Leí la primera novela del tinerfeño Santi López, Veinticinco días de agosto, sin saber nada de él, y me quedé maravillada. Después investigué algo, porque me parecía increíble que fuese su primera obra publicada, y descubrí que es licenciado en Artes Escénicas y Derecho, que da clases de Historia y Economía, que es instructor de Pilates, que es actor de cine, teatro y televisión, que practica danza, natación, surf, submarinismo, animal flow…
P. ¿De dónde sacas tu tiempo libre? ¿Hay algo de lo que haces que puedas decir que ha cambiado tu vida o ha hecho que la veas de otra manera?
R. Escribir, en mi caso, supone ser metódico, pero no talibán. Al principio todo es muy concreto: al despertar de la siesta, en la mesa del estudio de la casa de tu madre, verano, con una café en la mano… Pero eso es momentáneo, cuando la novela ya tiene entidad la escribes en cualquier sitio. Barco, avión, cualquier otra mesa, a cualquier otra hora. Lo único invariable es el café. La novela tiene que resistir al caos de tu vida cuando éste viene. Y, por supuesto, volar cuando haya orden. Normalmente de los siete días de una semana hay tres en los que escribo en doble sesión, que nunca pasa de hora y media, como mucho dos horas la sesión. Luego hay dos días en que saco una sesión y otros dos días en los que no escribo porque tengo demasiado trabajo. También hay semanas en las que no puedo escribir y otras en las que escribo todos los días. Soy muy disciplinado, con todo, aunque me gustaría ser más ordenado al escribir, hay muchas ideas que se han perdido por tener demasiadas libretas de notas, pero vamos, que en el equilibrio está la virtud. Una buena disciplina desordenada es mi mezcla. Es curioso, muchas novelas nacen en verano y mueren en septiembre. Tienes que pensar desde el minuto uno en cómo sobrevivir al final de las vacaciones, si lo consigues tienes mucho ganado. Escribir no es ocio, es rutina, trabajo, disciplina, pero tiene que ser placentera, hacerte fluir.