La vida no es fácil. No podemos con todo. A veces, los golpes son demasiado fuertes o llegan demasiado pronto. A veces duelen tanto que se pierden las ganas de luchar y la única forma de seguir adelante es dejarse llevar. Dejarse zarandear y arrastrar por las circunstancias.
Pasado el duelo y lamidas las heridas, negarse a remar es negarse a vivir, renunciar a sacar lo que llevamos dentro; nuestro talento y nuestras pasiones. Anularnos a nosotros mismos bajo la falsa creencia de que quien no apuesta, no pierde y de que quien no pierde, no sufre. Pero el sufrimiento es parte de la vida y es mejor fracasar a torturarse por no haber intentado conseguir aquello que se desea.
Para quienes viven así, anestesiados y sin objetivos, la felicidad es una quimera. Toda nuestra existencia es ensayo-error, aunque algunos no entienden que mantenerse a la deriva no es mantenerse en pie. Pero el mundo es un pañuelo y la vida una caja de bombones, ¿Verdad? Existen las segundas oportunidades y esas sí que no hay que desaprovecharlas. Aunque se presenten tras una tragedia.
El crimen de Santa Olga es una trepidante novela que arranca como un thriller para poner en contexto al lector, hacer que se sumerja en el mundo interior de sus personajes, y después revelarse como una historia policiaca de tintes clásicos que cuenta con escenas al más puro estilo whodunit. Y es que toda la obra es un magnífico juego de referencias y homenajes que los lectores más avezados disfrutarán. Invito a los admiradores de Arthur Conan Doyle a descubrir, por ejemplo, dónde se esconde el 221 de Baker Street. Y a los de Agatha Christie, a llevar un listado de todos los nombres que hacen referencia a sus obras o personajes.
Esther Cabrera, licenciada en derecho y criminóloga, ha huido de modas y ha vertido muchas de sus influencias culturales en esta historia. Lo ha hecho con naturalidad y sin complejos, apoyándose en una magnífica planificación, en una profusa documentación, en un perfecto equilibrio entre lo clásico y lo actual y, sobre todo, en unos personajes muy humanos. Porque ellos son lo mejor de esta novela. Hombres y mujeres con sus claroscuros. Con sus virtudes y sus defectos. Incluso los que parecen arquetípicos van mostrando, poco a poco, otras capas menos acartonadas y más impredecibles.
Sumergirse en esta novela implica perderse por las calles de Madrid y por el valle del Lozoya. Implica plantearse si todos los crímenes han de ser investigados y si se puede construir un futuro con las piezas rotas del pasado. Implica seguir una investigación paso a paso y enamorarse de quienes la llevan a cabo. ¿Si te gusta el género policíaco, a qué estás esperando?
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