Hemos elaborado y consumido vino durante miles de años. Nos ha acompañado en momentos de alegría y de tristeza. Ha ocupado un lugar privilegiado en el arte y en la literatura, pues simboliza la vida, la muerte y el amor. Incluso hemos creado dioses en su honor y en las iglesias lo seguimos utilizando para entrar en comunión con la divinidad. Pero el vino, como el hombre, está unido a la tierra que lo ve nacer. Hereda su carácter y su sabor. Queda marcado por su tradición y no puede escapar de sus leyendas.
Y hay lugares como Haro, cuya historia está asociada a sus viñedos y bodegas. Lugares a los que familias enteras continúan ligadas generación tras generación y en los que incluso los monstruos pueden estar vinculados al fruto de la vid. Lugares en los que la uva puede simbolizar riqueza, pero también traer desgracia. Lugares donde el dolor puede desencadenar una maldición y donde a veces el vino llama a la sangre.
Dejadme que os pregunte algo: si estuvieseis malditos, ¿Cómo apagarías vuestra sed?
Vinícula homenajea a la literatura gótica y arrastra algunos de sus elementos hasta los siglos XX y XXI, conjugándolos con referencias cinematográficas. Es imposible leer esta historia sin tener en mente a Poe (al que alude directamente), al Drácula de Coppola (en una determinada escena), e infinidad de películas de terror que durante décadas han buscado atrapar al público adolescente.
La editorial Con pluma y píxel lleva el entretenimiento por bandera y Silvia Eguíluz González hace gala de esa filosofía trayéndonos una historia más divertida que terrorífica (ojo, no cómica) y muy disfrutable tanto por jóvenes como por viejóvenes. La trama, mejor hilada de lo que parece al principio y renegando a propósito de la habitual estructura circular de los fix-up, nos traslada a distintos momentos en la historia de una antigua bodega de Haro y nos habla de enología, de amor, de dolor y de muerte.
Os propongo un agradable paseo por las calles de Haro. Silvia está dispuesta a acompañaros entre las calles de Las cuevas y Virgen de la Vega. Será un recorrido agradable en el que podréis disfrutar de sus caldos, su gastronomía y su gente, pero si encontráis una cadena de plata con un camafeo, dejadla donde esté. Y si decidís visitar sus bodegas y veis una cuba llena de cruces, huid. Recordad que La Rioja es tierra de vinos, pero también de leyendas.
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