Los últimos años, extraños, están marcando un nuevo modo de entender la vida. Me da la impresión de que ahora la estabilidad no es tan importante, quizás porque nos hemos dado cuenta de que, en cualquier momento, todo puede cambiar. La primera novela del poeta Óscar García Sierra tiene los ingredientes necesarios para gustar a los jóvenes, a los no tanto también; la irreverencia general de la Generación Z se observa en Facendera, aunque esta característica quede modelada en aquellos lugares que, como los que aparecen en la novela, se conocen por pertenecer a la España vaciada, vaciada, que no vacía. Las condiciones externas la han ido vaciando; nadie puede vivir sin un trabajo que llene, que haga sentir que servimos para algo.
La lectura de Facendera supone entrar en la realidad metafórica de algunos que no ven futuro a su existencia, porque eso es evidente, no es justa y no entra en la lógica de quienes tienen toda una vida por delante, porque para ellos «la historia no tenía final».