-Ya sabes lo que tienes que hacer, ¿no? Le dijo a Pablo.
Pablo acababa de llegar al campo de fútbol y tenía muy claro lo que tenía que hacer y cuándo lo tenía que hacer. Para él no suponía ninguna dificultad y pasaría completamente inadvertido ya que era lo que hacía casi a diario. Es más, le encantaba.
Nico y su padre llegaron al campo justo antes del comienzo del partido. El chico estaba enfadado porque siempre llegaban justos y a él no le daba tiempo a calentar, lo que suponía salir de suplente y que, una vez más, el lunes eso fuera la excusa para meterse con él. Su padre vivía siempre pegado al teléfono y siempre le decía: “son cosas de trabajo Nico, termino en un minuto”, pero nunca era menos de media hora.
Ya en el campo, Nico fue corriendo a ver al entrenador, poniéndose la camiseta y las botas a toda prisa, para intentar por primera vez en la temporada ser titular y así poder presumir el lunes en el colegio.
– ¡Venga Nico, a correr! Dos vueltas al campo para calentar rápido que hoy empiezas de titular.
– ¡Ahora mismo entrenador!- dijo Nico entusiasmado y con una sonrisa que no le cabía en la cara.
Se puso a correr como un loco las dos vueltas mientras Javi, su mejor amigo, intentaba llegar a él para felicitarle, pero Nico iba demasiado rápido. Cuando terminaron la carrera el entrenador juntó a todos los niños del equipo y les felicitó por el partido de la semana pasada: “qué golazo marcaste, Pablo, qué bien jugado, Israel, vaya paradas hiciste, Lucas”. Sin embargo, ningún halago tuvo el nombre de Nico. Dos minutos antes de empezar el encuentro el entrenador dijo la alineación. El momento tan esperado por Nico se produjo: iba a ser titular en el partido. Es verdad que era contra los últimos, pero que más le daba a Nico… tenía la posibilidad de demostrar a todo el colegio que era bueno… muy bueno.
El partido comenzó. Nico estaba dentro del campo y miró hacia la grada pero su padre no estaba.
-Se va a perder el momento más importante de mi vida- pensó Nico.
El partido fue muy poco igualado. Rápidamente Pablo llevaba tres goles marcados y Lucas no había encajado ningún gol. Nico, por el contrario, había tocado pocas veces el balón. Al final estaba más pendiente de dónde estaba su padre y a la vez enfadado porque su padre se estuviera perdiendo ese momento tan importante para él.
Manuel, el padre de Nico, estaba en el parking sudando mientras observaba de un lado a otro con ansiedad, pendiente del teléfono constantemente. Según él, con estar los últimos 20 minutos en la grada sería suficiente. Total, era el tiempo que estaría jugando Nico y lo podría ver entero. Además, esperaba una importante visita…
De repente escuchó una voz: era la de Nico. Estaba seguro de que era la de Nico. Corrió a ver el campo y lo vio. No se lo podía creer, ¡estaba jugando! Era la primera parte y Nico ya estaba jugando. ¡Estaba siendo titular! y encima había marcado gol y se lo había perdido por esperar a Ramón…
Este apareció detrás de Manuel con cara de pocos amigos y le agarró del cuello Se lo llevó detrás de las gradas y le dijo:
– Ya sabes a lo que vengo.
Manuel estaba blanco, con la boca seca, no podía parar de pensar en su hijo y no le salían las palabras.
– ¿Tienes mi dinero imbécil? Le dijo Ramón mientras le pegaba un puñetazo en el estómago, cosa que no ayudó a que hablara.
– Te juro que lo tendré, sólo necesito un poco de suerte esta noche y el lunes lo tendrás seguro, pero este no es el momento ni el lugar, está mi hijo ahí jugando y tú estás de servicio. -dijo retorciéndose de dolor por el puñetazo recibido, mientras intentaba volver al campo de fútbol para ver ese momento feliz de su hijo. En ese momento Ramón le abrazó por el cuello apretando fuerte y señalando a su hijo le amenazó:
– Esto mismo le puede pasar a tu hijo, ya sabes el poder que tengo y no me cuesta nada avisar a Ronnie, que estará encantado de partirle las piernas.
Era el descanso en el partido y Nico estaba bebiendo agua en la fuente cuando apareció por detrás Pablo y le dio un puñetazo y un empujón, dejando el mejor día de la vida de Nico en un mero día cualquiera.
– ¡No! a mi hijo no le hagas nada Ramón, él no ha hecho nada, el dinero os lo debo yo y Nico no tiene nada que ver. Dile a tu hijo que no le haga nada al mío.
– La vida es muy injusta y la verdad es que la adolescencia es bastante traicionera. Por cierto, dale recuerdos a Beatriz. Hoy estaba muy guapa con el vestido amarillo y sería una pena estropear esa ‘carita’.
Ramón se fue sin decir nada más. Se metió en el coche oficial de la policía nacional y siguió su camino, no sin antes darle a Pablo la enhorabuena, por sus goles y por ‘el trabajito’ realizado.
Manuel se quedó tirado en el suelo llorando cuando apareció Nico con el ojo morado pero con una sonrisa que no le entraba en la cara, y le dijo:
– No te preocupes papá, estoy acostumbrado, no me ha hecho daño. Además he marcado gol. ¿Lo has visto? -dijo con muchísima ilusión.
– Sí hijo, lo he visto, cada día juegas mejor al fútbol. Anda, vámonos a casa…
FIN
Relato nominable al I Premio Yunque Literario.
“Desde que empecé a trabajar en un periódico me entró el gusanillo por escribir reseñas de libros que he leído. Leer me gusta desde pequeño gracias a mis padres, los cuales me han inculcado la lectura, siendo ahora un hobbie con el que disfruto muchísimo. No he escrito novelas nunca pero no descarto hacerlo en un tiempo, antes necesito aprender a escribir”.
Jaime Casal Ayuso ha desarrollado su carrera en televisión como realizador de programas en directo y eventos deportivos desde 2009. Desde 2015 es realizador en EL PAÍS haciendo reportajes y programas en directo.
Podéis (debéis) encontrarle en Instagram como: @leo_en_blancoynegro
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