El fuego ardía en la hoguera delante de sus ojos que veían las llamas danzantes de forma hipnótica. Eso lo ayudaba a relajarse, a tener la mente clara para cumplir con su meta. En sus brazos protegía un gran bulto envuelto en sábanas blancas como si su vida dependiese de eso. No podía dejar que le pasara nada.
Alzó la vista hacia el cielo nocturno. La luz de la luna le permitía distinguir el pico de la montaña, el sitio al que tenía que llegar sin importar lo que costara.
Miró hacia el bulto en sus brazos y destapó un poco las sabanas. El infantil rostro que sus ojos veían parecía estar durmiendo. Lo cubrió de nuevo.
Por ella debía llegar a la cima. Por ella debía encontrar a Juma.
***
Extinguió la hoguera al amanecer y comenzó a subir la falda de Jumashvar, la montaña de Juma, deidad que concedía cualquier deseo a aquellos que lograran alcanzar la cumbre, pero hacerlo se consideraba un suicidio, pues una pendiente muy irregular dificultaba su escalada y los que lograban superar sus peligrosos riscos y acantilados perecían por el mal de altura o por el frío justo al final del viaje. Muchos lo habían intentado y fracasaron. La única persona que logró alcanzar la punta de Jumashvar lo hizo mil años atrás, pero ya nadie recuerda cuál fue su deseo.
Sin embargo a Yatré eso no lo asustaba, o por lo menos trataba de no sentirse intimidado.
Todos sus conocidos le aconsejaron que no iniciara su empresa, que tenía que aceptar la realidad tal como era, pero el insistió. La discusión comenzó a subir de nivel hasta que su propia mujerle rogó entre lágrimas que abandonara la idea de buscar a Juma. Él se lo prometió, pero su promesa era falsa. Durante la madrugada, mientras todos dormían tomó el cuerpo de su hija y se marchó del pueblo.
Era seguro que lo seguirían. Yatré estaba preparado. Había traído un par de armas consigo. Sin embargo, ellos no eran la principal razón por la que decidió llevarlas, ni por las bestias, lobos u osos que rondaban por la zona. La principal razón, y por la que muchos también fracasaban en su intento de alcanzar la cima, era la presencia de Tejan.
***
Se topó con su primer obstáculo, un gran risco que se alzaba a varios metros de altura. Con correas ató el cuerpo de su hija a su pecho lo más apretado posible. Empuñó su piolet con firmeza y comenzó a trepar.
Había pasado más de una hora cuando se dio cuenta de que todavía no había llegado a la mitad. Estaba sudando a mares y su estómago gruñó exigiendo comida. Se obligó a ignorarlo, tenía que concentrarse en la escalada.
Hora y media después, a pesar del hambre y el agotamiento, el ver la cima del risco le subió mucho el ánimo y le entró prisa. Gran error. Sin darse cuenta apoyó su pie en una piedra suelta que le hizo resbalar. Rápidamente clavó el piolet en la pared de la roca, pero la violenta sacudida hizo que las correas se aflojaran y el cuerpo de su hija resbaló. Sus reflejos fueron veloces y logró atrapar la mano de la niña antes de caer. El viento había arrancado las sábanas y se las llevó a un destino incierto. La castaña melena de la niña ondeaba cubriéndole el rostro. Una imagen mental de su hija cayendo y haciéndose pedazos contra el fondo le obligó a subir el cuerpo con esfuerzo sobrehumano. Escaló lo poco que le quedaba hasta tierra firme.
Agotado abrazó con ahínco el cuerpecito como si sus brazos fuesen barreras protectoras. Miró hacia la cima de Jumashvar. Todavía faltaba un largo camino.
***
Se adentró entre los pinos que adornaban el cuerpo de la montaña. Yatré estaba mucho más alerta. Sin la sábana temía que el olor atrajera a depredadores. Si algún lobo se atrevía a acercarse le volaría los sesos de inmediato.
La poca luz que el sol le brindaba era señal de que debía buscar un refugio donde resguardarse. Encendió una fogata con las ramas que encontró y se sentó para comer parte de sus provisiones. Con uno de sus brazos sostenía la niña contra sí. Cualquiera pensaría que se había quedado dormida después de haber escuchado alguna historia de campamento. Yatré despejó algunos cabellos que cubrían su carita con cariño. Le parecía injusto que el destino solo le permitiese vivir hasta los cinco años.
Un gruñido cerca le puso en alerta. Desenfundó su pistola y miró hacia el noreste. La bestia no era distinguible entre la oscuridad que impregnaba el bosque. Esta vez el gruñido se transformó en rugido. No se parecía a nada que pudiera emitir cualquier animal.Yatré sabía qué era lo que estaba rondando cerca: Tejan.
Las fuertes pisadas se aproximaron. Su monstruosa silueta comenzaba a volverse distinguible conforme se acercaba a la luz del fuego. Yatré se quedó congelado. Sus ojos amenazaban con salirse de las orbitas. La criatura que tenía enfrente era una maraña de brazos entrelazados unos a otros. Era difícil distinguir dónde comenzaba uno y donde comenzaba el otro. Aquella monstruosidad sin sentido era sostenida por dos grandes y musculosas piernas y en la cima se alzaba una cabeza cuyo rostro solo constaba de una gran boca adornada con filosos colmillos.
El tejan parecía no prestarle atención. Solo estaba parado sin mostrar indicios de atacar. Lo que en un principio parecía un alivio se transformó en horror cuando mostró interés en el cuerpo de la niña. Sin dudarlo disparó. La criatura se giró y lanzó un zarpazo que rajó justo debajo de sus costillas. Yatré cayó malherido. La sangré manó sin parar. Justo al frente el tejan alzó a la niña y abrió sus monstruosas fauces.
—¡No! —bramó Yatré. Se levantó, apuntó a la boca del monstruo y disparó. La bala atravesó el cachete derecho.
La bestia chilló y se retorció violentamente. Yatré corrió y tomó a su hija antes de que fuera aplastada por una de las patas del tejan que escapó entre los árboles internándose en la oscuridad.
El hombre cayó de rodillas sin soltar el cuerpo de su hija. La herida seguía abierta y no paraba de sangrar. Buscó en su mochila unas ropas de repuesto y con ellas hizo un vendaje improvisado alrededor de su abdomen. Cargó de nuevo a la niña y se acercó a la fogata. Contó con que el tejan no regresara en lo que quedaba de la noche.
***
La nieve dificultaba mucho su ascenso. Y para colmo empezaba a sentirse con fiebre. Temía que la herida infligida hacía ya dos noches se hubiese infectado, pero no iba permitir que eso lo frenase. Ya faltaba poco para la cima.
Durante al ascenso se topó con los cuerpos y esqueletos de todos los pobres desgraciados que sobresalían en la nieve y que perecieron estando tan cerca de la meta. Cubrió el rostro de su hija, para que no viera tan dantesco panorama, a pesar de no ser necesario.
Luego de una larga subida encontró unos escalones tallados en roca que conducían hasta una plataforma plana con una mesa de piedra rectangular en el centro. La estructura le pareció bastante simple, esperaba algo más impresionante.
Miró a su alrededor. Se vislumbraba todo el horizonte. ¡Todas las montañas, aldeas y ciudades se veían tan pequeñas desde su posición! Así era como Juma debía ver siempre el mundo. Yatré soltó un grito de júbilo. Había logrado lo que nadie en mil años.
Se acercó a la mesa y recostó a su hija. Apoyó ambas manos sobre la piedra y miró al cielo.
—¡Juma! —exclamó con enjundia —¡He logrado llegar a la cima! ¡Tengo derecho a mi deseo! ¡Por favor! ¡Devuélvele la vida a mi pequeña!
No hubo respuesta.
—¿Juma? —preguntó expectante.
Silencio.
—¡Juma! ¡He escalado tu montaña! ¡Tengo derecho a mi maldito deseo! ¿Por qué no respondes? ¡Juma! ¡Resucita a mi hija!
Golpeó con rabia la mesa sin importarle el dolor que le causó. ¿Por qué Juma no le respondía? ¿Acaso todo no era más que un mito? ¿Una cruel mentira que provocó la muerte de todos los estúpidos que creyeron en ella?
Yatré dejó escapar lágrimas de rabia.
Entonces lo escuchó.
Detrás estaba Tejan. En el lado derecho de su rostro tenía un gran agujero por el que salía su lengua.
—¿Vienes a por ella? Sobre mi cadáver.
Tejan se lanzó sobre él. Yatré disparó, pero falló. No así las garras de todos los brazos de la criatura que se clavaron en su cuerpo. Inmóvil, Yatré miró hacia atrás para vera su hija. Todavía descansaba sobre la mesa como si estuviera dormida. Su mano soltó la pistola y no se volvió a mover más.
***
Un mercader viajero transitaba un camino cerca de Jumashvar cuando encontró a una niña pequeña que descendía por la falda de la montaña. Alarmado porque una niña tan pequeña estuviera en un sitio tan peligroso se acercó de inmediato.
—¿Quién eresniña? ¿Qué haces sola en este lugar?
La niña lo miró con ojos curiosos.
—No lo sé. Solo desperté de repente en una cama de piedra allá arriba —respondió y señaló la cima de la montaña.
El mercader abrió los ojos como platos incrédulo.
—¿Y tus padres? ¿Quién te ayudó a bajar de Jumashvar? —Un señor de muchos brazos —respondió.
Relato nominable al I Premio Yunque Literario
Crosal:
Hablando un poco sobre mí, soy docente de inglés, me gustan los idiomas y me fascina mucho la historia. Por supuesto también me encanta leer y mis géneros favoritos son la fantasía y el terror. Entre mis autores preferidos se encuentran Stephen King, Brandon Sanderson y Patrick Rothfuss.
Diría que la novela que me provocó las ganas de escribir mis propias historias es It de Stephen King. Tengo publicados un relato y una novela en wattpad y una traducción de ese relato al inglés publicado en inkitt.
https://www.wattpad.com/user/Crosal1991
Twitter: @Crosal1991
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Me gusta, aunque se predice el final, la historia no pierde interés.