La obra de Samanta Schweblin parte de una idea aparentemente estrambótica: unas mascotas mecánicas con formas de animales, dirigidas por otros humanos elegidos al azar que pueden observarte e interactuar contigo pero no hablarte y de los que nada sabes en un principio. Sí, ya se que parece demasiado rebuscado e ilógico, que no los dejarías entrar en tu casa y espiarte, pero detente un momento y piensa que esa idea combina la necesidad creciente de gran parte de la población de vivir con mascotas por un lado, y por otro nuestra adicción a las redes sociales en las que podemos exhibirnos o “cotillear” a los demás sin pudor alguno.
Y girando en torno a esto, pasando de puntillas por el debate ético y dando por hecho que la moda se impone al sentido común, la autora argentina construye una obra coral en la que se intercalan relatos de gente que, o bien tiene un “Kentuki”, o decide ser uno de ellos a través de una pantalla y unos sencillos mandos.
La primera historia, fresca y divertida, ya te advierte de los peligros de esta situación y te hace prever que estás ante un thriller y un alegato en defensa de la privacidad. Pero en realidad lo que encontramos en esta obra son las vidas de distintos tipos de personas; ancianas, niños, adultos, oportunistas, malintencionados, pervertidos, gente buena y gente mala, seres a los que su vida les parece poco y otros que se consideran dignos de ser admirados… Y partiendo de estos personajes Schewblin orienta la narración hacia las distintas necesidades de dichas personas para tener/ser un Kentuki y la manera en que estos cambian su existencia. Nos describe diferentes vidas que tratan, casi siempre, de suplir algo que creen que les falta, ya sea compañía, una vía de escape a la cotidianidad o el trauma, un modo de obtener beneficios o la forma de tener a “alguien” en quien focalizar sus actos más viscerales o reprobables. Y es que la autora se permite apuntar en una frase que hay gente que paga por tener a otra persona como mascota, alguien real que les adore, y desde que eso tiene lugar, nada es impensable.
Todas las historias comienzan de un modo más o menos amable y van tendiendo a oscurecerse dando como resultado una novela muy recomendable que, una vez asimilada y reposada (a pesar de su aparente simplicidad), hace que te plantees cuestiones como, por ejemplo, ¿cuál será el siguiente paso en nuestro modo cada vez más impersonal de relacionarnos?