Somos rehenes de nuestro pasado. Todo aquello que vivimos, hicimos o nos sucedió durante nuestra infancia, cuando éramos prisioneros de un mundo de adultos que no podíamos comprender y que intentábamos explicar con nuestros escasos recursos, nos fue marcando. Para bien o para mal. Esa huella, prácticamente imposible de borrar, puede condicionar el resto de nuestras vidas y de ella casi nadie puede escapar. Hay personas, las más desafortunadas, que al mirar atrás nunca conseguirán decidir si fueron víctimas o verdugos, incitadores o daños colaterales, si amaron o temieron, si son causa o consecuencia. ‘Cuerpos descosidos’ nos habla de seres dañados y oscuros, algunos de ellos con dones excepcionales, cuyos remordimientos les impiden avanzar en su búsqueda de la felicidad.
Son tres las líneas argumentales que maneja Javier Quevedo Puchal para sumergirnos en un relato tan crudo y estremecedor como asombroso:
La de Eva, una mujer que, a través del dolor, busca acercarse al amor de su vida, el que le fue negado, el que le conducía a Dios. La de Lucio, un chapero de gran humanidad aunque poseedor de un poder semejante a una maldición, que vive enamorado de “la Papisa” Renée, dueña del cabaret de los pecados y con la capacidad de absorber las culpas de aquellos que buscan aliviar su conciencia. Y por último, el diario de un niño criado en la opresión y el fanatismo religioso, que intenta desesperadamente abrirse a la vida y dejar atrás a unos padres crueles, (protagonistas de la narración en la sombra), que le roban el aire, le maltratan y le imponen unas creencias que no comprende. Todas, historias sórdidas y descarnadas, con la capacidad de atrapar al lector, introducirle en sus mundos de seres atormentados, carnes mortificadas, represión y culpabilidad. Y todas cargadas de sexo disfuncional, ya sea en su vertiente más execrable, como modo de vida, o como vehículo y arma para traspasar límites y someter a otras personas.
El autor, con una prosa cercana y a la vez elegante, consigue retratar a unos personajes de enorme fuerza y credibilidad capaces de eclipsarse los unos a los otros en cada capítulo. Además, dosifica las incógnitas haciendo que el lector las resuelva unas líneas antes de dar él la solución, pero de tal forma que cada respuesta es el origen de una nueva pregunta. Y cuando todas las cartas están sobre la mesa, la verdad es tan demoledora que conduce por inercia hasta un final perfecto, de los que cierran el círculo o, tal vez, suponen el inicio de una penitencia.
Esta obra, tan difícil de clasificar y que pide a gritos una reedición, supone un maravilloso entretenimiento de los que invitan a reflexionar sobre la oscuridad que hay en nosotros. Juega constantemente cambiando la visión tradicional de los conceptos, mostrando la muerte como una liberación, el asesinato como muestra de compasión, y conectando irremediablemente el amor y la muerte. Si deseáis pecar y ser perdonados, matar y ser bondadosos, saberos poderosos y sentiros desvalidos, traspasad vuestros límites y leed esta novela: descoseréis vuestros cuerpos pues aprenderéis que el pecado está en la carne. Y sólo el dolor podrá purgaros.