mecenas de El yunque de Hefesto! Hemos pensado en una serie de recompensas que esperamos que te gusten. Y cuando lleguemos a la cifra de diez (entre todos los niveles), sortearemos mensualmente uno de los libros reseñados en: www.elyunquedehefesto.blogspot.com (Sorteo solo para residentes en España).
También puedes ayudarnos puntualmente a través de Ko-fi o siguiendo, comentando y compartiendo nuestras publicaciones en redes sociales.