Alex es la continuación de Irène y yo, como el comandante Verhoeven, he debido recuperarme durante años del trauma que me supuso leerla. Él aún no está restablecido del todo pero el jefe Le Guen, lo “convencerá” para volver a lo que realmente hace bien. Así que este caso es una especie de catarsis para Camille y para el lector.
Lemaitre sabe que el ser humano es capaz de cometer las mayores atrocidades para continuar viviendo aunque la vida no merezca la pena; aunque solo se vislumbre dolor, humillación y miedo, el hombre seguirá luchando por respirar.
Las descripciones del narrador son creíbles, verosímiles, porque mezclan lo que hacen los personajes y las causas de esos actos. Todo nos descoloca en un principio. Conforme vamos llegando al final, cuando Camille, Louis y Armand quieren desvelarnos lo que han ido descubriendo, somos conscientes de que aquello que nos parecía horroroso, fruto de una mente perturbada no es ni más ni menos que algo que se puede dar en la sociedad. Y quienes comenten los actos más depravados pueden convivir con una familia, con unos compañeros, con un colectivo que les abre sus brazos y los protege porque nadie puede adivinar nada extraño en su comportamiento y si alguien lo hace, sabe que es mejor no inmiscuirse en la vida de lo demás. Así somos. En el fondo inhumanos. Lemaitre rechaza cualquier atisbo de sentimentalismo y muestra al ser humano objetivamente, con toques de cruda realidad.
Por mucho que intentemos mirar hacia otro lado, esta es la sociedad que vamos creando poco a poco. Cada vez más sofisticada, puede. Cada vez más depravada, también.
La reflexión que hacemos al terminar es devastadora, por eso Alex, esta novela negrísima, queda al mismo nivel que las escritas por los más grandes de la literatura, porque Pierre Lemaitre ha dibujado la degradación de una sociedad a través del sufrimiento de los más débiles. El lector indaga, mientras lee esta novela, en la propia conciencia y en la obsesión que parece prevalecer por causar daño; en lo dañados que podemos dejar un cuerpo y una mente con torturas físicas y psicológicas que, a diferencia de las anteriores, no cicatrizarán nunca.