¿Salvar el mundo? ¿Estáis loc@s? ¡Habéis visto demasiadas películas! Sí, ya sé que molaba eso de ver como l@s protagonistas luchaban contra ejércitos, terroristas, multimillonarios traumatizados, políticos corruptos, narcotraficantes, o despiadados teleoperadores que llamaban a cualquier hora para ofrecer mejoras en el contrato de la luz o el teléfono. Era inspirador comprobar cómo podían jugarse el tipo, enfrentarse a cualquiera, y sangrar más que los secundarios de cualquier film de Takeshi Kitano para, al final, lograr desmantelar un complot que podría desestabilizar el puto universo. Además, se llevaban a la gachí o al maromo de turno al catre, y mantenían casi intacto el peinado.
Recordando aquellos años de videoclub yo también me emociono, ¡Pero eran pelíííííículas! ¡Madurad, que la vida va en serio! Que esa gachí o ese maromo terminan por echar michelines, pegarse pedos en la cama, gruñir por las mañanas, sacarse mocos con el dedo, y lo que es peor, tarde o temprano desean firmar hipotecas y tener hijos ¡TENER HIJOS!
Alan Smithee es un hombre coherente. Deberíais aprender de él en vez de criticarle tanto. No paráis de decir que es mal escritor, rácano, machista, racista, mentiroso y cobarde. ¡Cobarde! Pues dejad que os diga que estáis muy equivocados. Es ahorrador, tradicional, observador, diplomático y práctico. Y en cuanto a eso de que es un mal escritor también erráis. He estudiado concienzudamente cada una de sus obras y no sólo son magníficas, sino que todas contienen informaciones que los gobiernos se esfuerzan por ocultar. Si no me creéis echad un vistazo a Gronan contra Barbarella, Los mitos de Gluglu, Farenheit 452 y medio, Gordon Flash oficial y caballero, o esta que nos ocupa y en la que nos relata cómo NO salvó al mundo y porqué. De hecho, espero que nos haga llegar pronto alguna nueva historia para que tembléis tod@s cuando escuchéis cuatro verdades de esas que fingís no creer.
Lamentablemente tendré que esperar un poco, pues sé de buena tinta que anda escondido. Sergi Álvarez (sí, ese con cara de bueno) le delató a las autoridades después de apropiarse de su manuscrito y cobrar los royalties: como andaba algo deprimido después de que se le acabara el cargamento de Beluga Goldest Original (el vodka más caro del mundo) que trajo de Ruskia junto al dossier ‘Nunca digas Vodka, nunca jamás‘, aprovechó la recompensa que ofrecían por Alan para conseguir un pasaporte Covid falso y viajar fuera del planeta. Ahora quiere montar un restaurante especializado en Gastronomía Pangaláctica para Gourmets, pero de eso ya hablaremos otro día.
Volviendo al tema principal: le detestáis por desatar el apocalipsis con tal de evitar tener hijos. Cierto que no se sintió demasiado culpable, pero es que tampoco fue intencionado. ¿Cómo iba a saber que ese encantador animalito era un Grimler y no un perrito Kawaii? ¡Si hasta le puso el entrañable nombre de Cujo! ¿no os parece tierno? Además, nadie le explicó esas estúpidas reglas que no debía saltarse. ¿De verdad se merece este linchamiento verbal un hombre que lo único que hizo fue comprar un regalo a su esposa y querer ver Blancanieves y los Siete Samuráis en el cine?
Pensad lo que queráis. Con el tiempo (si el mundo no se acaba antes), os daréis cuenta de que todo es cierto. Mientras, seguid leyendo reseñas de tipejos como el tal Hefesto. Me parto cada vez que entro a su blog:
“Sergi Álvarez va dejando que cada protagonista se retrate a sí mismo mediante los hilarantes diálogos que abundan en la novela. El humor, a veces políticamente incorrecto, explota todos los clichés habidos y por haber en la historia del cine, llegando incluso a robarle algunas de sus estrellas para convertirlas en personajes de acción. No es un plagio, es un homenaje en toda regla al séptimo arte (tanto a sus grandes clásicos como a la serie b). Y los chistes metaliterarios salpican y enriquecen…”
¡Esto sí que es un pastiche! Él y Hugo Camacho, el editor de Sergi Álvarez, son mercenarios a sueldo de los poderes fácticos que se benefician de vuestra ignorancia. Y lo peor es que parece que no tendréis tiempo de comprobarlo porque se avecina el fin del mundo. Ahora que lo pienso, ¿por qué no hacéis algo? ¿No queríais ser como los héroes de acción de vuestra infancia? ¿no queríais tener hijos? ¡Haced algo! ¡Vuestras gachís y vuestros maromos os lo agradecerán!
Y por mantener el peinado no os preocupéis. Ya tiene bastante mérito seguir teniendo pelo en la era de la alopecia.
Me cae bien este Alan. Farenheit 452 y medio es —quizá— el mejor título de todos los tiempos. Tu reseña es muy inspiradora. Me ha hecho pensar en un montón de cosas. La he leído dos veces. Pero ahora me voy, que empiezo a sentir el influjo de Alan.
Es normal sentir el influjo de Alan, pero por lo que más quieras, no compres un perrito Kawaii.